Acabo de ver la película Sirât, de Óliver Laxe, y me he quedado literalmente en choque emocional, en trance, como el choque que se produce en la planificación entre los primeros planos y las largas tomas contemplativas. Es tal su magnetismo, la fuerza de sus imágenes en fusión con la música electrónica, que nos sacude las entrañas, bueno, al menos a este espectador, aunque, a tenor del éxito que está cosechando, creo que el impacto ha sido y es grande en muchísimos espectadores; además ha sido elegida por la Academia de cine para representar a España en los premios Óscar.
Ya me había cautivado este director nacido en París, de padres gallegos, de los Ancares, con su película O que arde (sobre los incendios forestales, tan de actualidad), precisamente rodada en Galicia, pero Sirât, palabra árabe que hace referencia al camino, al puente que une el infierno y el paraíso, se me antoja brutal, en el gran sentido de la palabra, porque nos hace reflexionar acerca de la vida y de la muerte, nos remueve la conciencia, incluso la subconsciencia, nos confronta en definitiva con nuestro yo, ello y super yo, con la condición humana, tal vez con la imposibilidad de salirse del sistema, todo ello a través de un viaje alucinógeno hacia la nada (como la imagen del tren que cruza el desierto), o mejor dicho, un viaje hacia el infierno, las tinieblas, el horror. ¡El horror! ¡El horror!, como dice el enigmático Kurtz al final de la novela El corazón de las tinieblas, de Conrad, que Coppola adaptó bajo el título de Apocalypse Now.
El horror que viven los personajes raveros de Sirât a través del desierto, filmado con una gran belleza visual. El horror que vive un padre (interpretado por Sergi López) -acompañado por su hijo pequeño (Bruno Núñez-, en busca de la hija adolescente desaparecida en una rave en el desierto marroquí, que nos remite, como algunos críticos han apuntado, a Centauros del desierto. En todo caso, la estética de la imagen de Sirât nos hace recordar el wéstern del maestro Ford. Pero también nos recuerda a otra película impactante, con su suspense, como es El salario del miedo, de Clouzot, un viaje que entraña un gran peligro a través de los difíciles caminos por las montañas y selvas de los Andes.
Me he quedado sobrecogido a la vez que hipnotizado con este viaje hacia la introspección ("mirar adentro es nuestra única herramienta para ser libres", asegura Laxe), con esta road movie al estilo Easy Rider, con esta tragedia familiar, dejándome llevar de la mano por estos personajes a través de los paisajes desérticos de Er Rachidia y Erfoud de Marruecos, país fascinante que he visitado en diversas ocasiones, y que conoce bien su director Laxe por haber vivido en el mismo durante años.
"Me fui con veintipocos años a Marruecos asumiendo que iba a ser un francotirador, que iba a hacer cine en los márgenes... Lo de los Oscar no me lo esperaba, pero es una peli que puede conectar mucho en Estados Unidos, dialoga con el cine americano de los años 70, el nuevo cine americano. Estamos en una época muy similar a los 70 con una sociedad muy polarizada, guerra de Vietnam, retorno a la espiritualidad, un poco New Age, el uso de los psicodélicos de manera medicinal… Espero que Sirât, con sus imperfecciones, hable del momento en el que estamos como lo hicieron en su época Apocalypse Now o Easy Rider", dice Laxe en una entrevista.
Laxe, con esta película, sigue la estela del cineasta ruso Tarkovski, el poeta humanista que esculpía películas.
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