Vistas de página en total

viernes, 27 de mayo de 2022

Como la vida misma, Ana Cristina López Viñuela

 Un gran placer acompañar en la mesa de presentación a Ana Cristina López Viñuela, la autora de Como la vida misma. Eso fue ayer jueves, a las 20 horas, en la sala Región del Instituto Leonés de Cultura de la capital leonesa, que es ya como la casa de uno, porque aquí he tenido la ocasión de presentar libros, entre ellos algunos míos. 

Me alegra que Ana Cristina pensara en mí para que leyera su manuscrito y quisiera que hiciera el prólogo a su libro, Como la vida misma. Reflexiones para vivir conscientemente, porque se trata de una obra en la que podemos mirarnos y reflejarnos, ya que aborda cuestiones fundamentales acerca de la condición humana. Y merece mucho la pena su lectura, ya que aporta mucha reflexión, arroja mucha luz sobre este mundo sombrío y convulso, lleno de guerras y hambrunas, de epidemias y pandemias, de virus y bacterias. 

El acto lo introdujo el periodista y escritor Emilio Gancedo, a quien hacía tiempo que no veía, cuya labor periodística -lo recuerdo en Diario de León-, resulta admirable. En alguna ocasión llegó a reseñar la revista La Curuja y también alguno de mis libros como Viajes sin mapa

Con la autora y Juan Fernández

Gancedo vino a decirnos, acerca del libro de Ana Cristina, que, tras su aparente sencillez, se esconde una gran profundidad. Y es que no hay nada mejor que expresar las cosas con sencillez y con claridad, también con naturalidad, como hiciera magistralmente, por ejemplo, el genio Delibes. Y como hace también el genio Llamazares, entre algún otro. 

En todo caso, uno está convencido de que la escritura nos muestra cómo somos realmente. Dime cómo escribes y te diré cómo eres. Ahí que no hay trampa ni cartón. Porque en la escritura, sea de ficción o no, te muestras como eres, con tus miedos y tus obsesiones... ese miedo, esos miedos, de los que nos habla Ana Cristina López. 

 Gancedo terminó su intervención haciendo referencia a la importancia de la palabra curativa, y es que la escritura acaba resultando terapéutica porque nos permite ordenar nuestro pensamiento y darnos cuenta de quiénes somos y hacia dónde caminamos. El psicoanálisis, pongamos por caso, ha indagado largo y tendido acerca del poder de la palabra, porque a través de la palabra, sobre todo de la palabra escrita, articulamos gran parte de nuestro pensamiento, de nuestra conciencia. Y Ana Cristina nos invita, en su viaje al interior, a vivir conscientemente. A vivir en paz y en armonía con nosotros mismos, y por ende en paz y en armonía con el resto de congéneres. 

Otro gallo nos cantaría si todo el mundo hiciera este ejercicio introspectivo, este viaje a los adentros, para re-conocernos y saber qué podemos aportar a los demás, a la sociedad, en vez de lanzar toxicidad, mierda, a la cara de los demás humanos. La empatía, el ponerse en el lugar del otro, como un valor extraordinario. Y algo que deberíamos poner en práctica más a menudo. Desprenderse del ombliguismo, del egocentrismo, de ese narcisismo manifiesto y aun encubierto que tanto daño causa en los demás. Y por supuesto en uno mismo. Porque no se puede usar y tirar a la basura a la gente. Cuando en verdad deberíamos amar y ser amados. 

Después de Gancedo intervino el psicólogo Juan Fernández Quesada, a quien no conocía, en cuya intervención mostró su cariño por Ana Cristina, viniendo a decir que sus textos, recogidos ahora en este volumen, son un tesoro, que nos enseña su precioso SER. Y es que Ana Cristina se desnuda en su libro, nos muestra sus entrañas, y eso es muy de agradecer en un mundo que habitualmente sólo nos muestra apariencias, un mundo carnavalesco, lleno de máscaras y disfraces, plagado de engaños y autoengaños. Pura farsa. 

