Este año mayo no está marceando, como reza el refrán. A
veces los refranes son sólo eso, dichos populares, que no siempre atinan,
incluso yerran de un modo atronador. En ocasiones, sólo en determinadas
circunstancias, el sentir común se revela inefectivo por dicharachero. El
futuro, ni quiera el inmediato, se me antoja imposible de predecir por más que
uno le eche cuento y adivinación al asunto. Y en este caso se alegra uno de que
este mayo haya llegado al Bierzo, a la provincia de León, cargado de luz y
verde clorofila, con rostro de chiquilla chistosa y juguetona, lo cual me
produce un placer inmenso. Ojalá viviéramos siempre en un mayo de esta guisa,
acaso como en la eterna primavera de la Cuernavaca ‘mexica’. Por fin, después
de un largo, triste y lluvioso invierno ha llegado la primavera a esta
república de los almendros, incluso al útero de Gistredo, desde el que me dejo
arrullar por sus aguas medicinales, curativas, dicen las lenguas. También las
palabras, sabiamente proferidas, pueden convertirse en un bálsamo para la
mente-cuerpo. Por eso conviene, al menos de vez en cuando, acostarse con ellas,
acariciarlas, abrazarlas con devoción. Ay, las palabras.
Nicolás Miñambres
|
Gregorio F. Castañón
|
Ahora me estoy acordando de que Nicolás Miñambres nos
obsequió con un libro, editado por Gregorio Fernández Castañón, gran mecenas de
la cultura leonesa, sobre los meses del año: “… al mes de Mayo le llaman del
amor, que el amor, en la vida, es la más bella flor”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario