Abrió los ojos
Con extraordinaria sensibilidad y economía narrativa, Víctor Ruisánchez Ossorio compone este relato breve e intenso impregnado de ternura, la que se desprende de unos padres a su hija recién nacida
(Relato del Taller de Escritura que imparte Manuel Cuenya en la Universidad de León)
VÍCTOR RUISÁNCHEZ OSSORIO
Ya llevaban en casa unos días. Siempre juntas e inseparables durante el día y también durante la noche. Pero ese día fue diferente.
Ella se sentó, acomodada en el sofá, mientras por la ventana se mezclaban los últimos rayos de sol, exprimidos entre nubes, con la bienvenida de la luna en un día avanzado de primavera. Respiró profundamente, mientras desnudaba uno de sus morenos senos, bajándose una camiseta holgada de fino algodón blanquecino y preparando sus brazos delgados para acoger lo más hermoso que su piel llevaba días disfrutando desde que la pequeña llegara al mundo para deleitarse con la vida.
Su marido tenía a la bebé arropada con dulzura y cariño entre sus brazos y se sintió un hombre afortunado cuando posó delicadamente a la recién nacida en las manos de su amada. Ella la puso justo en el centro de su corazón, y con suavidad acercó su pezón izquierdo hacia la boca de la niña y acarició sus finos cabellos castaños, mientras observaba cómo la bebé buscaba alimentarse. En ese instante, la recién nacida, antes de rematar sus instintos para que sus labios se pegaran al seno de su madre, abrió unos ojos menudos y negros, y miró con una sonrisa hermosa a su madre, la cual le devolvió otra sonrisa no menos bella. La mamá se fijó en ese mismo instante en su marido, que estaba sentado a su lado, tranquilo como él era. Y con unos ojos enormes, cubiertos por lágrimas puras, le dijo con voz entusiasta y fina: “Ella es feliz. Yo, no sabes cuánto”.
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