Puente colgante en Portugalete
Vuelvo
a Bilbao, después de tantos años, con la sensación de haber llegado a buen
puerto, a ese punto o espacio afectivo desde el que desembarcaran -incluso
embarcaran- las ilusiones y los sueños hechos realidad.
Portsmouth (Inglaterra) a tiro de ferry.
Cuánto placer regresar a un mapa impregnado de recuerdos y afectos, a un sitio marcado por lo familiar y lo amistoso, pues allí vivía mi hermana mayor (con mi cuñado y sobrinos) y allá siguen viviendo muchos nocedenses que emigraran al País Vasco, sobre todo a Bilbao, en la época de su esplendor industrial, con los Altos Hornos funcionando a toda mecha. En esa tierra continúan aún algunos grandes amigos y amigas, entre ellos Javi, Ana, Jose, Pili, Elena, Aitor, Rosa... Gracias por estar y ser.
Gracias por estar ahí (áhi) con motivo de mi charla en el Hogar Leonés de Bilbao. Gracias a tantos leoneses y tantas leonesas, que con su esfuerzo y trabajo han contribuido a que Bilbao sea hoy la ciudad que es, porque no hay nada mejor que el mestizaje y la pluriculturalidad para construir el mundo, la polis.
Panorámicas de Bilbao
Inolvidables Javi y Ana, que ejercieron en calidad de hospitalarios y amorosos cicerones a lo largo de toda la ría, mítica y cantarina ría, "desde Santurce (Santurtzi) a Bilbao vengo por toda la orilla", haciendo parada en la bella Portugalete, que luce magnífica y monumental en su casco antiguo, con la plaza del Solar (incluido el monumento a Víctor Chávarri), la antigua estación de ferrocarril (en la actualidad alberga la oficina de turismo), la torre feudal de Salazar, el kiosco de la música, el paseo marítimo, el muelle viejo, y el puente colgante como auténtico símbolo de su esplendor marinero. Inaugurado a finales del siglo XIX, en concreto en 1893, se dice que es el primer puente con transbordador colgante del mundo. Una obra de arte en ingeniería, que hace recordar la estructura de la Torre Eiffel parisina, incluso el puente del viejo Oporto, y que desde 2006 es Patrimonio de la Humanidad.
Quien visite el Gran Bilbao no debería perderse esta maravilla, que además te permite pasar en barquilla a la otra orilla, al lujoso barrio de Las Arenas, donde viven los burgueses y nuevos ricos.
Unamuno en Santurce
Fue un placer y una delicia volver, después de tanto tiempo -en realidad no tanto, tampoco hay que exagerar- a una ciudad modernizada, aseadita y linda, sobre todo desde que le dieran un barniz colorido y la adornaran con bellas estatuas (véase el caballo con bridas de Botero en la Gran Vía) y vanguardistas edificios y museos a orillas de la ría, como el Guggen o el Palacio Euskalduna, que semejan por lo demás barcos varados en medio de un soñado océano urbano. Al lado de la araña y la llamada casita del floral y florido perro Puppy (o sea el Guggenheim de Gehry) se puede visitar también la estatua de Ramón Rubial, que asimismo cuenta con el nombre de una calle.
Araña en el Guggen
Entre los nuevos emblemas arquitectónicos de la ciudad llaman la atención el rascacielos de Iberdrola (lástima que no dejen subir hasta arriba para poder contemplar la urbe del Nervión), la Grúa Carola, las torres Isozaki y el aledaño puente de Calatrava, los fosteritos (o estaciones de metro, en honor a su diseñador Foster, que por lo demás funcionan muy bien), la ampliación del Museo de Bellas Artes (con un buen surtido de importantes y bellos cuadros) o la sorprendente La Alhóndiga, que ha pasado de ser un almacén vinatero (inutilizado) a convertirse en un impresionante complejo cultural y de ocio, soportado en variadas y variopintas columnas, gracias a un arquitecto francés: http://www.alhondigabilbao.com/la-alhondiga-centro-de-ocio-y-cultura. Los devotos y devotas del cine de Antonioni están de enhorabuena, porque se le dedica, en este espacio, un ciclo a toda su filmografía. Para no perdérselo. La Alhóndiga: un lugar imprescindible.
Rubial
Vuelvo a Bilabo (Bilbo o botxo -agujero-, le dicen los euskaldunes), después de no tanto tiempo, como bien me recordaba el entrañable amigo Jose, pues en el año de 2006 estuve en la ciudad, precisamente con él, para asistir al concierto que dieran los legendarios The Who en el BEC (Bilbao Exhibition Centre), situado en Barakaldo.
Rubial en Santurce
Torre Iberdrola al fondo
La verdad es que me encantó volver recientemente a esta ciudad, a este Gran Bilbao, que luce espléndido, incluso en días neblinosos y fríos (¿serán los ojos, la mirada del menda?), y sentir el acogimiento caluroso por parte de mis cuates, nacidos casi todos y todas en aquellas tierras vascongadas, aunque con orígenes bercianos, incluso Aitor, que ya está religado de un modo afectivo con el Bierzo (y hasta podríamos nombrarlo, llegado el caso, hijo adoptivo de Noceda del Bierzo).
Guggen
Ese Gran Bilbao, marítimo y sardinero, que atrae como un imán a su paso sobre todo por Portugalete, que cuenta con una gran obra de ingeniería de su muelle (imprescindible para que los grandes barcos puedan adentrarse en la ría) y Santurce, localidad ésta última donde por cierto luce un busto (enfrente del bello palacio de Oriol) de otro berciano (aunque nacido en Erandio) como fue el gran Ramón Rubial, además del mercado de pescado, una estatua de Unamuno.
La visita a la ciudad bilbaina se quedaría corta y raquítica si uno no se aproxima al teatro Arriaga (la Ópera vasca con reminiscencias francesas), o bien se adentra en la Ribera como preámbulo de sus siete (y más calles) del casco viejo, donde está el Hogar Leonés, o la casa donde viviera Unamuno, incluso la plaza que lleva su nombre, la catedral (que recuerda a la de Oviedo), la plaza Nueva (Mayor) o la fuente del perro. Por citar sólo algunos lugares de interés. Y, por supuesto, resulta imprescindible, sobre todo para quien le gusta fisgar desde las alturas y tener una panorámica completa de la ciudad, treparse, eso sí, en funicular, al monte de Artxanda, que también da vista al aeropuerto de Sondica/Sondika. Me recuerda Aitor que la pista de este aeropuerto está en desuso, y que el nuevo lo han trasladado a Loiu/Lujua, apodado "la Paloma".
Con nostalgia, aunque en excelente y afectuosa compañía, tomo el tren mañanero y dominical en la Estación de Abando (no sin antes echarle un vistazo a su llamativa vidriera) y me despido de la ciudad (y por supuesto de mi amigo Javi, que estuvo colosal en su intervención en el Hogar Leonés de Bilbao con motivo de la presentación de mis relatos de acá y de allá).
Hasta la próxima... parada.
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