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sábado, 8 de julio de 2023

El paradisíaco Varadero

 Varadero es, para los cubanos, el mejor destino para pasar sus vacaciones. Quienes pueden hacerlo, que no son muchos, aunque ya hemos dicho que también existen clases en Cuba. Quién lo diría en un sistema supuestamente comunista. Qué ya ha dejado de serlo. Quizá nunca llegó a serlo en su totalidad. Parafraseando a Orwell, unos siempre serán más iguales que otros. Con lo cual la tan cantada igualdad no existe ni creo que vaya a existir nunca entre humanos, ni tampoco entre animales. Bueno, los humanos también somos animales, a veces en exceso. 

Varadero es tal vez el mejor destino turístico para los cubanos, que adoran el Todo Incluido que proponen los hoteles. Y por supuesto el lugar preferido para vacacionar de muchos turistas que en el mundo son, entre ellos los canadienses, que gustan mucho de Cuba. Será porque a ellos, pobrecitos, no les luce el sol en todo el año. Al menos no como en Cuba, claro está. Y tampoco gozan de esas playas de arena blanca y mar azul turquesa, marca Caribe. Aunque en España tenemos por ejemplo las islas Cíes, que son bellísimas, el Caribe galego. Y en otros lugares, como Túnez, tienen la isla de Djerba, que es una pasada, como se dice en el argot. 

En Varadero puede uno quedarse varado como un barco para contemplar los amaneceres y atardeceres caribeños, a la sombrita de una palapa, embriagado de azul y ron. Es un decir. 

Para un rato (el temple justo para pasar el día), puede merecer acercarse a este enorme espacio playero cubano, donde puede practicarse el snorkel, pleno de hoteles de cuatro y cinco estrellas, los llamados resorts o complejos hoteleros, como el que me tocó, Meliá Las Antillas. Imagino que son bastante parecidos casi todos. Bueno, unos más iguales que otros. 

Cabe recordar que los Meliá son de origen español, con sede en Palma de Mallorca. Vaya negociazo se han montado los españolitos en Cuba y aun en otros muchos lugares del mundo. Es bien sabido que España está a la cabeza del Turismo Mundial. 

Gio, el guía, y el chofér, Luis, nos depositan (se puede emplear este palabrín) en nuestros respectivos hoteles, porque a Ana Eva y Pilar las dejan en un hotel diferente al mío y a Saúl y Leticia en otro. Cada cual en su gallinero o pollinero y dios en el de todos, algo así dirían los católicos. ¿No? Sí, conviene meter algo de humor, aunque sea harinoso, para sobrellevar la realidad que a veces se impone como una apisonadora. 

El asunto es que sí tuve la ocasión de remojarme en las cálidas aguas caribeñas, pasear a orillas del mar, disfrutar de al menos una amanecida pero pronto llegó el Comandante y mandó parar. ¿Qué tendrá que ver el Comandante con esto? Pues algo me sentó mal, agua, alguna salsa, sabe dios qué, y me puse fatal, cosas que pueden ocurrir y ocurren a veces. Me tocó la lotería. Y eso que pensaba comer y beber como un león. Es broma.

Qué predomine siempre la moderación, que los excesos son terribles para la salud. Algo, no sé muy bien qué, me sentó como un tiro. Incluso me fui a ver a la doctora que atiende en el propio hotel. Le expliqué el asunto. Me dijo que eso podía ser pasajero. Que si me ponía peor que volviera a verla. Le mostré el seguro de viaje que llevaba, porque supuestamente me cubría todos los posibles gastos médicos. Me indicó como que el seguro ya había caducado. ¿Pero cómo va a caducar si el viaje está en vigor? Entonces, después de charlar con la doctora cubana, me puse en contacto con mi agencia de viajes para que me especificara bien que el seguro seguía siendo válido hasta el final de mi viaje y estancia en Cuba. Álvaro, amable y diligente, me lo envió por correo. Pero, después de charlar con esta doctora, tomarme sólo líquidos como agua mineral, agua con gas y agua tónica, parecía que me mejoraba, que me iba recomponiendo. Y me dejé fluir... eso sí, contracorriente abajo... por los barrancos de la ilusión. Como si me hubiera embarcado en el cuento A la deriva, de Horacio Quiroga. 
No volví a darle la turra a la buena médica. Pasé la mañana aplatanado, pues aún era relativamente temprano, en torno a las nueve y media de la mañana, hora local. Y no me apetecía más que descansar, andar echado a la fresca, si tal puede decirse. En esta tierra caliente, como su nombre indica, el calor es insoportable. Y los mosquitos odiosos. Te acribillan. 
Y te dejan hecho un asquito. 
Lamento que mi narración no vaya por derroteros de lindeza, sino de crudeza. Pero así se dio y así se lo cuento. Aquí la ficción no creo que tenga sentido. O sí. Porque la realidad siempre supera la ficción. Uno imagina solo lo que su mente le permite imaginar. Ni más ni menos. Y se imagina uno cosas en función de su memoria, de su aprendizaje, de su cultura o incultura, de su capacidad de percepción y sensibilidad, del modo  de encarar la vida con reflexión o irracionalidad... No sé si me he excedido, porque venía a hablaros (hablarles a ustedes) del paraíso de Adán y Eva en Varadero. Y me está saliendo un rollazo infernal. 

