Un placer, como siempre, colaborar con la profesora y escritora María José Prieto, en este caso con el prólogo a su poemario Imaginación y vida. Enhorabuena, amiga Marisé. Qué sigas tan activa y con tanta producción literaria.
Profesora, escritora, pintora, María José Prieto es ante todo una buena persona, con mucha sensibilidad, lo que se traduce en sus textos y en sus poemas, y por supuesto en su forma de sentir y estar en el mundo.
Aunque no es la primera vez que escribo
algo acerca de alguno de sus volúmenes –espero que no sea tampoco la última
vez– me hace ilusión que haya contado conmigo.
La primera impresión, nada más leer este poemario Imaginación y vida, es que la autora siente una gran añoranza por aquellos veranos azules, de lirios encantados de la infancia, que es tal vez cuando uno es realmente feliz. Decía el poeta Leopoldo María Panero, con su lucidez enturbiada al mismo tiempo por un desequilibrio mental, que en la infancia se vive, pero que luego sólo se sobrevive. Y a menudo ni siquiera se vive en la infancia, sobre todo si hablamos del llamado tercer mundo.
Sea como fuere, María José (Marisé),
“esa niña de plata”, esa niña de oro “bella, ingenua, tierna…”, esa “gacela/
que saltaba de flor en flor” nos muestra sus recuerdos/tesoros de infancia y su
juventud divina, “época de ilusiones, de luces y de colores”, en los que
afloran, en su inocencia, los cuentos de hadas, duendes, sirenas, ondinas,
gnomos… porque “solo el recuerdo permanece”, como ella misma poetiza, esa niña
“en medio de un palomar” que juega con las palomas, “con gozo y con libertad”,
esa niña que fue y desea creer en la vida, “la vida y la ilusión/ inundaron lo
más profundo de mi ser”, que sigue creyendo en la luminosidad como origen de la
fantasía y la creatividad, y también en el amor, esa niña que se siente
entusiasmada en medio de la Naturaleza, de lo rural, disfrutando con el canto
de los pájaros, “en la luz de la alborada”, esos cantos y cánticos que la
devuelven a algún vergel ensoñado o paraíso de ilusiones, acaso a un edén,
“solo quiero vivir para sentirte,/ Naturaleza”, aunque ahora haya llegado “este
virus nefasto,/ fruto del mal y el desorden”, esa niña devota de la tierra
leonesa, de donde ella es originaria: “Tu brisa me llena el alma,/ Ciudad
antigua, León,/ De condes, duques, nobleza/ Del más vetusto sabor…”.
Imaginación y vida es
asimismo una reivindicación de los libros, “que bailan fantásticas danzas/ en
amplios espacios de luz y color”, y sobre todo el amor inmenso que una
hija siente hacia sus progenitores, donde el olvido, en el caso de la madre,
puede llegar a ser “bálsamo/ que cura heridas”. No en vano, el recuerdo
también produce dolor.
En este poemario, la creadora expresa su devoción tanto por la
madre como el padre, “papá siempre serás/ Un presente anhelado”, dejando
también un hueco en el corazón para los grandes amigos como José Luis, Miguel,
“mocetón del norte/ Guapo, alegre y muy galán” o Eusebio, “mirada de corazón,/
profundos sentimientos,/ expresión sincera y amable… todo bondad y cariño”.
Una delicia leer siempre a Marisé.
Qué te voy a decir, mi querida amiga, después de lo que dice Manuel Cuenya, todo dicho y muy bien dicho está. Desearte que Imaginación y Vida te dé muchas satisfacciones, porque en cada libro que se escribe va esencia del autor.
ResponderEliminarUn abrazo