Hoy, con el maestro Pereira en la radio de Bembibre
Hoy, a partir de las 16h30, en la radio Hit Bierzo,
nos acercaremos a la figura y la obra del maestro Antonio Pereira, que
mañana mismo, día 25, hará ya cuatro años que nos abandó, en lo físico,
porque en lo espiritual lo tenemos muy dentro.
Como este programa
no se emitirá en directo, supongo que tendréis la ocasión de escucharlo.
Pereira era un hombre amable, vitalista y con un extraordinario sentido
del humor, que manejaba el lenguaje como nadie, un narrador nato, tanto
en oral como en el escrito. En ralidad, hablaba casi como escribía (y
viceversa). Un portento cuya escritura era él mismo, una recreación
subjetiva de su propia vida, de su realidad, como diría el maestro
Gamoneda. Sus narraciones breves, tocadas por la varita mágica de la
poesía, el suave erotismo y el humor, nos envuelven y nos cautivan de
tal modo que llegamos a sentirnos dentro de sus propios cuentos y
relatos. Pereira, como grande que es, devuelve la vida a la literatura,
porque él era pura literatura, o sea, pura vida.
Pereira nos dejó una obra estupenda. Me entusiasman sobre todo sus cuentos, entre los que sobresalen, La orbea del coadjutor (por el que tengo debilidad y que leeré hoy en la emisión de radio) y otros más del Noroeste mágico (nuestra Comala) como Las nieblas de la Purísima, El tío Candela, El reproche de Tina, etc. Y aun otros tantos, como Las peras de Dios, llevado al cine por Chema Sarmiento en aquella memorable película, El Filandón, o bien los Cuentos de la Cábila (su barrio de infancia, en Villafranca del Bierzo, donde estaba la ferretería familiar, hoy en manos de Santiago Castelao), o los que figuran en La divisa de la torre... Todos ellos incluidos en esa monumental obra que es Todos los cuentos, editado por Siruela, en 2012.
Un grande, con una memoria emocional prodigiosa, un fabulador extraordinario, capaz de contarnos las historias con un lenguaje sencillo, conversacional y depurado a la vez. Tal vez por su vena y condición poéticas (comenzó escribiendo poesía, aparte de algún artículo para Diario de León), tenía tal desenvoltura y atino para la narrativa breve, que lograba una intensidad y un acabado sorprendentes en sus cuentos y relatos. En su caso, la escritura se convirtió (aun no siendo su profesión nutricia) en una forma de ser y estar en el mundo, porque, con su humor, a veces socarrón, decía que había comenzado a darle a las letras para ligar con las rapazas del pueblo, o del pueblo vecino, véase Cacabelos.
Lo recuerdo, siempre simpático, entrañable (cada vez que me veía, me decía alguna palabra cariñosa). La última vez que nos vimos fue en Tardes de Autor (Literarias) en la Casa de las Culturas de Bembibre, y luego me fui/nos fuimos a cenar con él y con su mujer Úrsula (magnífica persona). Sirvan estas palabras como homenaje al maestro Pereira, Toñín, como le decían los más cercanos.
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