Os dejo la columna de ayer miércoles en la Nueva Crónica. Espero que os guste.
El reciente
fallecimiento de Gelman, que por fortuna sigue vivo entre nosotros, porque los
grandes nunca se mueren, me ha hecho rememorar que el escritor argentino estuvo
en León en 2012 para recibir el simbólico premio que concede el Club Leteo, comandado
por el poeta Rafa Saravia, quien está realizando una gran labor cultural en
nuestra provincia. También por la capital han pasado, para recoger su premio
Leteo, otros grandes escritores del panorama universal, entre ellos el poeta
brasileño Ledo Ivo (ya fallecido), el francés Houellebecq, el americano Paul
Auster, el sirio Adonis, el irlandés Banville o los españoles Gamoneda, Arrabal
y Vila-Matas.
León, que se ha
revelado en ocasiones como una madrastra en el acogimiento de sus escritores, es
tierra pródiga en gente de letras. Las teorías a este respecto, que sea una
provincia con tantos y tan excelentes literatos y aun periodistas y artistas
plásticos, son varias, que si el frío y la nieve que invitan a la fabulación,
que si el noroeste fronterizo, que si los filandones, filanderos y calechos que
estimulan y facilitan los cuentos orales, acaso la emigración forzosa a la que se han visto obligados muchos
leoneses, lo que despierta tanta melancolía de la tierra perdida, como me contara David Rubio en ‘la fragua literaria’.
Se trata, en todo caso, de un espacio literario en el que han nacido notables y
sobresalientes narradores y poetas, que en su mayoría, al menos los
consagrados, han tenido que abandonar el terruño para ser reconocidos como
tales. Y esto siempre produce una sensación de impotencia y malestar porque León,
con tanto potencial humano, podría ser una meca de las letras, una capital de
la Literatura.
Cuna mundial del
parlamentarismo y candidata a la capitalidad europea, León debería convertirse en Ciudad
Literaria de la Unesco, distinción otorgada por ahora a ciudades como Edimburgo,
Iowa, Melbourne, Dublín, Reikiavik, Norwich o Cracovia. Imaginad a nuestra
capital provincial –“la bella desconocida”,
que diría Julio Llamazares, uno de nuestros grandes escritores, tal vez el
mejor–, con proyección internacional, no sólo
en lo literario sino en la enseñanza del idioma castellano para extranjeros, de
modo que cuando los leoneses (y leonesas) viajemos por el mundo “adelante”,
nuestra provincia suene y hasta resuene, y nadie confunda a León con Lyon, como
me ocurriera en Nueva York con un tipo que, al decirle que era leonés, comenzó
a chapurrearme en francés: Vous êtes
français? Excuse me, Sir, I’m Spanish.
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