Os dejo este relato que escribiera para un concurso de relatos de Quintana de Fuseros.
Estoy aquí en esta orilla, donde crecen las
urces, canta la coruja, que es mi animal preferido, y se celebra una
procesión que a mi tía Gervasina le gusta mucho. También ella dice que vivimos
en la ladera de oro del castro de Las Torcas. Yo no entiendo bien lo que quiere
decir con eso, pero es que ella es la maestra de la escuela, adonde yo voy
siempre que puedo, porque a veces tengo que ayudar en casa. Quintana de Fuseros. Foto: Luis Nogaledo
Mi tía me dijo que este año, en el mes de
mayo, cuando esté todo bien florido, me acompañará para ver esa procesión, y
eso me hace ilusión, porque quiero aprender muchas cosas para cuando sea mayor
y pueda viajar sola por el mundo, como hace ella, que estuvo en un país lejano
con grandes ríos, donde las personas vivían felices. A mí también me hace feliz
ir al río a bañarme en verano.
Mi tía asegura que el río Boeza, que nace en
un rincón al que yo nunca fui, es vida. Y a mí me gusta la vida. Ahora estoy
contando los días para que llegue esa procesión donde, según ella, los vivos se
juntan con los muertos para hablar sobre lo que no pudieron decirse en su día.
Yo, la verdad, no acabo de entender cómo los muertos pueden hablar con los
vivos. Pero mi tía asegura que los milagros existen.
Estoy deseando que llegue ese milagro. Por
cierto, me llamo Quintana. De Fuseros es mi apellido.
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