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martes, 6 de julio de 2021

A Manuel Fernández Lorenzo

Me alegra descubrir que mi profe de Filosofía Contemporánea en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de Oviedo me haya incluido en su página web:  https://actiweb.one/manuelflorenzo/ Un placer enorme. Una gran satisfacción. 

Manuel Fernández Lorenzo

A Manuel Fernández Lorenzo, aventajado discípulo del maestro Gustavo Bueno, lo recuerdo en verdad con cariño, porque era un profesor especial en su forma de enseñar la filosofía. Y además era un hombre amable, atento, lo que valoro mucho, sobre todo ahora, con el transcurso del tiempo. 

Con estatuta de Spinoza en Rijnsburg

Confieso (como creyente en el poder de la Naturaleza) que me gustaba mucho asistir a sus clases mañaneras allá por los ochenta y muchos. Entonces uno era un pipiolín, con ganas de descubrir el mundo. Y por supuesto de adentrarme en los entresijos de la condición humana. Qué importante es el saber, aunque éste también produzca dolor (y mucho), porque nos ayuda a darnos cuenta de quiénes somos y dónde estamos parados, que dicen en Hispanoamérica, nuestra querida tierra, que es, dicho sea de corrido, todo un filón lingüístico/literario.

La creencia en la Naturaleza me lleva de un modo inevitable a la figura del filósofo Spinoza, que también creía en esta fuerza creadora. También el colosal científico Einstein creía en el Dios de Spinoza. Por cierto, este filósofo racionalista y padre del pensamiento moderno, según el pensador Schelling (al que Fernández Lorenzo le dedica un libro) era de origen sefardí, en concreto hispano-portugués.

Lo dicho, que le agradezco a mi tocayo Fernández Lorenzo la mención que me hace en su web. Con mis mejores deseos para él.  Vayan aquí estos recuerdos: https://actiweb.one/manuelflorenzo/

 

"... en esta vida solo es real y verdadero lo que se puede

 tocar con las manos". F.W. J. Schelling

 

Recuerdos de un antiguo alumno:
 
         

Algunos recuerdos ovetenses

 
Durante los cinco cursos que permanecí en la Universidad de Oviedo, disfruté con la enseñanza de tres profesores, nomás. O eso creo recordar. A veces los recuerdos se difuminan, se trastocan, pero uno intenta darles vuelo de la mejor manera posible. ¿O no? Quién sabe.
 
Gustavo Bueno, sobre el que alguna vez he escrito algo, era mi maestro, incluso mi ídolo. Su oratoria, aderezada con un pensamiento lúcido y humorístico, me encantaba. "¿No saben quién fue Mariana Pineda?", creo recordar que nos soltó en una de sus primeras clases. "¿No me digan que no han leído Mariana Pineda?", debió insistir sin respuesta alguna. Allí, en la clase, estábamos una serie de pardillos a verlas venir. Entonces, no conocíamos de verdad la obra de Lorca, ni nada. En el fondo, éramos jóvenes e ignorantes. Y no me da ningún pudor confesarlo. Qué se le va a hacer.

Manuel Fernández Lorenzo, mi tocayo, y Marino Pérez fueron mis otros maestros o profes en la facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Así se llamaba. Manuel, o Manolo, como quería que le dijéramos, era un discípulo muy posmoderno del señor Bueno. Manolo daba clases de Filosofía Contemporánea en tercer curso, y yo asistía a sus clases con legañas en los ojos (solían ser a las nueve) pero casi con reverencia. Este tipo tenía la gran cualidad de emparentar la filosofía con el cine de Buñuel, Visconti, Bergman y otros grandes, además nos hablaba del marqués de Sade, para muchos, quizá para todos a tenor de lo visto y vivido, desconocido. Nos hablaba con devoción de muchos grandes personajes de las artes y las letras. Manolo nos enseñaba filosofía clásica (a Kant por ejemplo) visto a través de una óptica más cercana a nosotros, pobres cuitadines, incluso más literaria y vivalavirgen. Este docente estaba muy interesado en el cine, incluso decía haber rodado algunos cortometrajes. Nos explicaba la filosofía de Kant a través de Thomas de Quincey, un autor calificado como maldito pero de una exquisita sensibilidad literaria, vital. No hay más que leer Confesiones de un Opiómano, El Asesinato, considerado como una de las Bellas Artes, o bien Los últimos días de Kant, para darse cuenta del talento de De Quincey. Manolo es uno de esos señores que te hace amar la filosofía aunque te resistas. ¿Qué será de él? ¿Seguirá impartiendo clases en la Facultad?
Me descubrió el buen cine, la buena literatura... y eso es muy de agradecer. Aquel hombre, de trato afable, era calvo, alto, siempre iba elegantemente vestido y lucía unas pequeñas y redondas gafitas. Parecía un dandy, provisto de su paraguas en los siempre orvayantes días vetustenses.
Recuerdo que incluso nos habló de una película magnífica de aquellos años, La leyenda del santo bebedor, de Olmi.

       

Blog de Manuel Cuenya (25-02-2010)

 


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