Dedico este artículo, publicado hoy mismo en la Nueva Crónica, a Asprona y a mi amigo Jose Blanco, que vemos en esta foto tomada en Losada (el Bierzo), el día y año en que me invitaran a mantener/pregonar el Botillo de esta localidad leonesa.
Asprona-León, que es una
organización sin ánimo de lucro dedicada en cuerpo y alma a la discapacidad
intelectual, cumple ahora medio siglo de existencia. Y se alegra uno de que
durante todos estos años, gracias a su equipo de profesionales, haya podido
desarrollar esta extraordinaria labor, avalada además por varios
reconocimientos, entre otros el Legio de Oro Honorífico o el Premio al Desarrollo
Social y los Valores Humanos. En realidad, se merece estos y muchos más
galardones porque este tipo de asociaciones (ésta en concreto), contribuyen a
que podamos vivir en un mundo mejor, a que todos aquellos y todas aquellas, que
se encuentran en situación de dependencia o de exclusión social, con especial
atención al colectivo de discapacidad intelectual y del desarrollo, tengan la
posibilidad real de insertarse en la sociedad, en el mercado laboral y
disfruten de una vida plena. Algo que en
otras épocas (y aún hoy en día en otros países, incluso desarrollados) resulta
insólito. Por fortuna, en determinados lugares, como ocurre en León con esta
asociación, los discapacitados y discapacitadas intelectuales cuentan con este
apoyo. Confieso que siempre me he sentido cercano a quienes necesitan ayuda: los
débiles, los sin techo, los desahuciados, los desheredados, a quienes no tienen
voz, en definitiva, en un mundo selvático y caníbal que devora a los
indefensos. Algo que forma parte de nuestra evolución/involución como especie
humana, demasiado animal, por cierto. Por eso, me resulta encomiable que una
Asociación como Asprona respalde a quienes lo necesitan de verdad,
procurándoles lo imprescindible para poder vivir y aun sobrevivir como se
merecen.
Aparte de mi implicación
con estas nobles causas, que en verdad me lo parecen y mucho, conozco la existencia
de esta asociación desde que era un rapaz porque José Blanco, su gerente, es
amigo de mi familia, y por ende amigo mío, lo cual me enorgullece, que una
persona como él, un luchador nato, con una potente vena humanitaria y una
excelente formación, haya logrado que Asprona sea hoy lo que es.
Recién licenciado, estuve
a punto de colaborar con esta Asociación, lo cual hubiera sido sin duda una
buena experiencia, mas los hados me llevaron, siempre por iniciativa propia,
hacia el país galo, donde acabaría -primero a través de una beca Erasmus y
posteriormente mediante una beca Comett (Leonardo Da Vinci)-, poniendo en
práctica mis conocimientos al servicio de gente con determinados trastornos
psíquicos en el centro Bachelard de La Chartreuse en Dijon.
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