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martes, 19 de septiembre de 2023

Montes y castros gallegos

 Coruña, la ciudad de faro, me entusiasma pero Vigo es otra ciudad que se ha quedado grabada en mi memoria emocional porque, como cuento en El verde aroma del Noroeste, en su puerto embarcó mi padre en los años cincuenta del pasado siglo rumbo a las Américas. Toda una odisea. 

Panorámica de Vigo

Creo que ese fue uno de los detonantes para amar los viajes y todo lo que entraña viajar, ya sea cerca o lejos de la morada. Por tanto, Vigo quedará para siempre, al menos mientras viva y pueda recordar, como punto de partida hacia otros mundos, que de un modo inevitable me ayudan a seguir soñando, viviendo, fantaseando. 

Una vez más, estoy convencido de que viajando es como uno abre la mente a nuevos horizontes y a la vez  puede instruirse leyendo asimismo el libro de la vida a través de los paisajes y el paisanaje con los que uno se va encontrando. 

El Sireno en la Puerta del Sol de Vigo

Vigo forma parte del mapa de los afectos que me mueven y conmueven. Y en este aún reciente viaje de agosto también pude ver y conversar con la amiga Alicia, que siempre se me antoja un gran placer, porque la charla con ella fluye como los ríos que van a dar a la mar. 

En realidad, me apetecía que la poeta Alicia Savaxe, que figura en El verde aroma del Noroeste, tuviera el libro. Y ese fue uno de los motivos para volver a esta ciudad portuaria. A ver cuándo volvemos a vernos.

La ciudad más "cool" de España, dice el periódico The Times de la misma.
La verdad es que me gusta esta ciudad, que visito de vez en cuando.

Me gusta conversar sobre todo con la amiga poeta Alicia, que es de aquí y uno de los personajes de El verde aroma del Noroeste.
(estas palabras dejé escritas en mi muro de Facebook en su momento)

Confieso que uno de mis lugares preferidos de Vigo, tal vez el que más me gusta, es el castro, subirme al mismo para desde ese mirador contemplar el mundo, la belleza de las islas Cíes al fondo como si pertenecieran a otra dimensión espacio-temporal, para acaso poder respirar, como en un sueño, las brisas marinas que llegan desde el otro lado del Atlántico.

Con Alicia en Vigo
Quedarme durante un rato largo extasiado, embebido, hipnotizado con la fragancia universal del océano. 

Viajar, como escribir, es una forma de estar en el mundo. Viajar resulta en verdad inspirador y estimulante. Y eso me lleva hasta La Guardia, donde nunca antes había estado. 

Fue la también poeta y amiga gallega Manuela R. Gallego quien me habló del castro de Santa Tecla como un mirador fantástico. 

Me fascinan los castros y los miradores, como ya he adelantado. En mi pueblo existen varios castros o corones de origen prerromano y romano, entre ellos el de Valdequiso, Ceruñales o Fuentetorres, a los que me unen inolvidables recuerdos. Soñando tesoros por los castros. 

Desde Santa Tecla

 http://cuenya.blogspot.com/2012/10/fabulas-y-leyendas-sobre-el-oro-y-los.html Y una gran parte de las aldeas gallegas se alzan sobre castros. Así que me pereció que esta era una buena ocasión para visitar La Guardia (A Guarda) y de paso subir hasta el monte-castro de Santa Tecla, que con sus 341 metros de altura sobre el nivel del mar le permite al visitante echar la vista a la redonda, 360 grados, lo que resulta magnífico. 

Puerto de A Guarda

La subida hasta este facho o monte litoral es una experiencia mística que a uno lo pone en contacto con la divina naturaleza. Te sientes como un eremita subido a su columna divisando un territorio donde confluyen la belleza fluvial y la marina. A los pies queda La Guardia. Y desde este mirador se tienen estupendas vistas al estuario del río Miño, cuya desembocadura en el océano Atlántico eleva el espíritu de quien contempla tal espectáculo. A un lado se extiende la ribera española y al otro la portuguesa, hermanadas por el Miño. Dos orillas y un mismo paisaje. Con un rayo verde en el horizonte. 

Al fondo la desembocadura del Miño en el Atlántico

Santa Tecla o Trega es tal vez uno de los castros prerromanos más lindos y grandes del Noroeste español.  Con sus petroglifos de la edad de Bronce. Un emplazamiento estratégico. Un lugar de culto, mágico, con la capilla de Santa Tecla.  

Hay lugares con un encanto especial y ese es el Castro de Santa Tecla (Trega, en galego).
Hay que llegar hasta La Guardia, que está a los pies de este monte y Castro magnético, que respira historia por todos los costados. Y desde donde se gozan de vistas maravillosas al propio pueblo de La Guardia y la desembocadura del río Miño en el océano Atlántico. Algo que me lleva de un modo inevitable hasta la desembocadura del Duero/Douro, el río de oro, en Oporto/Porto, otro espacio mágico, inolvidable.

Es la primera vez que visito esta localidad y este Castro prerromano, del que me había hablado la poeta amiga y tocaya Manuela, ella que es gallega aunque viva en la ciudad de León. Pues el sueño se ha cumplido. Y el ha sido además muy hermoso.
(estas palabras dejé escritas en mi muro de Facebook en su momento)

Aunque existe al menos un bar en Santa Tecla donde puede tomarse algo, incluso comer, prefiero bajar a La Guardia para darme una vuelta por el animado puerto pesquero, con sus coloridas casas marineras y sus restaurantes, su monumento al marinero y el museo del mar. Estampas con encanto. 

A Guarda

El viaje en esta ocasión también me lleva hasta Baiona, que queda a pocos kilómetros de Vigo, algo menos de treinta. 

Se nota que en verano esta urbe, que tanto le gustaba al paisano y amigo, el ex-eurodiputado Pepe Álvarez de Paz, donde pasaba largas temporadas, está atestada de turistas en busca, imagino, de una suculenta gastronomía y una temperatura ambienta agradable. 

Luce el sol sobre un cielo azul que se muestra como un lienzo, con el castillo de Monterreal al fondo, una fortaleza con historia, que al parecer data del siglo XII. En la actualidad, desde los años setenta, es el parador de Baiona, que, con sus calles empedradas y sus casas señoriales, está declarado conjunto de interés histórico-artístico. 

Fortaleza-parador de Baiona

Baiona es conocida asimismo porque el explorador Pinzón, con su carabela Pinta, arribó a finales del siglo XV al puerto de esta localidad gallega desde las Américas días antes de que Colón llegara a Lisboa. 

Regreso a Vigo, que es ciudad portuaria con sabor iberoamericano. Y contemplo, una vez más, el océano Atlántico como si se me apareciera, como en los sueños, el continente americano. 


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