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miércoles, 29 de enero de 2020

Sousse y Monastir

19/12/2019

Hoy tocó Sousse y Monastir, que a veces toca la lotería, el Gordo navideño, aun sin jugar. Cosas del misterio. De ese que tiembla. Y para ser más exacto hoy ha tocado la lotería de Doña Manolita [vaya colas se forman en la madrileña urbe para comprar la lotería de mi toca yo, mi toca toca]. Pero cómo somos tan gregarios los humanos, a pesar de que el lúcido filósofo Nietzsche [rebuznancia al canto] nos hablara de la moral de rebaño. Pero qué "bogueguitos semos", mesdames o mis damas y messieurs monseñores de la corte [¿se dice così? ¿O cosâ]. Lo dicho, un dos por uno. Se puede pedir mas.

Si ya parezco todo un turista de esos a los que les planchan un día el culo en Bruselas, mismamente, en la cervecería Le Cercueil, el Ataúd, por ejemplo. Y al día siguiente están comprando alfombras y lámparas baratas y aladinescas en la medina de Sousse. Pongamos por caso.

Huelga decir que la Medina de Sousse es, sin moco de pavo ni de pava, Patrimonio de la Humanidad, de esta Humanidad deshumanizada, y vuelta de revés, aunque en Túnez, Tunisia, como en todos los sitios del planeta, no nos engañemos, lo mismo te encuentras con un gilipollas que pretende hacerse pasar por tu colega, con cara de muy pocos amigos -se ve a la legua, a poco ojo clínico que uno haya desarrollado en sus sesiones psicoanalíticas-, que con una rapacina con cara de buena, sonriente y habladora. 



Dice llarmarse Wiem y estudia Leyes en la ciudad de Sfax, que visitara en mi anterior viaje. Hablo de abril de este año. Wiem también aspira a ser Juez o Jueza. A Wiem me la encontré -en realidad ella se dirigió a mí-, en el trayecto de vuelta en tren desde Sousse a Bir Bouregba, que queda a pocos kilómetros de Baraket el Sahel, a medio camino entre Hammamet centro y Yasmine Hammamet, donde he plantado, en vez de un pino navideño, mi tienda de campaña. Un decir, o sea.

Monastir [o sea el monasterio musulmán o Ribat] es un sitio tranquilo y cálido, con un cielo azul comestible, como un postre almendrado, que procura muy buenas vibraciones.
Yo también te amo Monastir. I love Monastir. Amor a primera vez. Luego queda saber a qué sabe [valga otra vez la rebuznancia de burro desbocado], a qué huele, con su mar universal y sus palacios cuasi indios. Y eso que nunca he pisado la India. No vayáis a creeros.


Monastir amerita de unas vacaciones enteras. Y Sousse, que está a unos quince kilómetros de Monastir, casi casi como de Noceda a Bembibre, también luce espléndida con su cielo azul comestible, con su belleza comestible, y su hermosa Medina, la Midina, ¿del Campo? No, la Medina de la mar. Incluida su torre del Oro sevillana.


Ciudad costera y pesquera, con sus barquitos, con sus veleros a la antigua usanza, para regocijo de visitantes, con su rostro de ciudad antigua y a la vez moderna, incluso posmoderna, como una Europa desarrollada.
Me encanta sentir, con todos los sentidos, incluso con el propioceptivo. Y dejarme acunar por las olas que vienen y van, les vagues irresolues, como en la canción de Gainsbourg, 
que descansa en el cementerio parisino de Montparnasse, je t'aime moi non plus.

Túnez también tiene ese toque afrancesado incluso en el nombre de su red ferroviaria. Y el francés, como lengua, se habla casi tanto como el árabe, bueno, no tanto, pero se habla. Pues sigamos hablando de tú a tú. ¿O lo hacemos con el Vous? Con el Vos, con ese tono o entonación a la argentina. Che, viste, vos sos un pelutudo

Vos, toi et moi. A ver si me sigue tocando la lotería, sin jugar, claro. Que ese sí que es un mérito y un gran misterio de la física cuántica, con su principio de incertidumbre cual bandera de barco pirata. Mi barco y mi libertad. Espronceda navegando el bergatín por los mares azulados de la Tunisia. 

Las fotinas de Sousse y Monastir están mezcladas, barajadas, para que podáis jugar más y mejor.

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