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martes, 6 de marzo de 2018

La fragua literaria leonesa: Andrés P. Broncano


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LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Andrés P. Broncano: "Rutas como lacres de la Tierra es un viaje del alma"

Manuel Cuenya | 06/03/2018 - 13:41h.

El poeta y profesor bañezano Andrés P. Broncano, autor de 'Rutas como lacres de la Tierra', está estos momentos preparando otro libro de poesía. Reconoce que está disfrutando mucho buscando un concepto de libro distinto a su ópera prima.

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Andrés P. Broncano
...Me hierve la sangre
sobre las brasas de tus ojos,
cocinado como un festín
que nadie puede degustar.
No huelo a orégano ni ajo
ni siquiera a carne mal cocida.
Desprendo olores agotados,
olores perdidos en rellanos y recogidos
por algún latero atento...
(Andrés P. Broncano, 'Quemazón', perteneciente a 'Rutas como lacres de la Tierra')
Andrés Peláez Broncano, a quien descubriera gracias a la profesora bañezana Sabina Guadián, es un joven poeta y profesor de Secundaria de Latín y Griego.
Estudió Filología Clásica en la Universidad de Salamanca. Y se ha formado en Lenguas y Cultura de la India e Irán. Además de cursar un Master en Textos de la Antigüedad Clásica y aun otro como Profesor de Bachillerato.
Estamos, pues, ante un estudioso de la Lengua y la Literatura, que ha decidido publicar su ópera prima, 'Rutas como lacres de la tierra' a través del sello editorial Poesía eres tú.
Como su propio título nos sugiere -y nos recuerda también su autor-, se trata de un poemario-carta sobre el viaje. "El título establece una comparación entre una carta y un camino. Estas sendas son los sellos que hay que romper para poder leer el contenido de la carta, que no es otra cosa que las ciudades a las que nos llevan, sus paisajes y monumentos, su cultura y las personas que allí habitan", apostilla Andrés.
'Rutas como lacres de la tierra' tiene, según su creador, una doble lectura: una simple y superficial, otra mucho más profunda y oculta. "La más obvia es esa especie de diario de viajero que se crea a lo largo de los versos, con él podemos visitar muchos rincones de Spoleto a lo largo de varios días que duró mi viaje (sí, apenas unos días, así de enamoradizo soy con las regiones). Pero, mucho más profundo que esta idea se encuentra el viaje del alma... Hay mucha simbología sobre este viaje del alma. Una pista es el juego que hay entre los elementos contrarios y la mixtura de los parajes y localizaciones del poema. Todo es un espejo del alma en el que el lector debe mirarse para comprender mejor cómo se conforma el ser humano".
El viaje como estructura o hilo conductor de este poemario narrativo que nos lleva por Italia (y aun por la villa segoviana de Cuéllar, donde viviera Andrés durante unos meses), pero también por sendas y caminos imaginarios, acaso por esas ciudades invisibles de las que nos hablara Italo Calvino, "con la mirada atenta, cual niño voraz/ que sobre el mundo abre sus ojos", escribe Andrés, quien "enfermado/ por el síndrome homérico, navegué/ por nuevas lindes, sofocado por misterios/ y maravillas..." en ese su afán, suponemos, por adentrarse en el mundo, por recorrer, explorar y conocer la Tierra.
De dos maneras se llega a Despina: en barco o en camello. La ciudad se presenta diferente al que viene de tierra y al que viene del mar. El camellero que ve despuntar en el horizonte del altiplano los pináculos de los rascacielos, las antenas radar, agitarse las mangas de ventilación blancas y rojas, echar humo las chimeneas, piensa en un barco, sabe que es una ciudad pero la piensa como una nave que lo sacará del desierto, un velero a punto de partir, con el viento que ya hincha las velas todavía sin desatar, o un vapor con su caldera vibrando en la carena de hierro, y piensa en todos los puertos, en las mercancías de ultramar que las grúas descargan en los muelles, en las hosterías donde tripulaciones de distinta bandera se rompen la cabeza a botellazos, en las ventanas iluminadas de la planta baja, cada una con una mujer que se peina. En la neblina de la costa el marinero distingue la forma de una giba de camello, de una silla de montar bordada de flecos brillantes entre dos gibas manchadas que avanzan contoneándose, sabe que es una ciudad pero la piensa como un camello de cuyas albardas cuelgan odres y alforjas de frutas confitadas, vino de dátiles, hojas de tabaco, y ya se ve a la cabeza de una larga caravana que lo lleva del desierto del mar hacia el oasis de agua dulce a la sombra dentada de las palmeras, hacia palacios de espesos muros encalados, de patios embaldosados sobre los cuales bailan descalzas las danzarinas, y mueven los brazos un poco dentro del velo, un poco fuera. Cada ciudad recibe su forma del desierto al que se opone; y así ven el camellero y el marinero a Despina, ciudad de confín entre dos desiertos.
(Italo Calvino, 'Las ciudades invisibles', 'Las ciudades y el deseo')
Reconoce que, aunque aún no ha tenido muchas oportunidades de viajar, cualquier viaje, por pequeño y cercano que sea, le resulta especial. Y es que el viaje procura emoción. Y además invita a la reflexión.
"Cada vez que he de viajar, tengo la sensación de que no volveré igual. Para mí es más importante la preparación del viaje y las consecuencias del mismo que el viaje en sí", apunta Andrés P. Broncano, que se quedó literalmente enamorado de la localidad italiana de Spoleto en un viaje que hiciera a la misma con motivo de su asistencia a un congreso medievalista.
"Todo es un espejo del alma en el que el lector debe mirarse para comprender mejor cómo se conforma el ser humano"
"Me enamoro muy rápidamente de ciertos lugares, no necesito demasiado tiempo para encariñarme", matiza Andrés, para quien Spoleto representa la mezcla de contrarios y el equilibrio, lo que cualquier persona debe encontrar en esta vida, según él.
"Spoleto es un cálido municipio oculto en la montaña, colmado de monumentos impresionantes, vida nocturna y a un paso de paseos por los montes que dejan con la boca abierta. Es un pequeño paraíso alejado de las visitas más habituales de los turistas", aclara.
En todo caso, su deseo no es tanto volver a Spoleto –su Ítaca ansiada, espiritual– sino encontrar otra Spoleto en algún lugar recóndito de la Tierra.
Su gusto por la Literatura, por la poesía surgió, en su opinión, de manera paulatina. En primer lugar como lector. Recuerda con cariño las reuniones del club de lectura que se organizaban en su instituto, que le marcaron mucho. "Nos juntábamos profesores y alumnos para hablar de todo tipo de lecturas, para intercambiar pareceres y para disfrutar de lo leído. Es realmente enriquecedor". Y a partir de ese momento comenzó a escribir por curiosidad, a escribir poesía, que es lo que más le atraía, como un intento por entender este arte, por tratar de entender sus formas y sus modos, "tan sugerentes y complejos".

(Puedes continuar leyendo esta fragua en ileon.com

http://www.ileon.com/cultura/083379/andres-p-broncano-rutas-como-lacres-de-la-tierra-es-un-viaje-del-alma)

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