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miércoles, 28 de julio de 2021

A través de los Ancares

 Viajar a través de los Ancares es como viajar a través del tiempo, de los tiempos, adentrándose quizá en otra suerte de dimensión, recorriendo espacios olvidados y bosques poblados por meigas y trasgos que ponen en marcha, a toda mecha, los cinco sentidos. Un placer inmenso. 

Corredoira

A Tumbiadoira

El viajero y la viajera se despiden con morriña de A Fonsagrada, que les ha obsequiado con todo tipo de bondades, tanto paisajísticas como desde el punto de vista del paisanaje, que al final es lo que más cautiva al viajero. Inolvidable la hospitalidad entrañable de Bolaño, que es todo un personaje, según me cuenta el propio Julio Llamazares. Y por supuesto Adrián, el hijo de José Lombardía, alias Bolaño, que se porta muy bien. Creo que les hace ilusión formar (conformar) parte de Mapas afectivos. Adrián Lombardía conserva incluso una foto de este libro en su portada de Facebook, lo que se me hace magnífico. 

A Fonsagrada -me lo recuerda la amiga Elsa, originaria de Noceda y casi gallega, pues vive en Coruña desde hace tiempo, y después Jovino- está hermanada con el Bierzo mediante el botillo, que en tierra galega es el butelo, "y en Tineo el chosco", precisa el taramundés y berciano de Bembibre Jovino Andina, que conoce la feria del botelo o butelo que se celebra en A Fonsagrada.  

Desde A Tumbiadoira

A decir verdad. las conexiones entre Galicia y el Bierzo son diversas, "sin olvidar el proyecto de ferrocarril que hubo en su momento -añade Jovino- para unir Villafranca del Bierzo y Ribadeo. De ahí que en Villafranca del Bierzo la calle del Agua, donde está la casa natal de Gil, se llame también calle Ribadeo. Y en Ribadeo exista una calle llamada Villafranca del Bierzo", añade Jovino. Algo de lo que puedo dar fe pues estuve recientemente en Ribadeo (escribiré sobre este lugar, que ya adelantara en el Facebook) y pude fotografiar la placa donde figura la localidad donde naciera, entre otros, el gran fabulador y excelente persona Antonio Pereira.

Antes de abandonar definitivamente la comarca de A Fonsagrada, el viajero y la viajera se trepan, es un decir, por lugares encantados cual si fueran Quijote y Sancho. "A la aventura, Beni", con un guiño a la viajera, que le hará a buen seguro gracieta. 

A Roxoa, mesón restaurante en A Tumbiadoira

En realidad, la genuina aventura será la que les espera en el cruce de sierras y montañas hasta alcanzar la cima del puerto de Ancares, que resulta sobrecogedora, al igual que lo es todo el camino de vuelta en dirección al Bierzo, atravesando aldeas remotas bajo la sensación verde clorofila de arcos floridos de corredoiras sin fin. Vaya, cómo me quedó plasmado esto último. No sé si algo repipi con cierto aire valleinclanesco, que quizá es lo que lo salve. Por cierto, Valle era otro que le daba al realismo mágico como si se estuviera fumando la pipa de kif en clave lírica. 

Los Ancares

Antes de allegarse a la aldea que les recomendara el bueno de Paco, alias Ceregido, se topan con la fantasmagórica aldea de Vilarino de Pontón sumida entre una abundante vegetación. Queda poco para alcanzar A Tumbiadoira, en concreto el restaurante A Roxoa, que es el sitio que les recomienda Paco para echarse una buena zampa. Y allí que se van, derechitos al cielo de la gastronomía en forma de carne vacuna a la brasa. Quizá con esto se curen de todos los males víricos que pudieran haber contraído a lo largo del viaje. Lo digo por lo de la vacuna. Conviene hacer algo de humor en tiempos de tanto miedo, el cual nos lo sirven hasta en las ensaladas de lechuga. Madre santa, ahorita me da por combinar o mezclar la velocidad con el tocino, tal vez aquel tocino que vendía otrora en el útero de Gistredo el tío Chirito, Benito, que llegó al siglo, tal vez jamando tocino, que ahora dicen las lenguas que sube de lo lindo el colesterol. 

