Hoy, en La Nueva Crónica, artículo dedicado al filósofo de Benavides de Órbigo, Pablo Huerga Melcón.
https://www.lanuevacronica.com/opinion/la-ventana-indiscreta-de-pablo-huerga_16132_102.html
16/02/2016
16/02/2016
La ventana indiscreta de Pablo Huerga
Manuel Cuenya
Ahora que acaba de fallecer el gran
director italiano Ettore Scola, al que seguiremos recordando por películas como
‘Splendor’, entre otras muchas y excelentes; y después de leer el magnífico
ensayo del filósofo Pablo Huerga Melcón, ‘La ventana indiscreta, una poética
materialista del cine’, me apetece recordar la trascendencia que tiene esta
poética del siglo XX (ahora del XXI) y la importancia, asimismo, que ha tenido
en uno mismo, después de haber trabajado durante casi una década en la ex
Escuela de Cine de Ponferrada, en la que impartieran clases magistrales
cineastas como Amenábar, León de Aranoa o Gonzalo Suárez, entre otros, aparte
de extraordinarios técnicos o directores artísticos como el oscarizado Gil
Parrondo, a quien recuerdo con afecto.
Hace años, con motivo de unas conferencias en la Facultad de Educación de la Universidad de León, organizadas por el entonces Decano, el entrañable e inolvidable Justo Fernández Oblanca, preparé unas clases o charlas sobre la imagen y la palabra en el cine, en las que abordaba la importancia tanto de la imagen (no en vano, el cine en su estado primigenio es el arte de narrar sólo o casi sólo con imágenes, como ocurre en algunas películas del maestro Hitchcock) y la palabra (la esencia de la literatura) como complemento perfecto, sobre todo en estas películas: ‘Cielo sobre Berlín’ o ‘París, Texas’, de Wenders, ‘Persona’, de Bergman, o ‘Hiroshima mon amour’, de Resnais, por poner algunos ejemplos reseñables.
En aquellas conferencias también hablaba, entre otros asuntos, del montaje dialéctico de Eisenstein, cuyo cine es una síntesis de lo emocional (el cine como arte y emoción porque trabaja precisamente con imágenes) y lo racional o científico. De la imagen al sentimiento y del sentimiento a la idea. De este modo, el cine, al menos el suyo, podría ser un medio de expresión capaz de aunar el lenguaje lírico y el lenguaje de la razón. El cine no sólo como arte, el Séptimo (una síntesis de las seis bellas artes anteriores, a saber, la arquitectura, pintura, escultura, danza, música y poesía) sino como ciencia (‘humana’), una forma de conocimiento científico (verdad), tesis que sostiene el filósofo Huerga Melcón en su volumen ‘La ventana indiscreta’, en evidente alusión a una de las mejores películas del mago del suspense y a la metáfora del cine como ventana indiscreta, a la que podemos asomarnos desde distintos ángulos, planos y enfoques. En esencia, ‘La ventana indiscreta’ de Hitchcock recrea de un modo sorprendente el mito de la caverna platónico, según Pablo, quien aclara asimismo que el término ‘humana’ (en alusión al cine como ciencia humana) no es porque trate del ser humano, sino en cuanto trata «estructuras o procesos dados, sí, por la mediación de los hombres, pero que no son por sí mismos propiamente humanos».
Tomando como punto de partida el materialismo filosófico –la Teoría del Cierre Categorial del maestro Gustavo Bueno–, el profesor y filósofo de Benavides de Órbigo hace un análisis del cine, desde una perspectiva gnoseológica, llegando a la conclusión de que es una categoría nueva de la realidad, ‘la Poética del siglo XX’. Por tanto el cine, aparte de ser considerado como entretenimiento y ‘fábrica de sueños’, manipulación, montaje, engaño, opio, ideología o propaganda, incluso como lenguaje y discurso filosófico, es el arte de la imagen en movimiento (belleza, simulación mimética), poética de la pintura, pintura en el tiempo, ‘pintura en acción’, según hemos visto, por ejemplo, en el cine de Greenaway, o bien en ‘La mirada de Ulises’, de Angelopoulos, que cita Pablo Huerga, el cual también se refiere al ‘Séptimo Arte’ como ‘poesía pintada’ sosteniendo la tesis de que ‘la Pintura constituye la Materia del cine, y la Poesía constituye la Forma del cine, en su articulación dialéctica’.
El cine como ‘máquina del tiempo’, ‘techné’ o arte tecnológico, y aun como ciencia (verdad como identidad sintética, realidad representada), ‘ciencia del Presente’, en la que se dan cita a su vez diversas ciencias, desde la psicología (el fenómeno phi, efecto estroboscópico) y la fisiología de la percepción (la persistencia retiniana) hasta la termodinámica, la química, la física, etc.; o ‘ciencia de la praxis’, en cuanto hay ‘simulación de acciones finalistas en presente dramático’, escribe el propio ensayista en su libro. La verdad en el cine, nos aclara, «no reside en si lo que vemos es verdadero…, porque esto es irrelevante para el espectador, si el truco está bien hecho. La verdad en sentido gnoseológico en el cine tiene que ver con lo que narra…», con lo que construye y reconstruye, diríamos. Incluso una gran parte del cine de ciencia ficción, señala el autor, «está plagado de elementos verosímiles o ideas perfectamente comprensibles, de teorías científicas, etc., que no pierden interés por más que estemos ante acontecimientos de carácter ficticio…». Por tanto, el cine es una forma de conocimiento, más o menos organizado, una ciencia, “todo lo débil y discutible que se quiera, pero una disciplina de carácter científico..., que nos ayuda a analizar y comprender mejor nuestra propia vida», según Huerga Melcón, quien nos ofrece un excelente análisis a través de sustanciosas películas (‘Ciudadano Kane’, ‘Rashomon’, ‘Koyaanisqatsi’, ‘En busca del fuego’, ‘Blade Runner’, ‘El acorazado Potemkin’, ‘El sol del membrillo’, ‘En construcción’, ‘El cielo gira’, ‘La familia’ de Ettore Scola, o ‘La ventana indiscreta’…), que da título a este libro, imprescindible para estudiosos y devotos del cine.
