Montes y valles esplendorosos frente a bosques arrasados por el fuego, calcinados por la desidia, cuando no por la maldad humana, que existe a todas luces. La maldad en forma de atentado terrorista contra la madre naturaleza, esa que nos proporciona la vida y nos nutre con sus savia buena-bella.
Esta belleza, incluso en llamas, es lo que nos muestra la artista Cristina Masa Solís en sus cuadros, en su reciente exposición, cuya visita les recomiendo encarecidamente, pues estamos ante una de las grandes pintoras leonesas de la época actual. Y hasta me atrevería a decir que se trata de una de las grandes artistas de nuestro tiempo, porque en sus cuadros pictóricos no sólo hallamos belleza (la belleza como un modo de ser y estar el mundo, como única protesta ante tanta barbarie) sino una reflexión poderosa acerca del mundo en que vivimos, un mundo-Tierra que necesitamos cuidar con mimo, salvaguardar, porque de este modo podremos vivir más y mejor, en paz y en armonía. Y asimismo podremos dejarles a nuestros descendientes un mundo más habitable.
Arden los árboles, arde el campo, arde nuestra piel. Y nuestra alma. En este tiempo de asfixia. En esta época de incendios absurdos, que acaban calcinando nuestros recuerdos de infancia, nuestra memoria afectiva. Sobrecogen las llamas desde esta parte del bosque, con la mirada puesta en el centro exacto del desastre. La ceniza se cuela por nuestras fosas nasales. Respiramos desolación. Naturaleza a punto de fenecer. Cuadro tan real, tan sensorial y lleno de vida como si estuviéramos a escasos metros del fuego.
Arden los árboles, arde el campo, arde nuestra piel. Y nuestra alma. En este tiempo de asfixia. En esta época de incendios absurdos, que acaban calcinando nuestros recuerdos de infancia, nuestra memoria afectiva. Sobrecogen las llamas desde esta parte del bosque, con la mirada puesta en el centro exacto del desastre. La ceniza se cuela por nuestras fosas nasales. Respiramos desolación. Naturaleza a punto de fenecer. Cuadro tan real, tan sensorial y lleno de vida como si estuviéramos a escasos metros del fuego.
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