Hace unos días me paseaba, tranquilo y feliz, por las calles de Santiago de Compostela. Y, como ya suele ser habitual en los últimos tiempos, me acerqué al jardín desde el que se divisa una panorámica hermosa de la ciudad, allí donde Valle-Inclán goza de una estatua en actitud contemplativa, acaso reflexiva.
Quién nos iba a decir que, transcurridos unos pocos días más, ocurriría tal catástrofe en el tren de la muerte. Qué terrible, y qué pena por tantos muertos y tantas muertas, por tantos malheridos y tantas malheridas.
Aquel día, sereno y dispuesto a absorber la belleza que ofrece esta ciudad de peregrinación, se me ocurrió la loca, que diría acaso Cortázar, de escribir, o mejor dicho, garabatear un a modo de poema en mi libreta.
Esto me salió de las entrañas, que ahora reelaboro, habida cuenta del accidente mortal ocurrido en fecha tan señalada para Santiago, España y aun el resto del mundo.
Compostela
Para ti, amor
Sentado
de espaldas a su estatua
de espaldas al chivo de las barbas-letras
contemplo la catedral
Galicia amorosa
mientras sorbo
tu pureza azul
tocada en sol
cayendo la tarde
Bajo la sombra
de unos carballos
acariciadores
me dejo arrullar
brisa que siente el peso de la monumentalidad
tu brisa en mis pies
de peregrino soñado
de espaldas al mago de la palabra-cuerpo
palabra-alma
fabulador de meigas y "pantasmas"
de frente a la catedral
Compostela
naturaleza-piedra
jardín-tranquilidad
hablo de ti
de tu tiempo
de tus entrañas
de tu aroma secular
que ya es eternidad y sonrisa
y me imagino
trotando
por tus rúas
estrechas y empinadas
en una medina cristiana
mientras medineo por tu historia
que me sabe a incienso
y
sosiego
hablo de ti
de tu belleza, dorándose
reflejada en el espejo cóncavo
de una realidad
que se rumorea
catastrófica
sólo es un mal presagio
que corre veloz por las padreras de lo irreal
con delirio escalofriante
frías tumbas
de desconsuelo
en el horizonte grisáceo
de una estela
que me mira con ojos enlagrimados
mientras te sigo contemplando
en la distancia próxima y tierna
con la mirada empapada
con el espíritu de Valle-Inclán
que me toca
y
te acaricia
sorbido y absorbido por tanta belleza
que engendra amor
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