Os dejo esta columna publicada ayer mismo en la Nueva Crónica.
El
reciente congreso de literatura de viajes, celebrado en la ciudad de León,
desató las iras de algunos colectivos leonesistas, que se manifestaron contra
la Fundación Villalar, co-organizadora de este evento, que dicho sea de corrido
a uno le pareció interesante, habida cuenta de que me gusta viajar y contar mis
impresiones viajeras. Y, por supuesto, me encantó escuchar, entre otros, a
Javier Reverte, que nos deleitó con su charla, impregnada de curiosas anécdotas
y reflexiones interesantes sobre el viaje literario, sobre sus propios viajes y
vivencias por todo el mundo. Esto por una parte, y por otra me parece estupendo
que la gente se manifieste, que los jóvenes leonesistas y el Ágora llionesa ejerzan
su derecho y su libertad de expresión contra algo en lo que no creen o no
confían, porque estén escaldados. No obstante, cabe señalar que uno comienza a
estar empachado de “ismos”, que se me antojan vanguardias delirantes y aun
alucinatorias: leonesismos, bercianismos, castellanismos, catalanismos, y así
en este plan de planes, porque tanto regionalismo, particularismo y
nacionalismo nos producen náuseas, sobre todo cuando, tanto de unos cachos como
de otros, todos buscan lo mismo: el poder, la gloria, el “unte”, el mamoneo. Qué
asco. Como uno nunca ha creído ni en fronteras, ni en patrias ni banderas, y
desde hace tiempo tampoco tengo ninguna fe en partidos políticos, que están
todos a lo mismo, porque además funcionan como dictaduras, pues siento no
comulgar con ruedas de molino ni con hostias, ni siquiera consagradas. Además,
como uno vive con el sudor de su frente, cual eremita en sociedad, al margen de
los pesebres y enchufismos, me siento con el derecho, claro está, de decir lo
que me plazca.
Ortega y Gasset, que era una mente
lúcida, sabía que el nuestro es un país de compartimentos estancos (y me
atrevería a decir que estancados), donde cada cual está concentrado en sus
tópicos y va a su puta bola, sin importarle lo más mínimo el uno ni la otra. Ponerse
(o al menos intentarlo) en el lugar de la otra persona es un ejercicio harto
saludable, que por lo demás se practica cuando uno viaja de verdad por el
mundo, y se da cuenta de que los leoneses ni somos mejores ni peores que otros,
sólo seres humanos, como el resto. Cada cual con sus miserias y sus virtudes a
cuestas. Como los castellanos, los catalanes, los marroquíes, los
hispanoamericanos, los chinos…
“Arímate pallá”, se dice a menudo en
este León, que se perfila en muchas ocasiones leonino. “Quítate tú para ponerme
yo”.
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