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domingo, 21 de octubre de 2012

La cava de las viñas, la vendimia y el lagar



En primavera, por el mes de marzo o abril, se formaban grupos de hombres para ir a cavar la viña de algún vecino. De esta forma, podían dar cavada una viña, aunque fuera de sol a sol. 


Viñedo en el Alto Bierzo
Los cavadores, provistos de azada o azadón, solían llevar garrafones de vino, quizá para que el vino fuera como la gasolina que hiciera funcionar mejor y más rápido sus motores. 

Normalmente, era el dueño de la viña quien les daba de beber a los cavadores a través de una bota, para que no se pimplaran. Por su parte, la mujer del dueño les daba de comer el botillo, en ocasiones añejo, pues estaba colgado de la pregancia desde diciembre hasta marzo. 



Entonces el botillo era el plato estrella en la cava. Terminada la faena, los cavadores eran invitados por el anfitrión a un ponche. Se cuentan anécdotas graciosas acerca del ponche o “ponchada” que obsequiaban los amos de las viñas a sus cavadores. 


Lagar el Alvarico en Noceda del Bierzo
Hubo ocasión en que, el ponche previsto para unos doce cavadores, se tuvo que hacer con un solo huevo. “Vete a por la ñigalada”, le dijo el viñador a su mujer. “So desgraciao, si sólo está el ñigal”, respondió ésta enfurecida. “Pues está bien, hagamos igualmente la ponchada”. Y la ponchada se hizo, y todos los cavadores la disfrutaron.

A mediados de Septiembre, o finales, depende del lugar del Bierzo, se hace la vendimia, para la que se requería y se requiere de la presencia de vendimiadores, que se colocaban por “vallaos” para que la faena se hiciera lo antes posible. 


Entonces la gente iba a vendimiar para el vecino por un chachín de tocino, casi siempre rancio, pan de centeno negro, que restrallaba en los dientes, al decir de algunos, y un platín de pimientos cocidos y sazonados con unto. La gente, antaño, se apuntaba a lo que fuera, con tal de que le dieran algo de comer. Había escasez. 

Como la comida no era mucha, los vendimiadores se dedicaban a comer uvas mientras trabajaban. “No comas uvas y canta”, solía decirles el dueño de la viña. 

Mientras las mujeres se dedicaban a cortar racimos, los hombres más fuertes se ocupaban de “apurrir” los cestos y cestines o maniegos al carro de las vacas o bueyes. Los carros estaban forrados con lonas o encerados para que no se perdiera el mosto de la uva.


Debido a la importancia que desde hace tiempo ha tenido el viñedo en el Bierzo, los bodegueros solían tener un lagar para prensar la uva. Aunque, en los últimos tiempos, los viejos lagares han ido sustituidos por métodos más modernos como las prensas. 


Antes de llevar la uva al lagar, los viñadores solían pisar o d(estripar) la uva en el carro. Y quienes disponían de una lagareta lo hacían en ésta. La lagareta estaba revocada con cemento, y disponía de un pozo adjunto llamado pilo, al que iba a parar el mosto después de pisada la uva. 


A continuación la uva restante era llevada al lagar, que podía ser de un particular o pertenecer a varias familias, para que fuera mejor prensada, y luego con la(s) uva(s) triturada(s) hacer el orujo en algún alambique. 


En el Bierzo aún se conservan, por fortuna, algunos viejos lagares en buen estado, pero ya son reliquias museales, como el “Alvarico” o el del barrio de Río, ambos en Noceda del Bierzo, o bien el Lagar de San Andrés de Montejos, que es en la actualidad un restaurante.

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