El Caribe cubano también me recuerda al Caribe mexicano. Podrían ser intercambiables. Y aun a otros Caribes, que despiertan la imaginación del visitante soñando con algún paraíso bíblico. Cuánta turra nos han dado con los paraísos. La verdad es que se agradece el agua calentita. La temperatura por estos lares, como bien sabéis, es elevada, con mucha humedad. 
Varadero es un destino archiconocido. Para venir un ratito nomás está bien, pero mucho tiempo quizá acabe asfixiando, salvo que a uno le guste tumbarse a la bartola bajo las palapitas, mientras uno contempla extasiado la arena blanca y el agua azul turquesa.
A los cubanos les gusta mucho el Todo incluido, eso me dicen, para ponerse hasta las manitas de cócteles y cubalibres.
(Texto tomado de mi muro de Facebook)

El temita es que me hice el mensito, el güey, y dejé que pasarán las horas, de a muertito, y cuando llegó la medianoche me puse literalmente a morir, sin exagerar. Y ahí que agarré un taxi, después de pedirlo a la recepción del hotel, para que me llevara derechito a los cielos del centro de Varadero, que queda algo retirado del Hotel Meliá Las Antillas, donde me alojaba. 
Negociamos la carrera, aunque uno no estaba para negociar nada, y ahí que me llevó el taxista de marras a un centro de salud internacional, según él. Y en vez de atenderme algún médico, no quise esperar, y pedí directamente que me dieran antibióticos, lo que fuera, que me cortara aquel mal demonio. Entonces, una chica sonriente, responsable de la botica (una genuina botica) me atendió con rapidez y prestancia y me dio antibióticos, un sobrecito para disolver en agua para evitar la deshidratación y unas pastis comestibles diz que para cortar lo más pronto posible el mal, o al menos para calmar aquel totum revolutum. 
Me tomé todo allí mismo pues ya iba provisto con una botella de agua mineral de un litro y medio de agua para echar los polvos del sobrecito. Y me regresé al hotel, imagino que con rostro moribundo. Pasé una noche jodida, entre temblequera y ganas de vomitar. Y recé, aunque me considero ateo, para que saliera de aquella. Que no pintaba nada bien. Aunque tenía fe en que los antibióticos y demás medicamentos hicieran rápido efecto. 
Ni siquiera pedí facturas de nada. Estaba pensando en otras cosas. La salud, sí, es lo único importante en nuestra vida. Y de ahí se desprende todo lo demás. Sin salud no somos nadie. 
La broma me salió por una pastita, bueno, tampoco hay que exagerar. Lo importante es que conseguí antibióticos, que si me pilla en la Cuba profunda a lo mejor ni siquiera. Y entonces el asunto sería otro. Lo cual me invita a reflexionar, una vez más, acerca de la fragilidad humana. La vida a veces pende de un hilo. Por una bobadina la puedes espichar, pues sí, por algo que a priori no tiene mayor importancia. Y cuando te pilla fuera de tu entorno, uno se siente como más desamparado. Gajes del oficio aparte, como suele decirse, la calidez marina del Caribe también podría ser y es un bálsamo. Qué al menos nos quede buen sabor de boca. Además, aún espero contar algunas cosillas acerca de La Habana, que es otro destino turístico maravilloso, para uno lo mejor de Cuba, porque procura mucha estimulación, y me trae hermosos recuerdos de mi primer y segundos viajes a la capital cubana, de lo que daré cuenta en una próxima entrada. 
Queda dicho. 


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