Molín de Ampuero
Recupero este texto, de aquella mi época en la que no sólo hacía fraguas sino molinos o molines. Hace unos días, en excelente y afectuosa compañía, me adentraba, con una nieve considerable, en la zona de los molinos del barrio de Vega, de Noceda del Bierzo, mi útero, y descubrí, con curiosidad, que el molín de Ampuero está arreglado, o mejor dicho, lo están restaurando. Un lugar estupendo para cantarle a la vida y al amor, y festejar, a ritmo de whisky Jack Daniel's, que el paisaje, en este caso nevado, es memoria afectiva, calor, reino para arrumacarse. Una maravilla, o sea. Y en primavera, cuando florezca la naturaleza, volveré para sentarme a contemplar el fluir del tiempo, el río, el agua que corre de una fontanina colocada a la entrada del molín.
Desde la zona de Ampuero, Noceda del Bierzo
Como hiciera con La Fragua de
Furil hace algún tiempo, hoy me apetece
adentrarme en El Molín Ampuero, y aun en otros molinos que en el mundo
hay, tal vez con el fin de triturar algunas
palabras cual si fueran granos de trigo. Espero, al menos, obtener fariña con
que amasar mis “croissants” o cuernecillos
de desayuno lingüístico. Es un gustazo darse un desayuno con estos
panecitos. Qué os aproveche, también a vosotros .
Por supuesto, El Molín Ampuero o de
Ampuero no lo eligí al azar. La casualidad, en este caso, antes se hizo
causalidad. Todo, o casi todo, tiene una explicación. Y este molín la tiene,
porque es para mí como un emblema de recuerdos y añoranzas. Una vez más, molín
-al igual que fragua- me parece un nombre muy hermoso, ciertamente proverbial,
que hace referencia a todo aquello que trasforma materiales. Y el molino los
convierte en alimentos. Lo cual es maravilloso. Pues en un molino se machacan
granos de trigo y centeno, amén de otros granos, cereales de indudable valor
nutritivo. La comida, y el pan en especial, es uno de mis placeres. A qué
tontuelo le amarga un pan de dulce.
La palabra molino es legendaria,
lírica, muy literaria. Me hace recordar la espantable y jamás imaginada
aventura de los molinos de viento que viviera Don Quijote. El Ingenioso Hidalgo
Don Quijote de La Mancha, dicho sea de paso,
es como una gran biblieteca, donde uno acaba hallando lo que busca.
Cuando visité por primera vez Campo de
Criptana me quedé alucinado. Me parecía extraordinario ver a aquellos gigantes
blancos moviendo los brazos en medio de un lugar, de cuyo nombre sí quiero
acordarme.
Ampuero es en la actualidad un
molino en estado calamitoso, destartalado, situado en La Veiga, en Noceda del
Bierzo. Es una lástima que este molino, y aun otros más, no hayan sido
restaurados. El Molín de Ampuero forma parte de un conjunto de tres molinos a
orillas del río Noceda (en el barrio de Vega). Sólo uno de ellos sigue en
funcionamiento. También en el barrio de Río hay otros tres molinos, alguno restaurado y utilizado por los vecinos. Espero que algún día se puedan
recuperar todos estos molinos en bien del caudal artístico y/o artesanal
berciano.
Confieso mi debilidad por los
molinos, ya sean de agua o de viento. Me gustan los molinos y los países como
Holanda, Bélgica o Dinamarca, donde te
puedes topar con estos monumentos en cualquier sitio, sobre todo en Holanda. A
decir verdad, este es uno de mis países preferidos de Europa, quizá porque es
tierra de molinos. Hay lugares como Zaanse Schans -cerca de Ámsterdam- donde al
visitante podrían confundirlo con un molino o molen. Desde Ámsterdam se puede
llegar a Zaanse Schans dando un peseíto
en bici.
Al estilo de Alphonse Daudet, con
sus fascinantes Lettres de mon Moulin, me encantaría transmitiros la pasión
que tengo por los molinos. Daudet, que era un bohemio y acabó estirando la pata
a resultas de una sífilis, llegó a comprar un molino, en Fontvieille, cerca de
Arles, en 1864. Un molino de viento y de harina -tal y como consta en estas
cartas de Daudet-, en pleno corazón de
Provenza, y que en la actualidad
está considerado como monumento histórico. Daudet era un enamorado de las
costumbres y tradiciones populares.
En Francia, y en concreto en París,
hay molinos preciosos y archiconocidos
como El Moulin Rouge, en Pigalle, o Le Moulin de La Galette, en Montmartre.
Y aun otro -con la inscripción Halte Vieux Moulin- que recuerdo haber visitado
en la periferia parisina.
El Molín Rouge -lugar distinguido de
Cancán y de Mistinguette- es un símbolo
de diversión y voluptuosidad, y en
tiempos sirvió de cuna y tumba pictórica a tipos como Toulouse-Lautrec, que
vivió por y para este rojo antro de perversiones, cuando aún tenía algo de
antro y los artistas eran auténticos bohemios.
Hoy El Molino Rojo es un cabaret
de lujo, al que uno debe ir vestido de frac y pajarita y con la visa en los
dientes. El dinero en París es tu mejor carta de presentación. De lo contrario
no te dejan asomarte a la puerta.
Me quedo con otros molinos más humildes, como
el de Ampuero, aunque ya sólo permanezcan unas paredes en pie.
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