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martes, 3 de diciembre de 2024

Brujas, de Paula Revellado

 

 El tiempo no es lineal... Nuestras vidas se van entrelazando con otras vidas a través de innumerables eones. Nada es siempre lo que parece ser...

 Esta misma tarde, después de mi clase de Artes Escénicas y cinematográficas, nos daremos cita en la casa de la cultura de Ponferrada a las 19h30 para presentar la reciente obra de la narradora Paula Revellado, a quien tuve la ocasión de entrevistar en el 2021 (año de pandemia) para La fragua literaria leonesa (https://ileon.eldiario.es/la-fragua-literaria/paula-revellado-la-fragua-literaria-leonesa-manuel-cuenya_1_9515397.html) con motivo de la publicación de su ópera prima titulada Peregrino acerca de su experiencia en el Camino de Santiago, que tanto puede dar de sí desde un punto de vista literario, vital, porque “El Camino es como la vida… nos hace enfrentarnos a los elementos Tierra, agua, aire y fuego... Nacemos del agua y vivimos en la tierra. Nuestro pensamiento es aire y nuestra voluntad es fuego. Nuestro amor es agua, tierra, aire y fuego”, contaba Paula, que emprendió el Camino de Santiago en el año de 2003. Y, a su paso por el Bierzo, se quedó enamorada de esta comarca, que, a su juicio, tanto se parece a Granada en cuanto a energía se refiere. 

El Bierzo y Granada hermanadas por una energía especial, única. Reconozco que Granada, tan moruna ella, tan norte y sur de España, es una de mis ciudades preferidas en nuestro país de paisitos. 

https://cuenya.blogspot.com/2024/05/jaen-la-matria-del-aceite-de-oliva-y.html

Aunque Paula no tiene raíces bercianas (es originaria de Madrid), se enamoró del Bierzo y se quedó a vivir en esta comarca leonesa desde entonces hasta ahora. Después de estos años, sigue enamorada del verdor y la exuberancia de esta hoya mágica, de este "vientre cósmico... que es energía en movimiento", como a ella le gusta decir. A uno también le gusta hablar del útero de Gistredo para referirme a mi patria o matria chica. 


Paula vive, a su juicio, en pleno Camino de Santiago, en el juego de la Oca, rodeada de historia, de leyendas, de arquitectura y de naturaleza.

En realidad, Paula, en su novela Peregrino, hizo un viaje al interior de sí misma -a ella que tanto le entusiasman las aventuras y los viajes, devota que es de la obra de Vázquez Figueroa-, un viaje digamos espiritual, porque ella misma y su hija Julia también aparecen como personajes. 

Y ahora Paula nos ofrece esta novela titulada Brujas, que cuenta la historia de dos mujeres, a saber, Mila, nacida en el Madrid de los años cincuenta, y Eva, nacida en la Barcelona del presente. Un viaje, una vez más, en este caso a través de los sentidos por distintas ciudades, tanto de España como de otros países (Madrid, Barcelona, Hondarribia, Granada, París, Toulouse, Asilah -Marruecos-, Túnez…). 

"La luminosidad de Asilah nada tenía que ver con la de París, por mucho que la llamaran la ciudad de la luz. El blanco y azul de las casas del pequeño pueblo costero en el que el deslumbrante verde de los jardines de los patios contrastaba con el azul turquesa y el mar en el que el sol centelleaba, embriagaba los sentidos de la chica. Estaba extasiada ante tanta armonía y belleza".  

 He de confesar que  me entusiasma la prosa sensorial, comestible, que trabaja con los cinco sentidos (a menudo en mis clases de escritura hablo de la escritura con los cinco sentidos), incluso con un sexto sentido. Y me encanta cuando alguien, como Paula, escribe sobre lugares de modo sensorial, dando pinceladas de colores y sabores, aromas, entre otros... Por eso Brujas es un viaje a través de los sentidos, acaso un viaje iniciático (como experiencia de crecimiento y evolución) en busca de la tan ansiada templanza (ataraxia), con la gastronomía (recetas de dulces fundamentalmente) y la música como hilos conductores (Serrat, Johnny Halliday, Brel, Piaf, Battiato, Wolfe Tone...), en busca de los sueños hechos realidad, pues Paula dedica su novela a todas las mujeres que luchan por hacer realidad sus sueños, esas mujeres brujas (haberlas haylas, por fortuna), que se rebelan contra las ataduras del sistema, que aspiran a ser libres en un mundo coercitivo. A este respecto recuerdo la lectura de Vacas, cerdos, guerras y brujas, del antropólogo americano Marvin Harris, sobre el que he escrito en alguna ocasión.

https://cuenya.blogspot.com/2009/11/escobas-y-aquelarres.html

 Paula también hace mención en su novela Brujas al chamanismo  como "práctica femenina originaria de Siberia" y de las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda (enseñanzas o experiencias psicodélicas basadas en el empleo de tres tipos de plantas psicotrópicas: peyote, toloache y psilocybe mexicana). 

