En términos estrictamente cinematográficos, no sólo en su guión, cuyo final resulta sorprendente, que nos deja boquiabiertos, con regusto amargo, por qué no decirlo, o en su filmación, sino en la belleza plástica de sus imágenes (con una foto y una dirección artística cuya estética nos remite a las pelis de Almodóvar), La boda se me antoja cine de altísmo nivel. Pero si a todo esto añadimos la temática que aborda y cómo la desarrolla, entonces, podríamos asegurar que estamos ante una obra maestra, verdaderamente emocionante. Hasta las lágrimas se nos pueden saltar, si uno (o una, ¿verdad, A.?) está sensibilizado/a con la historia sobre las muchas inmigrantes que trabajan en condiciones precarias, en nuestro país (trabajaban, porque cada día se disparan más los índices del desempleo. Qué país el nuestro, adónde vamos a llegar). Todo lo que una madre puede llegar a hacer por su hija, que vive a miles de kilómetros de distancia.
Tuve el placer de entregarle el premio a su directora, Marina Seresesky, y luego charlar un ratito con ella, mientras nos tomábamos algo, en compañía de otros miembros del jurado: Gema, Antonio, Ana... premiados, amigos y amigas y gente de La Fila, comandada por Isabel Blanco, que es una intrépida, al tener el coraje y valentía de llevar a cabo este festival de cine en Valladolid, con tan pocos medios económicos.
Marina Seresesky
Originaria de Argentina, Buenos Aires, Marina es actriz y directora de cine y de teatro. Avalada por su anterior cortometraje, El cortejo, por el que ha recibido múltiples premios, en la actualidad está escribiendo el guión de su primer
largometraje. En Valladolid hablamos sobre el cine que se hace en Argentina, que me parece muy bueno, casi todo, y de su cortometraje, La boda, nominado al Goya, excelente, tratado con humor, aunque tras ese tono de comedia se esconda una historia triste, en la que se nos muestran penosas relaciones sociales y laborales (en este caso la jefa, que es la mayor pringada y enculada por el capitalismo sangrante, aunque ella no sea consciente, como la más grande hija de puta, que putea, valga la "rebuznancia", a sus compañeras de curro) y, por otro lado, ese canto a la solidaridad femenina.
No os perdáis este trabajo, de Marina Seresesky. Grande.
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