Hace años, con motivo de unas conferencias en la Facultad de Educación de la Universidad de León, organizadas por el entonces Decano, el entrañable e inolvidable Justo Fernández Oblanca, preparé unas clases o charlas sobre la imagen y la palabra en el cine, en las que abordaba la importancia tanto de la imagen (no en vano, el cine en su estado primigenio es el arte de narrar sólo o casi sólo con imágenes, como ocurre en algunas películas del maestro Hitchcock) y la palabra (la esencia de la literatura) como complemento perfecto, sobre todo en estas películas: ‘Cielo sobre Berlín’ o ‘París, Texas’, de Wenders, ‘Persona’, de Bergman, o ‘Hiroshima mon amour’, de Resnais, por poner algunos ejemplos reseñables.
En aquellas conferencias también hablaba, entre otros asuntos, del montaje dialéctico de Eisenstein, cuyo cine es una síntesis de lo emocional (el cine como arte y emoción porque trabaja precisamente con imágenes) y lo racional o científico. De la imagen al sentimiento y del sentimiento a la idea. De este modo, el cine, al menos el suyo, podría ser un medio de expresión capaz de aunar el lenguaje lírico y el lenguaje de la razón. El cine no sólo como arte, el Séptimo (una síntesis de las seis bellas artes anteriores, a saber, la arquitectura, pintura, escultura, danza, música y poesía) sino como ciencia (‘humana’), una forma de conocimiento científico (verdad), tesis que sostiene el filósofo Huerga Melcón en su volumen ‘La ventana indiscreta’, en evidente alusión a una de las mejores películas del mago del suspense y a la metáfora del cine como ventana indiscreta, a la que podemos asomarnos desde distintos ángulos, planos y enfoques. En esencia, ‘La ventana indiscreta’ de Hitchcock recrea de un modo sorprendente el mito de la caverna platónico, según Pablo, quien aclara asimismo que el término ‘humana’ (en alusión al cine como ciencia humana) no es porque trate del ser humano, sino en cuanto trata «estructuras o procesos dados, sí, por la mediación de los hombres, pero que no son por sí mismos propiamente humanos».
Tomando como punto de partida el materialismo filosófico –la Teoría del Cierre Categorial del maestro Gustavo Bueno–, el profesor y filósofo de Benavides de Órbigo hace un análisis del cine, desde una perspectiva gnoseológica, llegando a la conclusión de que es una categoría nueva de la realidad, ‘la Poética del siglo XX’. Por tanto el cine, aparte de ser considerado como entretenimiento y ‘fábrica de sueños’, manipulación, montaje, engaño, opio, ideología o propaganda, incluso como lenguaje y discurso filosófico, es el arte de la imagen en movimiento (belleza, simulación mimética), poética de la pintura, pintura en el tiempo, ‘pintura en acción’, según hemos visto, por ejemplo, en el cine de Greenaway, o bien en ‘La mirada de Ulises’, de Angelopoulos, que cita Pablo Huerga, el cual también se refiere al ‘Séptimo Arte’ como ‘poesía pintada’ sosteniendo la tesis de que ‘la Pintura constituye la Materia del cine, y la Poesía constituye la Forma del cine, en su articulación dialéctica’.
El cine como ‘máquina del tiempo’, ‘techné’ o arte tecnológico, y aun como ciencia (verdad como identidad sintética, realidad representada), ‘ciencia del Presente’, en la que se dan cita a su vez diversas ciencias, desde la psicología (el fenómeno phi, efecto estroboscópico) y la fisiología de la percepción (la persistencia retiniana) hasta la termodinámica, la química, la física, etc.; o ‘ciencia de la praxis’, en cuanto hay ‘simulación de acciones finalistas en presente dramático’, escribe el propio ensayista en su libro. La verdad en el cine, nos aclara, «no reside en si lo que vemos es verdadero…, porque esto es irrelevante para el espectador, si el truco está bien hecho. La verdad en sentido gnoseológico en el cine tiene que ver con lo que narra…», con lo que construye y reconstruye, diríamos. Incluso una gran parte del cine de ciencia ficción, señala el autor, «está plagado de elementos verosímiles o ideas perfectamente comprensibles, de teorías científicas, etc., que no pierden interés por más que estemos ante acontecimientos de carácter ficticio…». Por tanto, el cine es una forma de conocimiento, más o menos organizado, una ciencia, “todo lo débil y discutible que se quiera, pero una disciplina de carácter científico..., que nos ayuda a analizar y comprender mejor nuestra propia vida», según Huerga Melcón, quien nos ofrece un excelente análisis a través de sustanciosas películas (‘Ciudadano Kane’, ‘Rashomon’, ‘Koyaanisqatsi’, ‘En busca del fuego’, ‘Blade Runner’, ‘El acorazado Potemkin’, ‘El sol del membrillo’, ‘En construcción’, ‘El cielo gira’, ‘La familia’ de Ettore Scola, o ‘La ventana indiscreta’…), que da título a este libro, imprescindible para estudiosos y devotos del cine.
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