El puente de la Constitución dio mucho de sí. El sábado nos reunimos algunos amigos en Colinas del Campo, y el lunes me fui a Galicia, en busca, una vez más, de las huellas literarias de Valle Inclán: Pontevedra y Cambados, de lo que daré cuenta en otro momento.
Colinas acabará convirtiéndose, a este paso, en un lugar de encuentros mágicos. Si en tiempos fue sitio de reunión, donde nos dimos cita algunos representantes del Colectivo cultural La Iguiada, que como algunos sabéis edita la revista La Curuja y cuenta con la web http://www.nocedadelbierzo.com/, el pasado "finde" (qué finolis) volvimos a la carga, en este caso, algunos amigos y colaboradores de la revista, a saber, Fermín, Ester y Francisco. Si en aquella ocasión nos reunimos en La Cantina, ahora el lugar elegido fue El Aguzo, un bar-restaurante regentado por la amable y hospitalaria Lorena. Por cierto, el Aguzo es asimismo una revista que editaba el Ayuntamiento de Igüeña por los 80, incluso 90, donde escribían, entre otros, el hoy director del Teatro Bergidum, nuestro estimado Miguel Ángel Varela, o Benigno Suárez Ramos (que escribió el Tío Perruca), entre otros colaboradores de Quintana de Fuseros, etc. Incluso el Colectivo La Iguiada editó su primer número bajo el nombre de El Aguzo, que se retiró por la antigua existencia de esta revista de Igüeña.
Bajo la lluvia, algunos provistos de paraguas, nos dimos una vuelta por el pueblo de la mano de Ovidio, el pedáneo, que ejerció como buen cicerone. Se nota que este muchacho ha hecho una gran labor en el pueblo, desde que se ocupa del mismo. Ovidio nos mostró varias casas, incluida la suya, algún molino y la antigua fábrica hidroeléctrica, además del taller de artesanía de su hermana Marisol. Curiosamente, las personas más dinámicas del pueblo, o eso parece, son los tres hermanos: Ovidio, Lorena y Marisol.
Colinas del Campo de Martín Moro, que así se llama en verdad este pueblo singular y de nombre tan largo, es un espacio mítico, un sitio en el que, llegado el caso, uno podría practicar la meditación trascendental, y aun otras espiritualidades. Aunque ya sabemos que la espiritualidad, en estos tiempos obscenos en que vivimos, no está bien vista ni tiene cabida en nuestra sociedad.
Colinas, además de un pueblo coqueto, resulta inspirador, esto es, entrañable. Tanto es así que sirve como escenario de una historia que aparece en Trasmundo. Por tanto, uno se siente ligado afectivamente a este pueblo de la alta montaña berciana, bajo la mirada imponente del Catoute. Conversamos, reímos, leímos algunos textos de El Aguzo (que nos procuró el amigo Francisco: http://poesiamovimientoperpetuo.blogspot.com/2009/06/blog-post_30.html), y disfrutamos de la compañía, la amistad y unas tapas excelentes, regadas con cerveza Mahou. Hasta la próxima. Nos vemos en Colinas.
Gracias Manuel. Un saludo cordial. Y pronto a repetir una nueva "merienda literaria". En el buen sentido. No como otras meriendas.
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