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martes, 31 de diciembre de 2013
La fragua literaria leonesa: Luis Aínda
sábado, 28 de diciembre de 2013
“Semos” árabes o albinos del Polo
martes, 24 de diciembre de 2013
A Lentxu Rubial
No llegué a conocer a Lentxu, decía, pero sí me da la impresión de haberla conocido. Me puse en contacto con ella a raíz de un artículo que escribiera sobre su padre, el histórico Ramón Rubial, que era descendiente de Robledo de las Traviesas (Ayuntamiento de Noceda), en el Alto Bierzo, en las faldas de la sierra de Gistredo.
http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/descendiente-bierzo_665575.html
Y a partir de ese momento nos escribimos algunos correos electrónicos. Me apetece, dicho sea de paso y a la buena, mostrar este correo, que me enviara ella a principios de enero de 2012.
De: Lentxu Rubial
Para: cuenya67@yahoo.es
Enviado: lunes 2 de enero de 2012 11:40
Asunto: RE: Para Lentxu Rubial
La fragua literaria leonesa: Mónica López Bordón
cultura
Mónica López Bordón: "Ser periodista es una forma de vivir muy intensa al igual que la escritura"
Por Manuel Cuenya | 24/12/2013
La poeta y periodista Mónica López Bordón, autora de 'Una mujer escribe este poema', sigue con su labor creativa, componiendo poemas.
cultura
Mónica López Bordón: "Nos quedan muchos caminos por recorrer y muchos lugares por conquistar"
Por Manuel Cuenya | 24/12/2013
Entrevista breve a Mónica López Bordón
Mónica lópez Bordón: Imagen de Ana Rosa Adán Martínez
jueves, 19 de diciembre de 2013
La luz de tu noche
martes, 17 de diciembre de 2013
La fragua literaria leonesa: Luis López Álvarez
Luis López Álvarez: “Castilla es generadora de una lengua universal”
El renacentista Luis López Álvarez, autor de 'Los comuneros', está con varios proyectos a la vez, entre ellos su segunda novela de ambiente congoleño, 'Congo River'.
Manuel Cuenya
Originario del Bierzo y ciudadano del mundo, Luis López Álvarez es un renacentista, un hombre polifacético comprometido con la sociedad de su tiempo, que contribuyó a la unificación de Europa, la descolonización de África y la integración de América Latina. Un escritor, esencialmente poeta, así es como él mismo se considera, deudor de la poesía de Rilke, conocido más fuera que dentro de su tierra, aunque recientemente la población de Cabañas de la Dornilla (Cabañinas), situada en el municipio berciano de Cubillos del Sil, le rindió homenaje, dedicándole la plaza principal, donde figura un monolito y donde plantaron un laurel en recuerdo al que plantara su padre allá por 1925. Asimismo, en 2010 el Instituto de Estudios Bercianos le dedicó unas Jornadas de Autor en Ponferrada. También el investigador y escritor Jovino Andina le hizo una estupenda entrevista ese mismo año, en el Filandón de Diario de León, sobre sus vivencias de infancia y adolescencia en el Bierzo, en concreto en Bembibre, donde su padre ejerció como maestro en la década de los cuarenta: https://www.diariodeleon.es/monograficos/filandon/100620/542284/luis-lopez-alvarez-poeta-ciudadano-mundo.html
Periodista, profesor en varias universidades americanas, entre ellas las de Caracas y Puerto Rico, cineasta, diplomático, especialista en Relaciones Internacionales, Luis López Álvarez es asimismo autor de varios poemarios, ensayos y alguna novela como 'Cóncavo Congo'. En su caso, como el de tantos otros, periodismo y literatura se estrechan la mano en gesto afectuoso. “Son bastantes los ejemplos que, de Larra a Hemingway, muestran que la conciliación es posible”, agrega.