Paula, como ya dije, es una apasionada de la música, en concreto del misticismo de Battiato, algo que también comparto con ella.  Canciones como L'ombra della luce se me antoja maravillosa: “...Devuélveme a las zonas más altas/ A uno de tus reinos de calma/ Es tiempo de escapar de este ciclo de vida/ Y no me dejes nunca más/ No me dejes nunca más.... Riportami nelle zone più alte/ In uno dei tuoi regni di quiete/ E' tempo di lasciare questo ciclo di vite/ E non abbandonarmi mai/ Non mi abbandonare mai...".


https://cuenya.blogspot.com/2011/09/battiato-guru-de-la-musica.html

https://cuenya.blogspot.com/2021/05/la-cura-de-battiato.html

Paula, que es una alquimista, acaso un vidente capaz de adentrarse en la condición humana y descifrar los códigos secretos, practica el Reiki, el Tarot, entre otros, es decir, que es una maga, una meiga, una hechicera, entusiasta de grandes poetas como Antonio Machado: “Converso con el hombre que siempre va conmigo/  —quien habla solo espera hablar a Dios un día—;/ mi soliloquio es plática con ese buen amigo/ que me enseñó el secreto de la filantropía” (versos extraídos del Retrato del autor de Campos de Castilla).

Encantado, Paula, de acompañarte en este viaje por la senda de la vida, que este sí es un genuino viaje, cerrando esta novela de un modo circular con El tiempo no es lineal... Nuestras vidas se van entrelazando con otras vidas a través de innumerables eones. Nada es siempre lo que parece ser... Todos formamos parte de una red infinita, de un vaivén constante a través del tiempo y del espacio...

Con la banda sonora de Las fillas de Cassandra, eso me apetece escuchar ahorita mismo, V.AS MOIRAS: Sácate, sácate, sácate, sácate/ Bru-bru-bruxa... 




lunes, 2 de diciembre de 2024

Viaje a las entrañas de la Tierra leonesa


Viajar a las cuevas de Valporquero es como viajar a las entrañas de la Tierra, una experiencia mística, psicodélica, tras un buen chute con algún neurotransmisor o neurohormona. Un viaje al centro de la Tierra, como hiciera Julio Verne. Existe una adaptación cinematográfica de Juan Piquer, cuyos paisajes naturales exteriores están rodados en Lanzarote y los interiores o subterráneos se filmaron en las cuevas de Valporquero. Asimismo, el cineasta almeriense Martín Cuenca rodó El tesoro, basada en La isla del tesoro de Stevenson, en las cuevas de Valporquero. 

Esto escribía hace años a propósito de las Cuevas de Valporquero:

https://www.diariodeleon.es/monograficos/revista/111030/956585/maravillas-naturaleza.html

chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://nocedadelbierzo.com/wp-content/uploads/2014/01/Valporquero.pdf

Viajar a las cuevas de Valporquero es adentrarse en la belleza de los subterráneos en forma de dolina o torca, que es una depresión geológica característica de los relieves kársticos originados por la meteorización química (descomposición de minerales y rocas cuando estos entran en contacto con la atmósfera) de rocas calizas, dolomías (compuestas básicamente de dolomitas, de ahí las montañas dolomitas en los Alpes orientales italianos), yeso, etcétera. 

https://cuenya.blogspot.com/2019/07/las-dolomitas.html

Me apetece recordar que en mi pueblo existe un paraje, que tanto visité en mi época adolescente, llamado Las Torcas, por ser este una depresión circular, un terreno con bordes escarpados. Desde las Torcas era capaz de vislumbrar en lontananza las Asturies tierra querida. Evidentemente, esta visión, acaso alucinógena, forma parte de mi fantasía juvenil. Es probable que imaginara a Manuel Murias, un paisano de Noceda, que había llegado al Bierzo desde la hermana tierra de Luarca. 


Recientemente, he viajado a las cuevas de Valporquero. La verdad es que hace tiempo que no las visitaba. Aunque sí he estado en diversas ocasiones y en diversos tiempos de mi vida. 

Esta cuevas, en el corazón de la montaña leonesa, se abrieron al público un año antes de que me nacieran. Y, con muy pocos años, tuve la ocasión de visitarlas a resultas, creo recordar, de una excursión a las mismas a través de la escuela del pueblo. En ese tiempo uno soñaba con mundos maravillosos, y por supuesto con estas cuevas, que intuía que estarían precisamente tras Carralacueva, un lugar de mi pueblo, en la carretera que va hacia las pedanías de San Justo de Cabanillas y Cabanillas de San Justo, además de Quintana de Fuseros. 


De aquella primera visita aún conservo aquellas "palapitas" o techos cónicos cubiertos con palmas que existen y siguen existiendo en los alrededores de estas cuevas. 

Antes de alcanzar el pueblo de Felmín, donde hay un desvío a la izquierda, que lleva directamente a las cuevas, se atraviesa un angosto valle, con las espectaculares hoces de Vegacervera (una garganta cuyas paredes verticales, algunas superan los cien metros de altura, son una golosina para los escaladores), siguiendo el curso del río Torío. 


Las cuevas se hallan en la pedanía de Valporquero (valle de porcos, según el guía, luego hablaré de este hombre), en el municipio de Vagacervera (donde se celebra la fiesta del chivo, perdón, esta es una novela de Vargas Llosa, la feria de la cecina de chivo, está divina de la vida la cecina de chivo). 

