Os dejo esta columna, publicada hoy mismo en la Nueva Crónica. Como mañana jueves y el viernes tendrá lugar el congreso en León, me apresto a colgarla ya en el facebook para darle difusión al tema. Normalmente, espero a que pase un día, pero creo que ahora la ocasión lo merece.
Durante los próximos días se celebrará en León un
congreso sobre literatura de viajes. Una ocasión fantástica para acercarse a
este género literario. Quienes así lo deseen podrán ver y escuchar a Javier
Reverte, uno de nuestros grandes expertos en viajes. Asimismo, estarán los leoneses
José Enrique Martínez, Juan Pedro Aparicio, Escapa o Guerra Garrido.
En todo caso, más allá de que a uno le guste este
género literario, es la esencia de la literatura. Si echamos la vista atrás,
cuando no existía ni la televisión, ni el cine, ni la Red, los viajeros (y
viajeras), con vocación de conocer y explorar otros mundos, viajaban con el
afán de contarlo a los demás. Viajar y contar lo que
se ha visto, vivido, sentido sigue fascinándome
y fascinando a tanta gente. Y en un mundo donde se impone la imagen,
frente a la palabra, conviene recuperar esta última para seguir relatando
historias, ya sea al amor/calor de un plato de caldo y un vaso de vino, o en un
buen filandón. Ahora casi todos acabamos siendo
turistas en otras tierras, incluso en la propia, pero el viaje en sí mismo, si
se concibe como tal, resulta una forma de aprendizaje extraordinaria, sobre
todo si uno viaja con los cincos sentidos, y logra plasmar, también de un modo
sensorial, sus impresiones y sus vivencias.
Recuerdo que, siendo un rapacín, me preguntaba qué habría tras Gistredo. Sentía
curiosidad por saber qué se encontraba tras esta montaña sagrada y mítica. Y a
partir de ese momento se desataron mis deseos por conocer el mundo, más allá de
mi entorno, con la lectura de ‘Joyas literarias’, entre las cuales figuraban
obras de Julio Verne, como ‘La vuelta al
mundo en 80 días’ o ‘Viaje al centro
de la tierra’, lo que me enganchó para siempre a los viajes en la literatura. Al final, uno casi siempre acaba escribiendo
acerca de viajes, porque los viajes, al exponernos a situaciones en principio
desconocidas, nos ayudan a percibir las cosas de otra manera y nos permiten
tomar cierta distancia para ver mejor el punto de partida, o simplemente para
verlo. Viajar es muy útil, hace trabajar
la imaginación, según el escritor Céline, porque cuando uno viaja se empapa de
vivencias y cuando escribe las ordena en su pensamiento, el cual se articula a
través de la palabra. Viajar, en definitiva, siempre resulta estimulante e
invita a dejar de mirarnos el ombligo y a quitarnos la caspa. El viaje como
medio, y no sólo como fin, porque la vida acaso sea un auténtico viaje hacia la
nada, sin posible retorno al punto de partida, o sí, quién sabe.
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