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jueves, 25 de junio de 2020

La rebelión de las masas

Todo en el mundo es extraño y es maravilloso para unas pupilas bien abiertas. Esto, maravillarse, es la delicia vedada al futbolista, y que, en cambio, lleva al intelectual por el mundo en perpetua embriaguez de visionario. Su atributo son los ojos en pasmo. Por eso los antiguos dieron a Minerva la lechuza, el pájaro con los ojos siempre deslumbrados. 

(Ortega, La rebelión de las masas)

"Se ha abusado de la palabra y por eso ha caído en desprestigio... se ha creído que hablar era hablar urbi et orbe ; es decir a todo el mundo y a nadie. Yo detesto esta manera de hablar y sufro cuando no sé muy concretamente a quién hablo... La lengua, que no nos sirve para decir suficientemente lo que cada uno quisiéramos decir, revela en cambio y grita, sin que lo queramos, la condición más arcana de la sociedad que la habla ", escribe Ortega en el prólogo para los franceses, incluido en su rebelión de las masas. 

Tal vez se ha abusado de la palabra, que acaba gastándose, por eso convendría revitalizarla, darle un nuevo uso, un nuevo sentido, acaso filosófico, a sabiendas de que a través del lenguaje podemos articular el pensamiento. Tampoco se trata de hablar por hablar. Conviene saber a quién se habla, porque a menudo hay gentes con quienes no se puede establecer ninguna suerte de diálogo. Y eso es terrible. 

Si bien ya tenía previsto escribir sobre La rebelión de las masas, de Ortega, el escritor berciano Eduardo Frá me lo sugiere. Y, como uno es la mar de obediente, me dispongo a ello en espera de que pueda salir bien parado, habida cuenta de que la empresa no es fácil, porque, como todo o casi todo, requiere o amerita de una lectura-re-lectura analítica que entronque con la realidad actual. Y es que La rebelión de las masas es tal vez la obra maestra del creador de ¿Qué es la filosofía? o de La España invertebrada, ensayo sobre el que escribiera recientemente en este mismo blog. 
https://cuenya.blogspot.com/2020/06/la-espana-invertebrada.html
Ortega, que tuvo implicación en la política activa, quedó desencantado de la misma. Y se dedicó de lleno a la filosofía, legándonos su amor al saber con una escritura sencilla y a la vez profunda, literaria y filosófica a partes iguales. 
Nos advierte en el prólogo para franceses de que ni su libro ni él mismo son políticos. Y su trabajo "es oscura labor subterránea de minero... La obra intelectual aspira, con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, confundirlas más de lo que estaban".
Contundente se muestra Ortega al decirnos que "ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejia moral... hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías”. 
Algo que también escribiera el escritor y viajero payés Pla en su Cuaderno gris: “Lo que más se parece a un hombre de izquierdas en este país es un hombre de derechas. Son iguales, intercambiables, han mamado la misma leche".
    Ortega es un valor seguro, hay que volver a su obra de vez en cuando para que nos ilumine la senda de la vida con sus sabias reflexiones. Un hombre ilustrado, cosmopolita, que tuvo la ocasión de viajar por diferentes países dando conferencias en diversos lugares del mundo. 
"La vida tiene que ser culta, pero la cultura ha de ser vital", señaló. Pues, desde su vitalismo, entendió que la vida está por encima de todo. “Vivir es caminar hacia una meta". ¿De qué sirve vivir cien años si no se sabe el por qué y para qué se vive?  
"La auténtica plenitud vital no consiste en la satisfacción, en el logro, en la arribada. Ya decía Cervantes que 'el camino es siempre mejor que la posada'".
La rebelión de las masas, como tantos libros, tuvo su origen en el diario El Sol, porque en este periódico comenzó el filósofo publicando su obra en forma de artículos. Gran parte de la buena literatura y el pensamiento en España se ha publicado en periódicos. 
La rebelión de las masas, como su título parece indicarnos, hace referencia a la aparición a principios del siglo XX del llamado hombre-masa en Europa. Conviene aclarar que el hombre masa al que se refiere el filósofo se encuentra en todos los ámbitos, en todas las profesiones. Y se trata de un bárbaro, que ha perdido toda capacidad de conocimiento, que tiene dentro una política exorbitada, fuera de sí, que se apresura a apagar las luces para que todos los gatos resulten pardos. El hombre-masa es alguien de alma vulgar, mostrenco social, que para más recochineo se cree la mamá de los pollitos, como diría un cuate azteca. El hombre-masa sería como la antítesis del hombre (mujer) excelso, superior (incluso en el sentido que le da el filósofo Nietzsche, con capacidad de pensar por sí mismo e ir más allá). 
El selecto, el hombre grande sería aquel que goza de una larga memoria. Pues bien sabemos que quien desconoce la historia, tiende a repetirla, a cometer los mismos errores. Y negar el pasado es absurdo, ilusorio. 
"Masa es el hombre medio... que no se diferencia de otros hombres... todo aquel que se siente como todo el mundo, y, sin embargo, no se angustia... La masa no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella... sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho a la vulgaridad y lo impone dondequiera... arrolla todo lo diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado”, lo cual atenta contra toda suerte de libertades, imponiendo la dictadura de su encefalograma plano.

