Salir al campo, a la Naturaleza, es algo saludable, además de un ejercicio impresionista de gran valor, acaso artístico. Tanto para la mente como para el cuerpo, que todo es uno, porque ya se sabe que mens sana in copore sano (según nos dijera Juvenal). Que los clásicos todo lo sabían.
Castaño en flor de Renoir |
Cada vez que pienso en salir al campo me vienen a la mente esos cuadros llenos de vida y vegetación que pintara por ejemplo Auguste Renoir.
Así que ahora que llega el verano (la estación más lírica del año, eso siento) necesitamos airearnos, oxigenar nuestras entendederas, salir de nuestro yo para re-ligarnos con otros... yos o yoes, desdoblarnos, abandonar la caverna de Altamira (la cueva de las luces, las sombras y los bisontes, que ejercen como númenes o dioses), volver a la normalidad (aunque ahora nos hablen de la nueva normalidad y cosas así, que vaya usted a saber qué es eso).
Ah, sí, ahora recuerdo que estamos aún con la pandemia por montera, esta epidemia vírica que ha atacado a todo el orbe. Y nos trae a mal traer por la calle de la Amargura.
Vaya amargor metióseme na boca.
Entonces, este será también un verano vírico, con brotes y aun rebrotes en la médula espinal de mis delirios. Así que cuidadín, que si antes no pillamos el bichejo, podríamos pillarlo en la nueva normalidad.
En realidad, hemos pasado del invierno al verano sin pasar por la primavera, la primavera negra, como el título de una de las novelas de Henry Miller, mi Henry y el Henry de June y Anaïs.
¿Qué diría el Coloso de Marusi si le hubiera tocado el Gordo del Coronavirus?
"Lo que no está en plena calle es falso, inventado, es decir, literatura... Nacer en la calle significa vagar toda tu vida, ser libre. Significa accidentes e incidentes fortuitos, drama, movimiento. Significa, sobre todo, ensueño... En la calle, aprendes lo que realmente son los seres humanos; de otro modo, más tarde, uno los inventa...", escribió Miller en su Primavera negra.
Por tanto, salgamos a la calle, a las calles (no diré hagamos la calle, o las calles), aunque preferiría salir al campo, a los campos floridos y fermosos, a respirar aires puros (bueno, ahora no sé si serán tan puros).
Salgamos, después de permanecer encerrados durante tanto tiempo (toda la primavera), aunque sí hayamos podido estirar algo las piernas.
Salgamos en busca de vida y calor. De calor humano. Esa temperatura afectiva que nos mantiene vivitos y coleando.
Volvamos a reencontrarnos con nuestros prójimos, que espero no se espanten como si todos fuéramos unos apestados, unos leprosos.
Nuestra lepra es hoy por hoy este virus, que al parecer se va con agua y jabón. Pero no os vayáis a tomar el agua con jabón, que hace pupa, como dijera el Trump acerca de la lejía. Y luego se carcajeara argumentando que era una broma. Hay bromas que es mejor no gastar a la población. No vaya a ser el demoi.
Este veranito se perfila atípico, sin romerías ni jolgorios (irreconocible estará nuestra matria/patria).
En Castilla y León, que de tan extensa casi se nos pierde de vista, dicen que prohíben las fiestas. Y a algunos va a darles un patatús sólo de pensarlo e imaginarse sin ferias ni fiestas a todo dar.
A uno, la neta, le da igual porque no soy romero ni fiestero.
A lo sumo, me dará pena que no se monte algún que otro concierto (este año también se ha suspendido el legendario Festival de Ortigueira).
Ortigueira en tiempos de normalidad |
Y lo de viajar por el mundo adelante lo tenemos chungo. No vaya a ser que rebrote la pandemia y nos pille alejados del terruño. Sin posibilidad de retorno. Un viaje sin retorno como el que vive/muere el protagonista de El cielo protector de Bowles, que Bertolucci adaptara al cine.
Así que sólo nos queda el viaje por la provincia interior o por el interior de la provincia. Y, a medida que el tiempo corra y se descorra el velo del virus, aproximarnos a otras provincias y tierras colindantes. O algo tal que así.
La verdad es que nos pilla a todos o casi todos como desnortados. O con la brújula a la virulé.
Qué ya no sabemos si vamos o venimos.
A ver lo que da de sí este verano, en el que aún no hemos entrado. Pero que en nada ya estamos ahí.
En vez de verano vírico, me hubiera gustado titular esta entrada como verano lírico, qué otro gallo nos cantaría. Por cierto, un gallo está entonando ahorita mismo su melodía. qué hermosos los sonidos animales. Y toda esa respiración de la Naturaleza. Toquemos pues la lira.
Un canto a la vida, hey.
Un canto a la vida... Pues sí Manuel, a pesar del miedo y del dolor la vida sigue y hay que bailar al compás de la música que toque.
ResponderEliminarSe hace duro no poder disfrutar este verano de las cosas más sencillas y tradicionales. Supongo que en los sucesivos, si estamos con salud, valoraremos y aprovecharemos las cosas que nos regala la vida, que aveces se nos olvida que estamos de paso y, además, con un pasaporte que tiene caducidad, Manuel.
ResponderEliminarUn poco de humor no viene mal. "No toméis el agua con jabón que hace pupita" Me he reído. Thanks!!
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