A más de 1300 metros de altitud, el visitante puede gozar de bellas panorámicas, hasta donde alcanza la vista, incluso la imaginación, de los picos de la cordillera Cantábrica y de la reserva de la biosfera de Los Argüellos, donde habita el oso pardo. Una naturaleza esplendorosa. Una visión inolvidable. La sensación térmica en el exterior se me antoja realmente fría. 


En esta reserva de la biosfera de Los Argüellos también se hallan las hoces de Valdeteja, gemelas de las hoces de Vegacervera, "ese bellísimo y brutal desfiladero que el Curueño atraviesa entre Tolibia y el puente del balneario... un paisaje tan hermoso como sobrecogedor y tan espectacular como perturbador para el espíritu y el alma", según nos cuenta el escritor-viajero Julio Llamazares en El río del olvido.   

Juan Carlos Brugos, que así dice llamarse el guía, conduce a los visitantes (de la Universidad de la Experiencia del Campus de Ponferrada), entre los cuales me encuentro, a través de un túnel hasta la boca de la cueva. El guía, con profesionalidad y humor, explica el origen geológico de esta preciosidad de la naturaleza, con el Pleistoceno de la era Cuaternaria, hace más de un millón de años, como punto de partida y el arroyo Valporqueros horadando con persistencia el interior, que se revela como una gran maravilla: La Gran Rotonda, en cuyo interior tal vez cabría la catedral de León, se aparece ante los presentes como una cavidad grandiosa, con una iluminación artificial que además le da realce. En esta zona el río se esconde (aparece en época de lluvias) y resulta inspirador para aquellos que son expertos en espeleología. 


Creo recordar, aunque hace pocos días que visitara las cuevas, se accede, desde la Gran Rotonda, a la sala de las Pequeñas Maravillas, esas caprichosas formas calizas que uno puede percibir como dios le dio a entender, es un decir, porque cada cual acaba encontrando parecidos con alguna virgen con niño, fantasmas... Un juego realmente divertido eso de encontrar razonables parecidos en esas pequeñas maravillas que la diosa naturaleza ha creado. La sala de las Hadas es otro espacio cautivador, que nos sumerge en un bosque de coladas, cascadas y una sugerente concentración de estalactitas que dan rienda suelta a la fantasía.

La visita continúa por el llamado cementerio, quizá el lugar más romántico de todos, donde nos reciben, con sus brazos abiertos, los fantasmas de las estalactitas y estalagmitas, hasta alcanzar la Gran Vía, una inmensa galería de más de treinta metros de altura de cuya cúpula cuelgan incontables aguijones y cascadas petrificadas. A continuación visitamos la Columna Solitaria, una esbelta columna de una sin par belleza natural, que se eleva espiritual entre un bosque de agujas estalactíticas. 


Hay un momento en que el guía, Juan Carlos Brugos ("Brugos, no Burgos", puntualiza) me llama por mi nombre y apellido. 

-¿Nos conocemos? 

-Te conozco a través de los medios -me dice. 

Me quedó sorprendido a la vez que esbozo una sonrisa, acaso bobalicona, y le agradezco su visita guiada. Aún nos queda lo mejor, el espacio Maravillas, que así se conoce la última sala, donde se concentran miles de estalactitas, coladas, columnas y formas calizas surgidas del goteo milenario del agua. Una sobrecogedora catarata de color. De repente, se apaga casi toda la iluminación y en la semioscuridad se aparece un mundo de fantasía, tal vez el de Alicia en el país de las maravillas: 


"Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que Alicia no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy profundo". 

O bien el de Shine on, you crazy diamond


Remember when you were young/ You shone like the sun/ Shine on, you crazy diamond/ Now there’s a look in your eyes/ Like black holes in the sky/ Shine on, you crazy diamond.

Recuerdo cuando éramos jóvenes,/ tú brillabas como el sol./ Sigue brillando, diamante alocado./ Ahora tienes esa mirada en tus ojos,/ como agujeros negros en el cielo./ Sigue brillando, diamante alocado.

Este viaje a las entrañas... de la Tierra... leonesa me ha llevado hasta las maravillas de Lewis Carroll y la psicodelia de Pink Floyd. 


En el viaje de regreso atravesamos Cármenes (la tierra donde el gran poeta Llamas escribió en un hórreo-panera el poemario Manuscrito del alba y donde vive el gran periodista y escritor Fulgencio Fernández) y hacemos escala en Villamanín, en concreto en el templo de la gastronomía, Restaurante Casa Ezequiel, donde las viandas nos elevan más allá del bien y el mal, porque no sólo de espiritualidad vive el ser humano, sino de los alimentos eucarísticos de cada día, o sea. Comparto panes y peces bíblicos, es un decir, con Isa, Encina, Manoli, Vicky... y demás personas de la Experiencia de la vida (un recuerdo también para Julio, que amenizó el viaje con su interesante e instructiva charla, y a Siano por esta última fotina). 

Hasta la próxima visita a las cuevas de Valporquero.