A decir verdad, la mayor parte de las veces la vida es demasiado breve, harto efímera. Y cuando uno quiere darse cuenta ya se ha pasado más de la mitad de la vida, eso en el mejor de los casos, claro está. Podría seguir por esta senda, mas lo que concierne ahora es hablar de Oliegos, de ese certamen que viene haciéndose desde hace añares con motivo de la desaparición de este pueblo de la Cepeda con la consiguiente construcción del embalse de Villameca. Otrora los embalses eran como el padre nuestro de cada día. Al dictador le encantaban los pantanos. La pena no es que haya pantanos, que siempre vienen bien para almacenar agua, sobre todo en este país, cada día más seco. El asunto es que fueron muchos los pueblos que quedaron sepultados. Y eso se me antoja terrible para quienes habitaban esos lugares, que encima tuvieron que irse a otras tierras, con una mano delante y otra detrás, en la mayoría de los casos.
San Feliz de las Lavanderas-otoñal |
La Cepeda, esa tierra cantada por el gran Tomás Álvarez, que fue quien me invitó a participar en este certamen, tanto el pasado año como éste. La Cepeda, como territorio que figura en el libro de viaje, 'La ruta del Tuerto', del poeta y narrador Abel Aparicio, que suele colaborar con este certamen, y a quien acompañé gustoso en la presentación de su obra en el Museo de la Radio de Ponferrada recientemente. El sepultado Oliegos recibe las aguas del Tuerto, además del río Valdesamario.
El propio Abel Aparicio nos cuenta, en su libro de viaje, la historia de cómo tuvieron que abandonar Oliegos sus oriundos. Una historia terrible, sin duda. Y un libro ameno, el de Abel, que nos ayuda a viajar por el río de su infancia, por el río de su memoria afectiva.
Este año, como dije, no participé en el certamen a Oliegos, que se hizo hoy mismo. Pero el pasado año (aunque me pillara en Coruña, ciudad maravillosa) sí tuve a bien escribir algo, que se recogiera en un librito titulado 'Astorga, también Cepeda. Versos a Oliegos 2016'. Gracias, Sonia, por el obsequio.
Pues en este volumen, en el que participan diversos autores y autoras, entre ellos y ellas, Tomás Álvarez, Abel Aparicio, Manuela Bodas, Rogelio Blanco, Isabel Cantón, Xuasús González, Manuela Vidal (agradezco tu amistad), Mercedes G. Rojo, Ramón Núñez, Nuria Antón o Victorina Alonso. uno tuvo también la ocasión de colaborar con este texto poemático:
Un día soñé con Oliegos
Un
día soñé con Oliegos
Con
sus ojos acariciadores y su sonrisa primaveral
Con
su brisa verde y su aroma a resina de pino
Derretido
en medio del lodo
Un
día soñé que me hundía en la oscuridad
En
una espiral infinita
Hasta
que todo acabó esfumándose
Vi
cómo un pueblo se ahogaba
En
mitad de la nada y el hedor
Y
las casas se hacían añicos
El
tiempo reventó
Y
Oliegos comenzó a navegar a la deriva
Con
sus gentes a la intemperie
Arrancadas
de la tierra
Como
se arrancan las ilusiones
Hasta
que un grito acabó sembrando el pánico
Entre
la nostalgia y la desolación
Desaparecieron
las lágrimas
Sólo
quedó la incertidumbre viajando en un vagón de segunda
Salpicando
los raíles de la desesperación
Entre
la rabia y el agua
Desaparecieron
las fuerzas
De
unas gentes a la intemperie
Arrancadas
de la tierra
Como
se arrancan las ilusiones
Sólo
quedó el eco retumbando en el subconsciente
Y
una herida surcando el corazón
Manando
Sólo
unas palabras y unos molinos floreciendo del fondo de un pantano
Que
un día arrasó la esperanza de una población
Me
derrumbé bajo el barro de un tiempo anegado
Sentí
cómo brotaba, del fondo, un dolor sangrante
Que
inundó el espacio
Para
siempre
Un
día soñé con Oliegos
Un
día en que dios, hecho a imagen y semejanza humana, enfermara
Un
día en que la memoria se ahogó
Y
ahora sólo queda un sueño hecho trizas
Un
pueblo sepultado
Bajo
el remolino donde habitan los fantasmas
Y
la herrumbre
Con
gusanos en la boca
Ahora ni
siquiera podré ya soñar
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