(Puedes seguir leyendo esta fragua en este enlace de ileon: https://ileon.eldiario.es/cultura/luis-lopez-alvarez-castilla-generadora-lengua-universal_1_9359411.html)
viernes, 13 de diciembre de 2013
Aventuras y desventuras de Gerardín del Bierzo
http://adelantobanezano.com/?p=15705

Gerardín del Bierzo, natural de Bembibre, se doctoró en psicología clínica por la Universidad de La Borgoña, donde permaneció durante años. En la ciudad francesa de Dijon trabajó en un hospital psiquiátrico, donde se familiarizó con psicóticos, enfermeras y algunas doctoras versadas en técnicas teatrales. del Bierzo, antes de arribar a Dijon, dio tumbos por diversos lugares de la geografía española, y aun por otros países extranjeros, no encontrando lo que buscaba. Quizá sólo ansiaba alejarse de vivir conforme a unas reglas establecidas. Siempre fue un tipo inquieto. Durante años se dedicó a viajar por América del Norte, Europa, Oriente Medio, el Norte de África y aun otros rincones. Incluso llegó a vivir en las dunas de Merzouga, en el sureste marroquí.
En aquella época, Gerardín estuvo a punto de convertirse en derviche. “Algún día me gustaría alcanzar la santidad”, pensó. Después de algunos meses en el desierto, decidió emprender rumbo a las Américas. Se hizo pasar por noble —soy el duque de Los Conforcos, solía decir— aunque en realidad vivió como vagamundo. Llegó incluso a simular demencia precoz. De ahí le vino tal vez su afición a las patologías. Gerardín, aunque se la pasó de lo lindo, ora corriéndose farras en el Caribe, ora metiendo gata por coneja en algunas plazas públicas, vivió atormentado. Nunca llegó a creer en nada ni en nadie, ni siquiera en sí mismo. Y tampoco llegó a alcanzar la espiritualidad ansiada. Estuvo durante años cavilando acerca de la inmortalidad del cuerpo, también se pasó la vida dándole vueltas a la existencia de dios. “Si dios existe, es probable que yo sea el Papa”. En su adolescencia fue ávido lector. Comenzó leyendo a Larra y terminó adentrándose en la filosofía de Nietzsche. Y cuando le preguntaban si creía en los extraterrestres, él, sin cortarse un pelo, respondía que nunca se ha sabido de otros marcianos que no fueran los terrícolas. Sabemos, por lo que dejara escrito en cartas varias y confidenciales textos, que la vida no es más que un absurdo para ser cantado con alegría bajo la sombra de algún castaño milenario. En el fondo, era un hombre con gran sentido del humor, aunque en ocasiones se mostrara deprimido.
En su primer viaje a Méjico tuvo la ocasión de conocer a travestidos lunáticos postrados ante la virgen de Guadalupe, falsos echadores de cartas en el Zócalo del DF, chupadores de pus y sangre infecta en el barrio de Tepito, payasos a quienes les gusta practicar psicoanálisis en la cama de la vecina, misioneros briagos deambulando por la Avenida de Insurgentes, cojos albureros jugando en Chapultepec, filósofos casposos arengando a meretrices en el Barrio de La Merced, actrices moribundas intentando vomitar la última velada hecha de tequila y mezcal oaxaqueño, ermitaños y mayordomos arrejuntados con lagartas… Después de haber viajado y conocido tierras y personajillos tan variopintos, Gerardín se dedicó a escribir, dormir, comer y recordar sus aventuras y desdichas, que en verdad fueron muchas. En Ámsterdam, ciudad por la que sentía un gran afecto, casó con una fulanilla que lo introdujo en el mundo de las perversiones. En compañía de Chantal, que así se llamaba la gachí, Gerardín puso en práctica algunas de sus teorías. “Holanda me ha servido para sincerarme –escribió en su Diario íntimo-. En este país he llegado a sentirme tocado por la felicidad”. Chantal era una moza de buen ver. Tenía un mirar engatusador y azulado capaz de hipnotizar a una tropa de soldados. Por lo demás, era inteligente y desenvuelta, cariñosa y alocada. Gerardín, alias el duque de Los Conforcos, murió con la esperanza de haber encontrado la felicidad. Intentó, por todos los medios, buscar el bienestar a través de los sueños, pues en su infancia sufrió pesadillas que lo dejaron marcado para siempre. Hipocondríaco crónico, se negó a aceptar la existencia de enfermedades mortales como el sida, el cáncer… “Nunca podremos vivir tranquilos mientras haya este tipo de enfermedades”. Algunos de sus vecinos aseguran que Gerardín era generoso, atrevido, contradictorio, colérico, ateo, orgulloso, racionalista, aunque él jamás aceptara tales calificativos. “De lo que sí estoy seguro es de que en Bembibre —escribió en una de sus últimas cartas— he vivido los mejores momentos de mi vida”.