La entrada del verano es buen motivo para celebrar el día de la música. En realidad, Heineken (no tenía intenciones de darle publi a esta multinacional holandesa) ya lleva celebrando el día (mejor dicho los días) de la música en Madrid, desde el pasado 18 hasta el 21 de junio, esto es, hoy mismo.
La música es la ocasión perfecta para reunirse, divertirse, sobre todo ahora que llega el veranito, y necesitamos saltar y vibrar. Me apetece escribir sobre la música, no porque se celebren estos días musicales, lo cual no deja de ser un pretexto, sino porque la música, que es un arte sublime, casi siempre, y una de las bellas artes, tal vez la mejor y más universal, me procura intensos placeres. En realidad, a uno le hubiera gustado ser músico.
Tengo gratos recuerdos del día de la música en mi etapa en Francia, donde se celebraba por todo lo alto cual si se tratara de una Revolución, sobre todo en París, que es ciudad de altos vuelos, en lo musical y tantos otros terrenos. Allí o allá escuché en vivo y en directo a gente como los Tears for fears o el inolvidable y mediático Zucchero. No en vano, Madrid, que fue pueblo manchego con serenos y chulapas, y desde hace tiempo se perfila como ciudad puntera en algunas cosillas (en la marcha, sobre todo), ha copiado esta iniciativa, que el país galo viene haciendo desde hace algunas décadas.
El Bierzo, como buena parte del país, se convierte en un gran escenario musical durante el verano: verbenas, fiestinas, romerías, conciertos aquí y allá. Un aunténtico festival al aire libre. En breve también tendrá lugar el legendario Festival de Ortigueira, que, como cada año, atrae a miles de personas, entre otras a muchos bercianos, incluso a grupos como Rapabestas, etc. Ortigueira, además de un pueblo marino hermoso, es como la prolongación natural del Bierzo, que aviva el ánimo y alimenta los sueños.
No podemos perdernos este festival porque siempre tocan bandas interesantes, como el año aquel que estuvo precisamente la banda bretona Gwendal o cuando tocó el neoyorkino Jerry González, a quien hemos visto en ese espléndido documental que se me hace Calle 54, de Fernando Trueba. Galicia es un paraíso musical. Por otra parte, están los veranos de la Villa en Madrid, en el patio del Conde Duque, y aun en otros sitios. Una buena ocasión para escuchar a los mejores. Por ahí han pasado, por poner sólo algunos ejemplos, desde Alan Parsons y Dulce Pontes al desaparecido Enrique Morente o el argelino Khaled, y aun la diva griega Haris Alexíou, a quien puede ver/escuchar en concierto en Lorca, ahora ciudad de escombros.
Haris Alexíou es realmente una diosa. Su voz me estremece el alma. Os dejo estos enlaces.
Madrid es un lugar al que uno siempre vuelve, aunque hace ya mucho tiempo que no visito la capital. Como en otros tiempos, que solía ir con frecuencia. Por razones diversas, Madrid es un bazar de sorpresas, no sólo musicales. Lástima que la capital del Reino siga alejada de la “hoya” porque no hay un TGV que nos una en dos horas, como ocurre entre Lyon y París, cuya distancia es de algo más de 400 kilómetros.
Mientras, seguiré soñando y danzando con la música. Gracias, Haris Alexíou, eres muy grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario