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sábado, 22 de julio de 2023

Vuelvo a Ortigueira con ilusión

Vuelvo a Ortigueira un año más con la ilusión de la primera vez. No conviene perder la ilusión, que es lo que nos mantiene vivos. Y por supuesto no podemos perder la inquietud, las ganas de viajar, de salir, de disfrutar de la música -que es nutriente espiritual de primer orden-, de la naturaleza, que hace que nos sintamos saludables, de re-ligarnos con la belleza, que es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo, como acostumbraba a decir el periodista Ramón Trecet en sus Diálogos 3, que era un maravilloso programa musical en Radio 3, RNE. 

La belleza que engendra amor y el amor que engendra belleza en este mundo que hemos construido los humanos a nuestra imagen y semejanza. 


Un año más en este territorio de gaitas y cornamusas soplando con ímpetu y ritmo musical. 

Un año más en este espacio verde, con aroma a alga marina bajo un cielo azul comestible, como una langosta azul, por supuesto. Y con una temperatura realmente agradable. Me entusiasma volver a Ortigueira para asistir al festival Internacional de música celta... folclórica. Para danzar al son de grandes bandas.

(Tomado de mi muro de Facebook)

Vuelvo a Ortiguera para saborear esta tierra tocada por las gaitas y las cornamusas como si fuera la primera vez. Y me siento feliz, si tal puede decirse, habida cuenta de que la felicidad es algo que a menudo se nos escurre entre las manos, porque vivimos en una sociedad líquida.

Tal vez tendría que hablar de ataraxia, esa tranquilidad, esa serenidad, ese equilibro que buscaban los filósofos epicúreos y los estoicos, incluso los escépticos. La ataraxia como tranquilidad y ausencia de miedo, según Séneca, que me dio una vuelta a la cabeza cuando leí De la brevedad de la vida: "El tiempo presente es muy breve. Siempre está en marcha, fluye y se precipita: desaparece antes de llegar". 
Por eso debemos aprovechar el tiempo, cada instante, vivir en el aquí y en el ahora, porque el pasado pasado es (eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor es una quimera y además puede procurarnos nostalgia, incluso depresión) y el futuro es algo que puede producirnos incertidumbre, ansiedad, angustia, que a veces se traduce en infartos, entre otros contratiempos. 

Al final, Ortigueira, con su extraordinario festival internacional de música, me invita a la reflexión y a la vez me ayuda a sentirme vivo. La música me hace vibrar y este año me gustó escuchar a bandas como Peoples for Boghall and Bathgate Caledonia Pipe Band y Bagad Sonorien An Oriant. O grupos como Rura, Startijenn o Le Vent du Nord, aparte de Fetén Fetén, que fue toda una revelación. 

Con Nina y Diego en Río Sor

Me gustó volver a Ortigueira, que es ya un mapa de los afectos, y encontrarme con Nina y con Diego, el hijo de Mari Luz y Orlando, los dueños del mesón Río Sor, los cuales ya fallecieron, desgraciadamente, porque ambos eran jóvenes y me trataban con gran hospitalidad. Unas palabras de recuerdo afectuoso les dedico en mi reciente libro El verde aroma del Noroeste.  

A Nina la conozco desde hace años como camarera del mesón Río Sor, el cual estuvo cerrado durante dos años por el fallecimiento repentino de su responsable Orlando. 

Me gustó volver a disfrutar de este mesón, como si estuviera en casa, donde por cierto se come una comida casera deliciosa, de gran calidad. Y me sentí muy a gusto en el hostal La Perla, como si fuera un hotel de lujo.

Muy amable también la señora que lo regenta. La suerte me acompañó, eso creo. En Galicia tengo la impresión de que estuviera en mi tierra, en mi pueblo. Poder descansar bien, en forma, con una buena ducha cada día, le permite a uno continuar animado, con ganas de farra. Y de este modo deleitarse con el paisaje, que me sigue pareciendo hermoso y también con el paisanaje, dispuesto a darlo todo en días de festival. 

La zona de acampada en la playa de Morouzos sigue vibrando día y noche, aunque uno, que sigue manteniendo espíritu bohemio, prefiere darse un garbeo por la misma para luego dormir en un sitio confortable. Será la edad, que no perdona. 

Una tierra tocada por el verde y el mar, con sus acantilados y sus playas.  

Desde el promontorio de la Garita da Vela, que es un emplazamiento estratégico, privilegiado, se divisan la ría de Ortigueira, el puerto de Espasante, el de Cariño y el Cabo Ortegal, en días despejados, pues hoy el día está gris y lluvioso. Un lugar que hechiza por su belleza natural. 

Seguiré escuchando el latido de su música.

(Tomado de mi muro de Facebook)

Incluso tuve la ocasión de visitar Espasante, que atesora, como su vecina Ortigueira, un gran encanto. Gracias a Juan Pedro (alumno mío de la Universidad de la Experiencia, que se pasa el verano en esta zona) por mostrarme algunos sitios chulos, como la garita o casa da vela, a los que espero volver porque el verde aroma del Noroeste resulta siempre harto inspirador. 

1 comentario:

  1. Vuelves y requetevuelves... a disfrutar de paisaje, gastronomía ¡y clima!, seguro que menos severo que el de esta "Soria pura, Soria fría..."

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