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miércoles, 30 de diciembre de 2020

Un sueño escarchado

 Como en un sueño escarchado, me adentro en la Somoza berciana, en un afán por visitar y aun re-descubrir mi tierra, que uno no acaba de conocer al completo, por más que lo intente. Por eso, sigue causándome hilaridad cada vez que oigo o leo que en tres días puede conocerse el Bierzo. Ni en tres ni en diez días. Ni siquiera en años. Ni el Bierzo ni ninguna otra comarca.  Que no nos engañen. Y por supuesto no nos engañemos. 

Villar de Acero

No es la primera vez que me asomo a la Somoza del Bierzo, pues recuerdo que hace tiempo estuve por la zona. Y visité Villar de Acero y su campano, castaño centenario, casi milenario, que atrae por su historia, por su belleza longeva. Ahora Villar de Acero se nos muestra bajo la escarcha. Con las aguas heladoras de su río. 

Antes de alcanzar Veguellina (qué curioso) y Villar de Acero, se abre una panorámica de postal. Al fondo se divisan unas Médulas o Medulillas (otra curiosidad en el camino) que, tirando de Google, descubrimos que corresponden a La Leitosa, una antigua explotación minera de oro de época romana, que se sitúa en las inmediaciones de las localidades de Paradiña y Paradaseca.  

Mas nuestro destino, sobre todo nuestro deseo, es la aldea de Tejeira/Teixeira, en concreto su cantina, que regenta el bueno de Gaztelu, quien en otros tiempos fuera fotógrafo del periódico La Crónica. Tiempos dorados, sobre todo cuando uno los rememora, en los que uno andaba en la Escuela de Cine de Ponferrada, que para eso fui cofundador de la misma. 

La Leitosa al fondo

El asunto es que hacía tiempo que deseaba acercarme a su cantina. Y por fin llegó la hora. A veces se cumplen las horas y también los sueños. Y este se me ha antojado un sueño escarchado porque el clima nos ha dejado en estos últimos días navideños un ambiente propicio, tal y como lo fantaseamos. Porque la Navidad que soñamos (influenciados supongo por la cultura estadounidense) a menudo es la que se asemeja al Polo Norte, a la Laponia finlandesa, con sus auroras boreales y su Papá Nöel y sus trineos tirados por renos deslizándose por la nieve. Y eso es lo que me encontré atravesando la Somoza en busca de Teixeira, que es aldea remota enclavada en pleno corazón de los Ancares, colindante con la provincia galega. 

Cantina de Teixeira

 
"Este es el culo de España", nos dice un señor en su lengua galaico-berciana nada más poner los pies en la aldea, mientras prosigue con su discurso echando pestes contra su ayuntamiento, explicando que los tiene completamente desatendidos, como si no existieran. Cabe recordar que Tejeira corresponde al Ayuntamiento de Villafranca del Bierzo. Y aunque le queda algo alejada, en realidad son tan sólo unos veintiséis kilómetros los que separan una población de la otra. Eso sí, por una carretera estrecha y curvada, que no da ni un respiro. 

Panorámica de Villafranca

La nieve corona los Ancares creando una estampa pictórica. Y la aldea se muestra acogedora al viajero, que se siente feliz en la dulce y amorosa compañía de la viajera. Los gatines, que son fantásticos, nos dan la bienvenida con sus saludables vibraciones. Y un señorín, con la sonrisa dibujada en su rostro de buena persona, nos indica por donde debemos dirigirnos a la cantina, que queda casi al ladito de la iglesia/ermita del pueblo. Por fin, voy a volver a ver, después de tantos años, a Gaztelu. Y su cantina. Además, agradecemos entrar en calor porque en el exterior el clima es realmente frío. Es lo que tiene el invierno en el Noroeste. Nada más cruzar la puerta de la cantina, sentimos el calor que procura el fuego de una estufa bien arroxada. Y saludamos a Gaztelu, que está sentado en una mesa a la entrada. 

Cantina de Teixeira

"¡Cuenya!", me dice, después de escucharme pronunciar su apellido. Ambos nos conocemos por nuestro apellido antes que por nuestro nombre de pila. 

"Si no es por la voz, no te hubiera reconocido", apostilla Gaztelu. No me extraña, ataviado como voy con gorro y mascarilla. Que parezco, embutido en tanto ropaje, con barba de días y cámara en ristre, todo un Papá Noël trans-moderno. 

Me llama la atención, por lo demás, que a menudo me reconozca la gente por la voz. Como en otra ocasión me ocurriera en la ciudad de León con Rodri, el del grupo de música Tarna (en este caso, habida cuenta de que se trata de un músico, se hace formidable que su fino oído le permita reconocer a la gente antes por su voz que por la vista). 

Teixeira

Gaztelu nos hace sentir como en casa. Nos tomamos unas cervezas y unos vinos y al final acabamos degustando la comida casera que nos ofrece con amabilidad. Qué más se puede pedir. Charlamos amistosamente. Y quedamos en volver. A partir de ahora estaremos en contacto. Tal vez podamos perfilar algún proyectico. La primavera será, espero, un buen momento para regresar a Teixeira y poder disfrutar de su naturaleza, de sus fuentes, que al decir de la gente son medicinales, como las de mi pueblo de Noceda. Y sobre todo disfrutar de la compañía de nuestro anfitrión. 

Teixeira

Lástima que el recorrido de regreso a casa no pueda ser por otra parte, porque la idea (algo que Gaztelu nos desaconseja de plano porque para ello necesitaríamos un todoterreno, y aun así en invierno, debido a las condicionen climatológicas, no resultaría evidente) era volver por Aira da Pedra. Y desde ahí alcanzar Burbia.

Aira da Pedra (es asimismo el nombre de un grupo de música, que tuve la ocasión de visitar hace años), Burbia (donde he estado en más de una ocasión, fue el lugar de rodaje de la película El Filandón, en concreto del cuento El desertor, de Merino, adaptado por Chema Sarmiento) o Campo del Agua, que sigo conservando en la retina de la memoria como un poblado prehistórico. 

Teixeira

Tan sólo unos cinco kilómetros separan Aira da Pedra de Burbia. Pero nadie ha logrado comunicar a través de una pista o carretera en forma estas aldeas de los Ancares. La desidia, la negligencia hacen mella. Ni siquiera el Regionalista Berciano Tarsicio Carballo, al que nadie tiene en cuenta, lo ha logrado, por más peticiones que haya hecho a la Diputación y al Consejo Comarcal. Una lástima. Por eso, el Bierzo, aun siendo bello, no es un destino que elijan los forasteros. Con respecto a las no indicaciones, ya ni hablamos. Están dejadas a su libre valer. No obstante, continuaremos recorriendo el Bierzo, porque es nuestra tierra. Y la amamos como tal. 

Nos vemos pronto, amigo Gaztelu. Y gracias por tu hospitalidad y el obsequio del libro. 


3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Es muy gratificante y reconfortante leer tus diarios y notas tan expresivas y tiernas de estas visitas y viajes que haces a lo profundo de la patria chica, estando yo calentito en el sofá con la que está cayendo por todas partes, Manuel. Me traes grandes recuerdos de esas estampas por nuestra Noceda con las nevadas y los chupiteles (como les decíamos de chavales) de hielo que caían de los tejados. Ánimo y a seguir contandonos esas bonitas experiencias y encuentros que, como bien dices, el Bierzo no se conoce y recorre en una semana. Un abrazo y cuídate que el bichejo sigue vigilante!

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  2. Muchas gracias, Edith. Y a ti también, Benjamín.

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