Los Ancares


Navia de Suarna

A Tumbiadoira, que es una aldea con cuatro casas alzadas en medio de una naturaleza esplendorosa, entre ellas el mesón en el que primero tomamos unas birras y luego nos dejan comer, incluso sin reserva previa -lo cual es todo un logro-, no defrauda. Aunque acabado el dolce yantar, Paco nos sugiere ir a otro sitio para manducar, en Casa Marta, Sena de Ibias, ya en Asturias. Qué humor se gasta. Pero la panza ya  farta. Y aún queda Navia de Suarna, que visitara hace años, con su puente -diz que romano, porque ahora todo ye romano, que viste y luce mucho de cara a la galería, aunque está guapín, ye la verdad, de buenas a primeras, neno, contagióseme l'acento astur- y su castillo. Y sobre todo ese río que fluye como fluyen nuestras miradas y nuestros sentimientos. Un cigarrín de liar a la orilla del río sabe a gloria bendita, inclusive, que dicen los hispanoamericanos, sin ser fumador. 

Navia de Suarna

De repente, la felicidad, o el instante de plenitud, se logra a través de una estampa de este calibre. Y en verdad que no hacen falta grandes cosas, ni tanta épica para disfrutar. La poética de una sonrisa cómplice basta para religarse con el Otro. Y comprender, en la brevedad de la vida, que en un simple gesto de belleza puede contenerse la eternidad. La eternidad y un día. Como las mil y una noche al amor del Otro. Qué importante para el ser humano es la empatía. Navia de Suarna sabe a agua que fluye y a cigarro de liar, embelesando a los viajeros, que se sienten en paz, dispuestos a recorrer los Ancares, los lucenses y los leoneses, a través del tiempo, adentrándose acaso en otra suerte de dimensión. Y hasta podría ser que, en su ensueño, lograran sobrevolarlos como pájaros con el pico afilado de la libertad, ese bien tan preciado para un ser humano. Salud, amor y libertad (en recuerdo a la igualdad, fraternidad y libertad que se promulgara en la Revolución Francesa). 

Balouta

El viaje desde Navia de Suarna hasta Balouta se me antoja una auténtica preciosidad. Dejamos la provincia de Lugo y entramos en Castilla y León, o sea, en el Bierzo. Y el asfalto parece haberse perdido o detenido, también en el tiempo, como si de un camino carretal se tratara. El Bierzo, ay, León, ay, cómo duele. Lo que no es motivo, en absoluto, para que los viajeros pierdan la alegría y la ilusión. 

Balouta está a pocos kilómetros y ya se atisba en lontananza. El paisaje es similar al galego. El mismo ecosistema. Todo sabe a familiaridad. En el restaurante Miravalles, donde estuviéramos comiendo hace un año, nos hidratamos. Y despedimos esta tierra, otrora de pallozas, no sin antes fumar la pipa de los afectos. Continuamos rumbo a Vega de Espinareda hasta coronar el Puerto de Ancares, a más de mil seiscientos metros de altura (fascinante mirador al mundo, al Bierzo en todo caso, con un viento gélido) atravesando las poblaciones de Tejedo de Ancares (donde parece estar un grupo de personas de romería, con sus trajes de folclor, en el campo de una ermita), Pereda de Ancares, Candín. Y un poco más adelante, en un desvío a la izquierda, la señal de Lumeras, el pueblo del entrañable amigo Daniel Higinio, que hace unos meses nos invitara él y su mujer Conchi a pasar un día increíble en su casa (sobre esto podría escribir en otra ocasión).  

Puerto de Ancares

Se hace tarde  -qué cosa, el tiempo, siempre el tiempo- y Vega de Espinareda nos saluda a través de su monasterio, que en otra época, no tan lejana, acogiera como centro educativo a muchos guajes del Bierzo en sus aulas, entre otros a algunos amigos de infancia. Y hasta le sirve a uno para ambientar un relato incluido en Trasmundo (regresamos por arte de magia a Taramundi), aunque uno nunca llegara a pisar sus clases, quiero decir, sus aulas. Era por no repetirme. Ni repetir curso. 

De Vega al barrio de Vega del útero de Gistredo se me antoja un suspiro nomás. Con un camino, que se hace al andar, por las poblaciones de Berlanga, los Tombríos (Arriba y Abajo) y Toreno (con su Torenillo), Villar de las Traviesas, Berciego y Robledo de las Traviesas. De repente, creo que he situado a todos en el mapa... también de los afectos. 

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