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viernes, 26 de septiembre de 2025

La llamada, por Margarita Velázquez González


Margarita Velázquez nos ofrece este relato sobre una mujer, que a la vez es madre, y ha tenido que luchar, como tantas madres, para sacar adelante a sus hijos, con la ausencia del padre de estos adolescentes que viven a su aire. Una llamada de teléfono, de ahí el título, es tal vez el punto de giro que cambiará el rumbo de los personajes de esta historia.

(Manuel Cuenya, Taller de Relatos y microficciones de la Universidad de León)

https://www.lanuevacronica.com/lnc-culturas/llamada_178900_102.html

Mari Cruz, que era una mujer con muchas agallas, acostumbraba a descansar tras la dura jornada laboral en su casa, acompañada de sus hijos, que le exigían elevadas dosis de paciencia porque ellos tenían muchos temores y eran realmente inquietos. 


El asunto es que Mari Cruz necesitaba estar sola, poner en orden sus ideas, y no quería que le saliera el mal genio, porque eso también jugaba en su contra. El humo del cigarro y la taza del descafeinado -Mari Cruz era una entusiasma del tabaco y del café- soportaban las preocupaciones y obligaciones, que quería evitar a la vida regalada de sus tres vástagos. Hacer de padre y madre no era nada fácil, se decía ella. Los tres adolescentes, que eran de armas tomar, solían pelearse ante el televisor por tonterías de chicos malcriados. Mari Cruz era consciente de que sus hijos solían hacer lo que les venía en gana, y tampoco sabía muy bien cómo marcarles límites.

Un día, mientras sus hijos andaban a la gresca, sonó el teléfono.

-Silencio -chilló Mari Cruz al coger el aparato-. Cerrad la puerta.

Tras una conversación con Pepe, Juan y Pablo, sus hijos, Mari Cruz les dijo con el semblante muy serio:

-Apagad el televisor, que tengo que comunicaros algo muy importante.

Ninguno protestó al ver su fisionomía de preocupación, aunque estaban viendo una película interesante en el salón de la casa.

-Vuestro padre ha muerto.

En ese momento, un silencio tenso y cómplice se produjo en el salón. Mari cruz continuó con voz temblorosa:

-Me ha llamado Benjamín.  Ya sabéis quién es. Os he hablado de él muchas veces. Fue compañero de vuestro padre en el hospital.

-Sí, el padre dominico -contestaron los hijos de Mari Cruz al unísono.

-Ese mismo. Por lo visto a vuestro padre le ha dado un infarto.

Continuó el silencio durante unos segundos. Y una extraña sensación inundó la casa. Nadie lloró su pérdida, pero cada uno lo expresó a su manera. “Es lo que pasa cuando un padre no se ocupa de sus hijos”, pensó Mari Cruz, que se sentía abandonada y había sufrido mucho ocupándose ella sola de sus hijos. En realidad, no sentía rencor hacia el padre de sus hijos. Y en cierto modo se sintió liberada a la vez que triste porque sus hijos ya no tendrían la ocasión de conocer de verdad a su padre.

Mari Cruz lloró a mares durante años hasta que se cansó, porque sabía que el padre de sus hijos estaría siempre ausente, y a sus hijos les dijo: “falleció del corazón quien tendría que haber escuchado los latidos constantes de un corazón femenino y hacerse cargo de sus descendientes".

 

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