Aclara Ortega que una sociedad puede tener una masa perfectamente sana. Pero lo funesto ocurre -despeja el filósofo-, cuando esa masa no acata su lugar original, como si los peces quisieran volar y las aves bucear. O los estudiantes quisieran conducir y/o enseñar al profesor, en vez de este a aquellos. Hoy, más que nunca, vemos cómo algunos estudiantes pretenden, amparados a veces en sus padres, pasar por alto, cuando menos, la autoridad moral, académica, de los profesores, que se supone que están entrenados y formados para impartir enseñanza. Invertir los roles puede ser algo demoledor. 
Es habitual en España creer que uno sabe más, incluso como alumno, que quien tiene a bien impartir enseñanza. Lo que no quiere decir, por supuesto, que haya alumnos/as brillantes y profesores horribles. 
Es habitual en España creer que uno sabe más de lo que en realidad sabe, que uno casi nunca sabe nada, por cierto, y el saber requiere de mucho estudio, dedicación, observación, reflexión... Aquí hasta el más tonto hace relojes. Y hasta el más ignorante se cree el más sabio. 
No hay más que echarle un oclayo a los predicadores que aparecen en la tele, ya sean en programillas rosa o bien en tertulias de medio pelo, con un nivel educativo y cultural que brilla por su ausencia. Y encima alzan la voz como si estuvieran en posesión de la verdad. 
El prototipo de hombre masa se encuentra, según Ortega, en el llamado especialista o experto en algo, en alguna parcela del saber, una especie de sabio-ignorante, "un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora, no como un ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio”. Qué peligro. 
La ignorancia, encima disfrazada de saber, nos trae a mal traer, porque el hombre masa cree que con lo que sabe ya tiene suficiente, no siente curiosidad por saber más. Desprecia incluso aquello que no se ajusta a su visión del mundo. Sólo se mira a su ombligo, a su bienestar, como un niño mimado. Como un ególatra. 

