Después de la visita al mítico territorio de Corleone, que es algo así como la Comala de Rulfo en el interior de Sicilia, a unos quinientos metros sobre el nivel del mar, el viajero regresa a Palermo con la sensación de haber estado en un lugar asombroso, que perteneciera a otro tiempo, acaso a un tiempo fundido con un espacio fabulado. Puro realismo mágico.
Palermo le espera de nuevo al viajero con su emplazamiento entre montañas, en un golfo luminoso, que contrasta con la decadencia de algunos de sus edificios desconchados y de sus sombrías calles y callejones y sus mercados callejeros con olor a parrilla y a especias. Con sabor a granizado de fresa, también.
Creo que Palermo es un sitio especial, que acaba atrapando al viajero, porque no es un simple decorado, aunque haya servido como escenario fílmico, como otros muchos sitios turísticos, véase Cefalú, que en verano está atestado de turistas. No obstante, el viajero desea visitar este pueblo de la costa norte siciliana donde se rodaron algunas escenas de la película Cinema paradiso, de Tornatore. Una película que me fascina, una belleza comestible, que nos habla del poder del cine, de su magia, de la capacidad que tiene como medio de masas, de concentrar en torno a su luz a toda la población de una aldea. Y por tanto, la capacidad del cine para mostrarnos la vida.
https://cuenya.blogspot.com/2020/07/cinema-paradiso.html
Cefalú, con la belleza azul de lo marino y la luz acariciadora del celuloide
El antiguo puerto de Cefalú se convirtió en escenario para esta maravillosa película, en la que vemos cómo el cine de verano se traslada a la playa y los pescadores disfrutan de las historias del cine. El cine y Cefalú nos hacen soñar, incluso despiertos.
A menos de cien kilómetros de Palermo en dirección a Messina, cuyo trayecto en tren puede realizarse de un modo confortable en aproximadamente una hora, se halla Cefalú, que parece emerger del mar como una poderosa Afrodita al regazo de una gran roca, la cual es todo un símbolo y un escenario mitológico, desde donde se tienen buenas vistas, al decir de los lugareños. El sol aprieta y la subida a este peñón no parece la mejor idea, a sabiendas de que desde las alturas -me encantan las alturas-, se pueda gozar de un soberbio espectáculo visual.
Cefalú es, por lo demás, uno de los puntos de salida hacia las islas Eolias y un pueblo costero de aguas azul turquesa y aspecto medieval -sus calles me hicieron recordar a Santillana del Mar-, cuya vida gira precisamente en torno al mar y a sus calles principales paralelas al mar, a saber, Corso Ruggero y Vittorio Emanuel, con sus tiendas, restaurantes, heladerías y pastelerías... con sus muchas iglesias y sus casas nobles y su catedral-fortaleza, de estilo normando e influencia bizantina, con sus dos impresionantes torres, declarada Patrimonio de la Humanidad. La plaza del Duomo, el centro neurálgico, con sus palmeras, es uno de los espacios emblemáticos.
Otro espacio para recrearse es el antiguo puerto (Porticciolo), en concreto el Largo degli eroi, dedicado a unos pescadores que perecieron tratando de salvar a otros pescadores. Desde los arcos de este Largo se accede al mirador costero para disfrutar de los acantilados y el espigón del puerto.
Asimismo, a través de la porta Pescara o Marina, que es una puerta en forma de arco de medio punto -en realidad la única puerta que queda de la antigua muralla de Cefalú-, se llega al antiguo puerto, donde se encuentran las casas colgadas que asoman al mar como una ensoñación fílmica. Y es que Cefalú es un sueño marino, un Cinema Paradiso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario