No recordaba haber visto Sierra de Teruel (1938-39), la película franco-española dirigida por escritor y político francés André Malraux, que adaptó a partir de su novela L'Espoir (La esperanza), la esperanza de que la dictadura no se impusiera (que desafortunadamente se impuso, para horror de tantos españoles y españolas), una obra inquietante Sierra de Teruel, entre el documental y la ficción, en la que Malraux relata sus propias vivencias en el frente aragonés. En todo caso, sí sabía de su existencia y, después de la lectura de El viaje de mi padre, del gran escritor amigo Julio Llamazares, que la menciona en su obra, he visto esta cinta extraordinaria, que nos cuenta un episodio de la Guerra Incivil, en la que el intelectual francés participó con las Brigadas Internacionales, organizando una escuadrilla de aviadores llegados de todo el mundo para defender el gobierno de la II República.
En los años de posguerra, Malraux fue ministro de cultura en Francia (1959-69) bajo el mandato de Charles de Gaulle.
En algún momento también espero hacer una reseña de El viaje de mi padre, que me ha resultado entrañable, como todo lo que escribe el maestro Llamazares, el cual, a través de una prosa sencilla, aunque plena de belleza y sensibilidad literarias, nos ayuda a reflexionar acerca de quiénes somos y a la vez nos emociona siguiendo el viaje que hiera su padre y un amigo de su padre, Saturnino, en la Guerra Incivil por lugares como Teruel o Castellón, entre otros. "... Con dieciocho años hizo por obligación un viaje que le llevó a cruzar la península ibérica de extremo a extremo -se refiere Julio Llamazares a su padre Nemesio en El viaje de mi padre- y que le marcaría por siempre, pues fue para ir a la guerra, de la que volvió milagrosamente, ya que le tocó participar en algunas de las peores batallas de la contienda civil española: la de Teruel y la de Levante, con un punto de inflexión en la sierra de Espadán, en la provincia de Castellón, donde a punto estuvo de perder la vida".
En cuanto a Sierra de Teruel, cabe recordar que el escritor Max Aub, memorialista asimismo del genio Luis Buñuel, fue ayudante de dirección de Malraux y se encargó de traducir el guion a la lengua castellana. El guion, en el que intervino el propio Malraux además de Max Aub, Denis Marion y Boris Peskine, se basa en la tercera parte de la novela L'Espoir, que Malraux había escrito en 1937.
Una película filmada en plena Guerra Incivil en su mayor parte en Cataluña, cuyo rodaje, harto complicado, se vio interrumpido por el avance de las tropas franquistas hacia Cataluña, con lo cual Sierra de Teruel tuvo que finalizarse en París en 1939, unos meses antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, de forma que no pudo verse en Francia durante la ocupación alemana, pudiendo exhibirse en 1945 (se llegó a creer que todas las copias habían sido destruidas por el nazismo). Tampoco pudo verse en España hasta 1977, después de la muerte del dictador.
Sierra de Teruel se realizó con poca financiación y escasos recursos técnicos y humanos, con unos pocos actores profesionales y la participación de lugareños, el paisaje y paisanaje de España (me eriza todos los vellos del alma), y una fotografía en blanco y negro que cala hondo en las entrañas. Sobrecogen sus imágenes y sus sonidos, los disparos de los cañones, el estallido de las bombas, su música. Sobrecoge ese pueblo de campesinos de rostros curtidos que se defiende como puede -sin munición, sin cañones, sin casi nada-, de los militares. Se me hace conmovedora la escena en que un campesino no reconoce desde el aire, subido a un avión, sus campos, así como cuando vemos desfilar a muertos y heridos en la montaña, secuencias de una extraordinaria fuerza emocional, deudoras del montaje del cine revolucionario soviético e inspiradoras del incipiente neorrealismo italiano de Rossellini, con Roma, ciudad abierta a la cabeza.
La guerra resulta espeluznante, para unos y para otros, sobre todo para los más débiles. La guerra siempre se pierde. La pólvora de la Guerra Incivil se ha quedado impregnada en mi pituitaria y tatuada en mi espíritu.
Después del visionado de Sierra de Teruel, siento que estamos ante un documento verosímil, creíble, imprescindible, que perdurará en nuestra memoria colectiva.