Por tanto, el hombre masa se caracteriza por su narcisismo, que le impide ver más allá de sus propias narices, creyendo que todo el mundo es como él, piensa y siente como él, y que el mundo es como él cree que es.
"Como el cinematógrafo y la ilustración ponen ante los ojos del hombre medio los lugares más remotos del planeta, los periódicos y las conversaciones le hacen llegar la noticia de estas performances intelectuales, que los aparatos técnicos recién inventados confirman desde los escaparates. Todo ello decanta en su mente la impresión de fabulosa prepotencia".
El hombre masa es quien se cree con derecho a imponer su vulgar veredicto sobre cualquier tema, aunque no conozca nada del mismo, y además se cree que su opinión tiene el mismo grado de valía (o mayor) que la del que se ha tomado la molestia de pensar con detenimiento sobre el asunto. 
Que la masa actúe "por sí misma es, pues, rebelarse contra su destino, y como eso es lo que hace ahora, hablo yo de la rebelión de las masas”, apostilla Ortega. 
En el caso del hombre masa predomina la insinceridad, la broma... la chirigota... el cachondeíto... Y su vida se torna en algo trivial. Puro postureo. Farsa al canto. 
“Casi todas las posiciones que se toman y ostentan son interiormente falsas... Hoy es esto y mañana es aquello otro, aunque no se sepa muy bien por qué. La autoridad y la ley son objeto de escarnio, se le dan más facilidades a los que actúan éticamente mal que a los que hacen lo correcto, desaparece la educación y las buenas maneras en el trato social, cae el respeto a los mayores... Se tiende a hacer propensión central de la vida los deportes, la atención desmedida al propio cuerpo, los coches... el divertirse con el intelectual pero en el fondo no estimarlo, todo esto son signos del imperio de las masas".
https://cuenya.blogspot.com/2010/06/la-unidimensionalidad-de-la-especie.html

En el imperio de las masas se le da más importancia al cuerpo que al espíritu, en realidad, sólo se cultiva el cuerpo serrano, el fútbol como negocio, que resulta bochornoso. 
Ahora, más que nunca (con la situación vírica), hemos podido comprobar qué es lo realmente esencial y qué es lo superfluo. La barbarie campa a su anchas. 
Esa masa (distintas masas) de la que nos hablara asimismo Elías Canetti (Masa y poder) y también el hombre unidimensional al que se refería el filósofo Marcuse, que luego desembocaría en un pensamiento único y ramplón (el pensamiento débil que apadrinara el filósofo italiano Vattimo). Un pensamiento globalizado en la era de la globalización (la globalización de la miseria y de la ignorancia, de los virus y las catástrofes...). Un pensamiento/comportamiento (en manada, aunque cada individuo por sí mismo busque su propio beneficio). Un pensamiento/comportamiento propio de un sistema totalitario y antropófago. 
A menudo (por no decir siempre) los gobernantes mundiales acaban siendo esclavos de los grandes tiburones financieros, de los tecnócratas, quienes también controlan todos los medios de comunicación, cuyos periodistas y comunicadores son soldados rasos, presionados y coaccionados por los poderes para que nos cuenten lo que desean los magnates de marras (convendría leer al gran sociólogo Bourdieu). 

Ortega, en su rebelión de las masas, nos dice que Europa se ha quedado sin moral. Sin moral y sin espíritu, me atrevería a decir. Y el hombre masa aspira a vivir sin supeditarse a moral alguna... "el inmoralismo ha llegado a ser de una baratura extrema y cualquiera alardea de ejercitarlo". 
"Vivimos en un tiempo que se siente fabulosamente capaz para realizar, pero no sabe qué realizar. Domina todas las cosas, pero no es dueño de sí mismo. Se siente perdido en su propia abundancia. Con más medios, más saber, más técnicas que nunca, resulta que el mundo actual va como el más desdichado que haya habido: puramente a la deriva. De aquí esa extraña dualidad de prepotencia e inseguridad que anida en el alma contemporánea". 
Con más medios que nunca a nuestro servicio, todo tecnificado, todo bajo el imperio de la tecnología, nos sentimos desnortados, con la incertidumbre y el miedo de ir ciertamente a la deriva. 
"Vivimos bajo el brutal imperio de las masas... el imperio que sobre la vida pública ejerce hoy la vulgaridad intelectual", sentencia el filósofo. 
Definitivamente, se ha impuesto la mediocridad, la vulgaridad, el pensamiento plano, uniformado, en todos los ámbitos. 

1 comentario:

  1. La Rebelión de las Masas, qué gran libro, siempre estará vigente pasen los años o siglos que pasen. Pero yo ahora, el título que le pondría sería, la rebelión de los impostores, Manuel. Esta muy de moda este postureo, sobre todo de la clase política. Y la sociedad es un reflejo de esta falsedad e hipocresía.

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