Siempre os recordaremos con afecto, queridos Bernardo y Carlos.
(Este artículo aparece hoy mismo en la Nueva Crónica):
Esta semana estamos de luto. Se nos ha ido el panadero de Noceda,
Bernardo de Paz, un hombre que dedicó su vida al trabajo, haciendo tantas
hogazas que, poniéndolas todas juntas, una encima de otra, darían para
construir una escalera que tocara el cielo, algo así llegó a decirnos su hijo
Chente en el funeral de su padre. Por cierto, la misa me resulta cada día más
aburrida y falsaria, que me disculpen los creyentes, vida más allá de la
muerte, qué cosas nos cuentan los curas, si es que… Nos vamos como un suspiro,
y ni nos enteramos porque acaso es la vida es aquello que te pasa, que nos
pasa, mientras estamos ocupados haciendo otros planes, como nos dijera el
beatle John Lennon. Y ahora nos enteramos del fallecimiento de Carlos
Álvarez-Nóvoa, que un día estuvo en Bembibre para contarnos algunos de los
entresijos del Séptimo Arte y de las Artes Escénicas. Una velada inolvidable,
porque Carlos era ante todo buena persona y un hombre de una gran cultura, con varias
licenciaturas, incluso con un Doctorado en Filología Hispánica por la
Universidad de Sevilla. Un ser con el que uno conectaba a la primera, como si
hubiera una química especial, que diera la impresión y aun lograra que nos
conociéramos de toda la vida. Recuerdo con cariño que se desplazó, en su propio
coche, desde Sevilla (donde vivía) hasta la villa del Benevívere. Eso fue en el 2011, época en la que uno coordinaba Tardes de Cine. En
realidad, el actor Álvarez-Nóvoa, cuyo abuelo paterno, Bienvenido Álvarez-Nóvoa,
había ejercido como notario no sólo en Ponferrada, donde permaneció buena parte
de su vida, sino en Bembibre, no era la primera vez que visitaba nuestra
comarca leonesa. Antes ya lo había hecho para rodar un cortometraje, ‘Trofeo’,
a las órdenes del amigo y paisano Valentín Carrera, o cuando aceptó rodar encantado
otro corto, ‘33’, de la mano del
alumnado de la ex Escuela de Cine de Ponferrada, o bien cuando el
Festival de cine de la "Ciudad de la Energía” (glorieta del cine
incluida) le concediera un premio de honor en el 2009. Por cierto, en el
cortometraje que rodara, en 2008 en la Escuela de cine de la capital berciana, Carlos
interpretaba a un extremista religioso cuya misión era la de crucificar a un
profesor descreído.
Si bien su dedicación al cine era relativamente reciente (véase ‘Llanto
por Granada’, además de su inolvidable papel en ‘Solas’, de Zambrano, por
el que recibiera el premio al mejor actor en el Festival Internacional de Cine
de Tokio, y el Goya al actor revelación en el 2000), Álvarez-Nóvoa llevaba más
de medio siglo dedicándose al teatro, de un modo ininterrumpido, como
autor, actor y director de puesta en escena, desde que comenzara, a finales de
los cincuenta, en el Teatro Español Universitario (TEU) hasta algunos de sus
últimos montajes, como ‘Bodas de sangre’, de Lorca, con el
Centro Dramático Nacional y el Centro Andaluz de Teatro, con dirección de José
Carlos Plaza, o ‘La noche de Max
Estrella’.
En cuanto al cine, lo seguiremos recordando en sus últimos largometrajes como
‘De tu Ventana a la mía’, dirigido por Paula Ortiz, o ‘Las
olas’, de Alberto Morais, así como en diversas series de televisión: ‘Cuéntame’,
‘Hospital Central’ o ‘Vientos de agua’…
Como dramaturgo tampoco olvidamos
su premiada ‘La Venus del espejo’, un libro de relatos, ‘La Rosaleda’, y algunos volúmenes de investigación sobre la obra
de Valle-Inclán (en la que era un auténtico especialista), entre otros.
Con las muertes de Bernardo de Paz y Carlos Álvarez-Nóvoa
nos morimos también nosotros un poco más cada día.
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