La verdad, estimado tocayo Manuel, tus fotos no sólo han puesto ojos a la gastronomía y paisajes de la comarca berciana, sino que han embellecido los textos, del tal modo que resultan imprescindibles tus imágenes. Aunque no siempre, a veces una imagen sí vale más que mil palabras.
Tus fotos expuestas aún resultan más atractivas que en el libro, claro está. Me entusiasman sobre todo esas que dedicas a los platos y productos de la tierra, aunque también me quedo con la foto de la Catarata de La Gualta, no sólo por proximidad entrañable, sino por ese recorrido que hicimos por las estribciones de Gistredo, en compañía también de tu hermano, en busca del agua como elixir de vida. Hacer una foto no sólo requiere de talento a la hora de iluminar o buscar la luz adecuada, como bien sabes, además de la composición, sino entregarse en cuerpo y alma, encontrar algo sorprendente, a veces en los lugares más recónditos y en ocasiones a la puerta de casa, como suele decirse. Aparte de las fotos sobre la gastronomía, que dan ganas de comérselas -porque la belleza será comestible o no será-, como son la de la manzana reineta, las peras en almíbar, las tapas de pulpo, las cestitas, tan bembibrenses, o la del chorizo acompañado de pan y pimientos (auténtico bodegón pictórico), me resulta extraordinaria esa del tambor en la lumbre (el llumbre, decimos en el Alto), lo que nos devuelve a nuestros ancestros más fraternos. Enhorabuena, querido Manuel, por tu excelente trabajo, y larga vida.
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