Qué pena que no la pudiera ver/escuchar en directo. Su última actuación fue en Madrid, a principios de julio de este año. Me la anunció mi amiga Maite en la capi del Reino: me voy a un concierto de Chavela en la Residencia de Estudiantes (legendario lugar donde estuvieran, entre otros, los genios Dalí, Lorca y Buñuel). Pues yo me voy a Priego a un encuentro poético, le respondí. Ahora ya no caben lamentaciones. La verdad es que nunca sirven de nada. Lo pasado, pasado está. Y ya. Los pretextos, que diría un mexica, los inventaron los pendejos y para los güeyes. Nomás.
Lo que sí da pena es que se muera alguien con tal fuerza escénica, capaz de sobrecoger con su voz desgarradora a propios y extraños. Ahí queda esa llorona, que me eriza hasta los vellos del alma, cada vez que la escucho, y tantas otras canciones. Una rancherita más, manita.
Te lloraremos, Chavelita, te seguirán llorando tus cuates y cuatachas en la mítica y chingoncita plaza de Garibaldi del Distrito defequense, el D.F, o sea, porque fuiste enorme. Pero también permíteme tantito que ahora me ría de la calaca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario