Los veranos son buenos para salir en busca de luz, que
lo embellece todo, para viajar por la provincia, tanto interior como exterior,
y aun por otras tierras, para pasear en bicicleta por las sendas de los
afectos, para adentrarse en el fondo de un buen libro. Y este mes de agosto me
ha dado por visitar las brañas bercianas tras los lobos, y ahí que me he topado
con muchos aullidos, siempre siguiendo los pasos del magnífico cicerone Toño
Criado, ponferradino honorable, Premio Carandell del periodismo parlamentario,
buena persona y un gran profesional. Algo de lo que uno se enorgullece, que
haya paisanos y amigos capaces de hacernos amar nuestra tierra, en este caso con
un libro estupendo: ‘Lobos por el Bierzo’. Un volumen imprescindible para quienes
deseen conocer nuestra historia a través de estos “guardianes del bosque”, viajeros
aunque fieles al terruño, que en otros tiempos tan presentes estaban en la vida
cotidiana de los pueblos. Son muchas las leyendas (acaso realidades) que se
cuentan aún hoy en el Bierzo sobre los enemigos de los rebaños de ovejas. Como
algunas que ocurrieran por ejemplo en Noceda del Bierzo. Léase la de un lobo
“achagando” a una pobre oveja descarriada, que ni siquiera Santiago Teresín –el
abuelo de buenos amigos, entre ellos Miguel Ángel, Corresponsal de TVE en
Berlín- pudo salvarla.
Mi querencia por esta obra, editada para más inri por
Lobo Sapiens, me ha entusiasmado porque, además, Toño habla mucho del útero de
Gistredo (alto del Xáfra incluido), donde los lobos siguen aullando a la luna
fluida del invierno. “Lobo transido de locura, luna en adagio”, recoge el autor
citando al gran poeta Mestre. O “bajo las lunas trágicas del miedo”, según el
genial Pereira.
Si bien Criado recoge varias leyendas y tradiciones de
los lobos por todo el Bierzo -desde Igüeña, con mención especial a ‘El Tío
Perruca’, hasta llegar al museo de Carracedelo, cuyo artífice es el taxidermista
Solís Fernández, de Matarrosa, pasando por Losada, Rodanillo o Salientes y sus ‘Mil
madreñas rojas’-, cierto es que la ‘matria’ de las fuentes curativas está muy
presente a lo largo de este libro. Y por él desfilan personas entrañables como
Javier Arias Nogaledo, que escribiera una extraordinaria ‘Historia de lobos’ en
la revista ‘La Curuja’, el poeta Julio Travieso, con su ‘Memorial de la villa
de Noceda del Bierzo’, la poeta Felisa Rodríguez, el mítico tamboritero Antonio
García y su discípulo Mateguines, Paco el fresquero o Esteban de Paz, entre
otros.
Además, el romance de la loba parda y el cabritín-cabritate
te harán fantasear. Gracias, Toño.
Gracias Manuel Cuenya, por esta reseña del lobo, que a uno le revive el recuerdo infantil, tras escuchar el relato de los progenitores un tanto exagerado en lo imaginario con ánimo amedrentador para que uno se durmiera y con el impacto de las peripecias de lobeznos contadas te ibas acurrucando en la cama, como si tal alimaña a punto estuviera de atacarte. Pero lo que te atacaba ere el sueño y Morfeo se encargaba, de en descanso placido abrazarte.
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