Os dejo este artículo publicado hoy mismo en la Nueva Crónica.
Me entusiasma que el cuarteto Sin Red, integrado entre otros por los artistas leoneses Víctor M. Díez e Idelfonso Rodríguez, le hayan dedicado en el Albéitar (el templo del arte leonés) un homenaje músico-poético al escritor franco-belga-argentino Cortázar en el centenario de su nacimiento.
Traductor de la obra del genio Poe, el autor de ‘La vuelta al día en ochenta mundos’, que tanto me hace recordar a uno de sus maestros, Julio Verne, me hipnotizó con su ‘Rayuela’, una obra que descubriera precisamente en París (Del lado de allá), gracias al inolvidable Javier, un catalán lúcido y divertido con quien coincidiera trabajando en el Reino Disney, en una época no precisamente literaria, aunque uno siempre encontraba huecos para echarse algunos poemas de Rimbaud o Baudelaire, además de entrarle a esa antinovela, ‘contranovela’, como le llamara su propio creador, que me sumergió en un mundo lingüístico poderoso, entre lo real y lo surreal, llevado en ocasiones al absurdo, siempre con un extraordinario análisis y sentido del humor, una auténtica revelación, una inmersión en las simas de Oliveira y La Maga, los amantes protagonistas, que nos adentran en ese París fabuloso, artístico, intelectual, donde también hace su aparición una indigente, símbolo de aquella ciudad bohemia, mestiza y pluricultural, que tanto atraía en tiempos a gentes de todo el mundo en busca de gloria o simplemente de un cacho de pan (‘baguette’) que llevarse a la boca.
‘Del lado de allá’ es su primera parte y escenario, mientras que la segunda parte se desarrolla en la mítica ciudad de Buenos Aires, ‘Del lado de acá’, que es otro espacio bien conocido por Cortázar. Y para rematar esta obra experimental y transgresora el autor de ‘Historias de cronopios y de famas’ nos propone otro juego (de ahí el título), ‘De otros lados’, la tercera parte, constituida por capítulos prescindibles e informaciones que pueden ayudarnos, como lectores y lectoras cómplices, a reconstruir este rompecabezas y entender ciertos misterios que se plantean en sus dos primeras partes.
Es obvio que la obra de este colosal escritor, cuya tumba puede visitarse en el cementerio parisino de Montparnasse, no se agota en ‘Rayuela’ pero a mí me sigue pareciendo una proeza lingüística de gran belleza poética, reflexiva.
De vez en cuando releo algún pasaje como éste: “Se empieza a andar por la vida con el paso pachorriento del filósofo y del clochard, reduciendo cada vez más los gestos vitales al mero instinto de conservación, al ejercicio de una conciencia más atenta a no dejarse engañar que a aprehender la verdad”.
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