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lunes, 5 de febrero de 2018

Y de repente...Gonzalo López Alba

La muerte, por desgracia, sigue atizándonos duro. Es ley de vida, dice Fernando. Pues me niego. Me gustaría pensar sólo en Eros. Pero Thánatos se impone como una apisonadora. Ya sabemos que nacemos para morir, pero cuando a uno lo pilla aún joven, y Gonzalo lo era, entonces se nos vienen abajo las ilusiones. Y nos entra temblequera. 
También me dice el amigo Javi (y mi paisana y amiga Auri) que escriba sobre algo más alegre. A ver si llega el momento. Ojalá. Por ahora tocan estos asuntos. 

Hace tres o cuatro días que Gonzalo López Alba me enviaba un mensaje para decirme que a partir de ahora colaboraría con InfoLibre los domingos y con Vozpopuli los jueves.  
El viernes, creo recordar, lo veía en la noche en 24 horas de Televisión, el programa que conduce el periodista Víctor Arribas. Y de repente, hoy mismo al mediodía, Antonio, el jefe de edición de ileon, me comunica que el periodista y escritor berciano Gonzalo López Alba ha fallecido, recordándome que yo lo había entrevistado para La fragua literaria leonesa: http://www.ileon.com/cultura/076165/gonzalo-lopez-alba-la-buena-literatura-no-sabe-de-origenes-sociales-ni-procedencias-geograficas
Pues sí, un placer haberlo podido entrevistar. Pero ahora me quedo fuera de mí, porque, desde que falleciera mi padre (y unos años antes mi cuñado Nino) estoy muy sensibilizado con la muerte, con la muerte de seres queridos, seres cercanos. 
Me trastoco cada vez que oigo la palabra muerte. Y es entonces cuando me gustaría salir corriendo hacia un lugar utópico, imposible, en el que la Muerte no existiera. 
En el fondo, no deberíamos autoengañarnos, ni hacernos los mensos, que dicen en México, porque la muerte está y estará siempre con nosotros. Y el día menos pensado (siempre nos coge por sorpresa, aunque no lo creamos) nos tocará ese gordo gordísimo, que esa sí que es una lotería en números rojos rojísimos, negros negrísimos. 
El pasado mes de diciembre, con motivo del premio Lambrión Chupacandiles, que otorga el grupo de comunicadores del Bierzo afincados en Madrid, comandado por los periodistas Juanma Colinas y Toño Criado, había quedado en ver a Gonzalo en la Plaza Santa Ana, pero me llamó, casi a última hora, para decirme que no se encontraba bien del estómago, que algo le había sentado mal, que lo disculpara. Disculpado quedas, Gonzalo, bien lo sabes, desde donde quieras que leas estas palabras, porque tú seguirás leyendo y escribiendo, seguro. 
Aquel encuentro en la Capital del Reino no pudo ser. Pero, transcurridas apenas unas semanas, a finales de diciembre del pasado año, nos dimos cita en el Museo de la Radio de Ponferrada, él, su sobrino carnal Ruy Vega (César López) y este servidor vuestro para hablar de sus obras. 
Una tarde instructiva, estimulante, que luego se prolongaría tomando cañas y pinchos en el Bodegón de Ovidio y el nuevo Trastevere en compañía de gente amiga. Y más tarde en el restaurante Las Cuadras, al amor/calor de unas viandas y unos vinos, en compañía también de José Luis (que en breve espero que publique su ópera prima, pues talento le sobra) y Sandra, que ahora anda buscando curro por Ámsterdam. 
Difícil la vida para algunos, como siempre, mientras los ricos, políticos de altos vuelos y demás campan a sus anchas y viven mejor que los curas de antes (y los de ahora). 
Me despedí de él con afecto. Y quedamos en volver a vernos, tal vez de cara a la primavera. Pero la primavera ya no ha florecido en el bosque de la esperanza para el autor de 'Los años felices' o 'My dear love'. 
Nada más enterarme de su fallecimiento me puse en contacto con algunos amigos periodistas, que lo conocían, para comunicarles la mala noticia. Y también con su sobrino Ruy, que, como ya había adelantado en cierto modo, también es escritor y ahora hace sus pinitos en la tele de Ponferrada como crítico de cine y de libros (con la gran María de Miguel) y en La Nueva Crónica como crítico literario. 
Siento mucho lo de tu tío, estimado Ruy, como ya te dijera. Y es una pena que no podamos ya volver a juntarnos para hablar de literatura, de viajes, de la vida, de los afectos que nos unían, que nos seguirán uniendo, eso espero, porque el espíritu pervive. Y a buen seguro nos sobrevivirá más allá de nuestro propio olvido.   

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