No vano, la Sala Región del ILC estaba abarrotada de público, de un público entregado, señal evidente, como dijera, de que Ana Cristina es muy querida. Y eso es magnífico. Con lo cual, amiga Ana, debes sentirte muy orgullosa, muy feliz, de tu gente, del arropamiento que has tenido, que tienes, lo que resulta impagable, porque el amor, la amistad, el cariño de los familiares, de los amigos... es un verdadero tesoro. Que tu conoces bien. Mil gracias por tu hermosa dedicatoria. 

Os dejo el prólogo que escribiera encantado, con todo mi cariño para ti, Ana, para este estupendo libro que nos ofreces titulado Como la vida misma. 

Prólogo

La lectura de estos textos de Ana Cristina López Viñuela, que ahora conforman este libro, se me antoja una auténtica lección de vida, porque nos invita a bucear en nuestro interior con el fin de saber quiénes somos y hacia dónde queremos caminar, porque la magia reside, en su opinión, en nuestro interior. Y cada cual encontrará por sí mismo su camino, edificando nuestra vida sobre cimientos sólidos, estables, viviendo con sensatez, aceptando lo que la vida nos ofrece, intentando “sacar el mejor partido de las circunstancias”, aceptándonos a nosotros mismos, con nuestras limitaciones y también con nuestras posibilidades, sin culpar a terceras personas de nuestras propias incapacidades.

Por tanto, dejemos de vivir nuestra existencia, según Ana Cristina, de cara a la galería, con una mirada libre de prejuicios y centrados en el momento presente, en la paz, en el amor, que “es un tesoro”, saboreando en cada momento lo que tenemos.

Y por supuesto, durante este instructivo recorrido por la senda de la vida, nos enseña todos esos valores que nos hacen crecer como personas, que nutren nuestro espíritu. Y nos convierten en definitiva en mejores como seres humanos. Todos esos valores como la tolerancia, la concordia, la ternura, la libertad propia y ajena… “Nunca seremos verdaderamente libres si no nos encaramos con nuestros miedos, reales o ficticios”, si no experimentamos “el vértigo de la incertidumbre”, si no logramos “distinguir los peligros reales de los imaginados”, porque no podemos vivir “en un estado de terror permanente”, que nos paralice y nos impida realizarnos como personas.  

Ya desde un inicio, la autora, que reconoce haber sufrido una crisis con veintipocos años, nos muestra su deseo de ahondar en su interior, en una búsqueda honesta de la verdad, algo a lo que todos tendríamos que aspirar, viviendo la realidad, como ella misma nos propone, de una forma serena y amable, sin dramatismo, sin resentimientos, sin culpa. Para ello, es necesario que sepamos gestionar de un modo correcto nuestras emociones.

Emilio Gancedo, Juan y Ana Cristina

No olvidemos que antes que seres racionales somos seres emocionales. Y a través de la inteligencia emocional, poniendo en práctica la empatía, podríamos adaptarnos mejor al entorno y por ende comprender a los demás seres humanos, habida cuenta de que somos, además de “profundamente contradictorios”, seres sociales por naturaleza. Y necesitamos comunicarnos –precisa Ana Cristina–, para poder vivir en comunidad.

Con este libro logra que nos abramos desde nuestra humildad, “que no consiste en hacerse de menos o renunciar al propio criterio”, a lo diferente a través de sus lecturas, de sus viajes, de sus experiencias y conversaciones con otros seres humanos. Asimismo, consigue alertarnos del fanatismo y del pensamiento único, al tiempo que nos invita a reflexionar acerca de la condición humana y el mundo en que vivimos, cuyos centros de poder espían, en su opinión, nuestra intimidad, controlándonos y manipulándonos.

Amparándome en sus propias palabras, me apetece subrayar lo siguiente: ¡Qué ninguna intoxicación, propia o ajena, nos quite la energía y el buen humor! Para seguir recorriendo la senda de la vida.

2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias Manuel. Y no solo por esta extensa y profunda reseña, sino por el generoso acompañamiento que has hecho de este libro desde que no era más que un original, hasta que ha sido presentado con tanto éxito y cariño.

    ResponderEliminar
  2. Un gran placer, Ana, compartir momentos tan maravillosos en la presentación contigo. Cariño para ti.

    ResponderEliminar