Gerona/Girona como siguiente parada. Había estado también, hace casi treinta años, en el mismo viaje que hiciera a Figueras.
Recuerdo que visité Banyoles, con su hermoso lago, porque ahí vivía una amiga Teia. Y recordaba las casas colgadas, casi casi como las de Cuenca, con su colorido florentino, sobre el río Onyar u Oñar. Que es como un Arno con menos caudal de agua.
Por cierto, esta imagen de las casitas gerundenses me hace recordar mi reciente visita a Bassano del Grappa, en el Véneto de Italia. Tiene cierto aire Gerona/Girona con Bassano. Lo que no recordaba en absoluto -es probable que ni siquiera lo recorriera-, es el casco histórico de esta ciudad medieval, que me ha parecido maravilloso, con su judería, una de las mejor conservadas de Europa, al decir de algunos. Es como pasearse por el barrio judío de Jerusalén, la tierra judía por excelencia, bueno, también palestina, y hasta cristiana, no vayamos a enredarnos o enfangarnos en politiqueos. O sí.
Sorprende su monumental catedral, de la que da cuenta Julio Llamazares en su periplo por todas las catedrales de España (en Las rosas del sur).
Cataluña es España, por mucho que algunos se empeñen en decir que no lo es. Incluso diría que no he notado ninguna diferencia en lo que hasta ahora he podido ver, percibir y sentir, con respecto a otras partes de España.
Sureña se me antoja, también Girona. Mas allá de ver banderas catalanas colgadas en algunas casas, carteles que piden la República (una República estaría bien para todo el Estado nación de España) o carteles donde se habla de presos políticos (algo de razón tienen, porque no se puede condenar a esta gente como si fueran criminales, que no lo son), el resto me ha hecho sentir como en cualquier otro sitio de España.
Con gente amable, por supuesto. Y sobre todo con muchos extranjeros viviendo en Cataluña. Como la jovencita recepcionista que me atendiera en el alojamiento en Figueras, Siam, de origen marroquí, en concreto de Nador, Nador dream. O la chica que me ofreciera información en la oficina de turismo de Girona, para indicarme, bien amable, cómo podría ir hasta el castillo de Púbol, donde residiera Dalí en sus últimos años de vida.
Así que, por ahora, Cataluña me está tratando bien. Y me siento a gusto.
Gerona/Girona es por lo demás un sitio tranquilo, por el que uno puede pasear en calma, entre callejuelas, los carrer, con mucho encanto, entre edificios imponentes. Y sobre todo me encantó pasear a lo largo de la muralla (cual si estuviera en Lugo), desde donde se tienen lindas vistas a la ciudad. Y a ese gran bosque pulmón oxigenante en medio de ciudad llamado La Devesa (en mi pueblo también existe una zona de robledal llamada La Devesa).
Lo que nunca habría imaginado, de no haber venido hasta aquí (por eso hay que viajar, aunque sea en un vagón de segunda) es que una parte de la película El perfume, basada en la aromática novela de Süskind (cinta que estuvo a punto de rodar Amenábar, él mismo me lo llegó a contar en una conversación en Ponferrada, en tiempos gloriosos de la Escuela de Cine) se rodó en el centro histórico de Girona. Y esto me ha encantado porque tengo devoción por la novela pero también por la peli, lenguajes diferentes pero complementarios, imagen y palabra fundidos en un abrazo entrañable.
Ah, Girona también cuenta con un museo dedicado al Séptimo Arte.
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