(Os dejo este texto que escribiera en 2003 en Diario de León sobre la polémica Lucía Etxebarría, que al parecer tuvo varios contratiempos en un reality)
FRAGUA DE FURIL MANUEL CUENYA
Lucía Etxebarría versus Colinas
19/02/2003 (Diario de León)
Qué pena, Lucía, te han pillado con
las manos en la andorga. Tú que creías que no se darían cuenta. La próxima vez
ándate con cuidado, y no se te ocurra volver a copiar a nuestro paisano y poeta
Colinas, que luego todo se sabe, y este es un país que no perdona. Bueno, no
perdona a quien no le interesa, porque a algunos, hagan lo que hagan, nunca les
pasará nada. Que nadie se escandalice. El que más y el que menos mete baza en
el copieteo, porque resulta más fácil y más cómodo. Y eso que los profes no se
cansan de vigilar a sus pupilos. Que cada cual haga lo que le salga de la
punta, que algún día ya se topará con su sombra.
Hasta el propio Henry Miller,
grande entre los más grandes, confiesa que comenzó su carrera artística
copiando algunas novelas. Sólo les cambiaba el título y el nombre de los
personajes, asegura él. No sé cuánto de cierto habrá en esto. Quizá sea sólo
una de sus ocurrencias literarias. En cualquier caso, si uno copia debe hacerlo
con precaución y extremada delicadeza, y sobre todo debemos tener el coraje de
decirlo. Pues esto que estoy escribiendo procede de la transpiración de tal o
cual autor. Y no pasa nada. O no tiene por qué pasar nada. Uno lo dice y ya
está. Punto y aparte.
Lo que ya no queda tan bien es copiar poesía, porque la
poesía, si se precia de tal, tiene que salir de las entretelas de uno. La
poesía sólo debería escribirse con la sangre y el semen de uno. O la sangre
menstrual y el flujo vaginal de una. Y tú, Lucía, has hecho trampa con los
fluidos rosa. No sé si eres buena o mala narradora. No te tengo controlada. Aún
no he logrado leerte de un tirón ni siquiera de dos. Beatriz y los cuerpos
celestes lo hojeé. Nomás. Y ese del prozac y las dudas tampoco llegué a echarle
el diente. Qué dejadez. ¿Verdad? Me caes bien, no obstante, porque aspiras a
ser una mujer rebelde y una escritora maldita. Tras tu máscara de bisex
flipada a base de prozac y dudas
existenciales no sé si se esconde una novelista avispada, o un engendro mefistofélico, que nos sedujera
con sus delirios y alucinaciones. No te conozco. No he tenido el gusto de
saludarte, saborearte, sentirte. Te he visto, sin embargo, en dos ocasiones.
Recientemente. Un día, sería el dos o el tres de enero del año en curso, me
crucé contigo a la altura de Antón Martín, en la capital del Reino. No me
atreví a decirte nada. Un autógrafo, tal vez. Tampoco reaccioné a tiempo. Y
unos días más tarde, a finales de enero de este mismo año, te volví a ver, esta
vez en el cine Capitol de la Gran Vía de Madrid. Bajo el pretexto de un certamen de cortos,
saliste a la palestra para leernos un manifiesto en contra de la guerra que ya
nos está mordiendo las pelotas. Si te volviera a ver, Lucía, entonces te diría
algo...
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