Agradezco esta sección que me dedica, en La Nueva Crónica, el narrador, poeta y dinamizador cultural en el Bierzo, mi tocayo Manuel Ángel Morales Escudero, a quien uno también ha tenido la ocasión de entrevistar para ileon.com: http://www.ileon.com/cultura/073276/manuel-angel-morales-la-narrativa-es-el-mejor-cauce-para-comunicarme-con-el-mundo
Estamos y estaremos, Manuel Ángel, para echarnos un cable. Un placer y un honor que me haces con tu hermoso texto en 'La torre de los sueños'
Y por supuesto quiero agradecerle a Mar Iglesias, redactora de la Nueva Crónica, que me hiciera esta foto en el Museo de la Radio de Ponferrada con motivo de la presentación de la Antología de relatos de mi alumnado.
Lawrence del Bierzo
LA TORRE DE LOS SUEÑOS Hay en el alma de ciertas personas
un impulso que los lleva a buscar en el viaje el descubrimiento de sí mismos.
Manuel Cuenya es una de ellas
E l Bierzo que tanto
se parece a La Comarca de Tolkien y en el que los
bercianos, como los hobbits, vivimos pendientes de lo que pasa en nuestra
tierra como si el resto del mundo no nos importara, tiene algún Bilbo Bolsón que, de vez en
cuando, da un paso fuera de casa. Y ya sabemos por Tolkien, que hay que andar
con cuidado si uno da un paso fuera de su portal, porque eso te puede llevar a
otro y a otro más y nunca se sabe a dónde vas a llegar o lo que te puede
ocurrir. La monja Egeria, Roger Fernández, Valentín Carrera o, en el caso del
escritor que nos ocupa, Manuel Cuenya, empedernido viajero,
alma inquieta, autor andariego...ejemplos de que en el Bierzo existen personas
que con el corazón en esta tierra alimentan una pasión irrefrenable por ir más
allá de las montañas a viajar por el mundo.
La literatura de viajes ha producido muchos y buenos títulos. Al fin y al cabo, desde La Odisea de Homero, el viaje ha sido y será el principal argumento, pues, ¿No es acaso un viaje nuestra vida? Así El Quijote es un viaje, como lo es la bajada de Dante a los infiernos en La Divina Comedia, o la búsqueda de la venganza por mares y oceános en Moby Dyck de Melville y así, tantas y tantas obras que exploran ese aspecto imprescindible del hombre, pues los seres humanos nos hemos convertido en lo que somos viajando desde que salimos de África.
Como género literario tenemos libros muy interesantes en España como los de Cela (Viaje a la Alcarria), Josep Plá (Un viaje frustrado) y buenos ejemplos aquí, en León: Julio Llamazares (El río del olvido, Tras os Montes), Juan Pedro Aparicio (El transcantábrico) o Ramón Carnicer (Donde las Hurdes se llaman Cabrera). La literatura de viajes es y seguirá siendo una seña de identidad de esta tierra.
Pero los viajes de Manuel Cuenya son otra cosa. Si lo he nominado como Lawrence del Bierzo es porque, en muchos aspectos, su obra me recuerda otra que está entre las diez o veinte que más me han gustado en mi vida: ‘The seven Pillars of Wisdow’, traducida en España como ‘Los siete pilares de la sabiduría’ del arqueólogo, soldado y escritor T. E. Lawrence. En efecto, al igual que el paisaje para el autor galés es algo más que accidentes geográficos, cargándose de sentimientos, así en Manuel Cuenya ocurre lo mismo. Su primer libro ‘Viajes sin mapa’ ya nos da una muestra de esas ciudades y lugares que le acompañan en el corazón y que de alguna manera lo han llamado: Lisboa, Marrakech, El Cairo, La Habana... se convierten así en pasajes de su propia alma: «Hay que aprender a viajar, aunque sea hacia el desequilibrio y en un vagón de segunda, porque en el viaje está el deleite y la emoción del mundo».
Lo mismo ocurre en ‘Trasmundo’ que, aunque es un libro de cuentos, en el fondo también es un viaje por algunos pasajes de la mejor Literatura de ficción y de misterio. De hecho, la portada es muy significativa: una niña a caballo. ¿Acaso no podemos permitirnos imaginar que esa niña es el propio espíritu del autor en ese símbolo perpetuo del movimiento que es el caballo?
Pero Manuel Cuenya es mucho más. Es un divulgador cultural y un enamorado de la cultura. Su ‘Vocabulario de Noceda’ y su ‘Guía de Bembibre’, la curiosa obra ‘El Bierzo y su gastronomía’, permiten descubrir a un estudioso, una personalidad inquieta que gusta de nuevas experiencias y que, además, las comparte. De ahí que se sienta a gusto en diversos campos de la cultura como el cine, su otra gran pasión. Completa esta gran labor con la participación en la revista cultural ‘La Curuja ‘y con su libro de artículos ‘La fragua de Furil’, que lo acredita como columnista sagaz, convirtiéndose con este bagaje en un personaje imprescindible en la escena cultural de la comarca del Bierzo.
Pero es su último libro, ‘Mapas afectivos’, el que me parece más interesante hasta ahora, de los publicados por Cuenya.
(Podéis seguir leyendo este artículo en la Nueva Crónica: http://www.lanuevacronica.com/lawrence-del-bierzo)
La literatura de viajes ha producido muchos y buenos títulos. Al fin y al cabo, desde La Odisea de Homero, el viaje ha sido y será el principal argumento, pues, ¿No es acaso un viaje nuestra vida? Así El Quijote es un viaje, como lo es la bajada de Dante a los infiernos en La Divina Comedia, o la búsqueda de la venganza por mares y oceános en Moby Dyck de Melville y así, tantas y tantas obras que exploran ese aspecto imprescindible del hombre, pues los seres humanos nos hemos convertido en lo que somos viajando desde que salimos de África.
Como género literario tenemos libros muy interesantes en España como los de Cela (Viaje a la Alcarria), Josep Plá (Un viaje frustrado) y buenos ejemplos aquí, en León: Julio Llamazares (El río del olvido, Tras os Montes), Juan Pedro Aparicio (El transcantábrico) o Ramón Carnicer (Donde las Hurdes se llaman Cabrera). La literatura de viajes es y seguirá siendo una seña de identidad de esta tierra.
Pero los viajes de Manuel Cuenya son otra cosa. Si lo he nominado como Lawrence del Bierzo es porque, en muchos aspectos, su obra me recuerda otra que está entre las diez o veinte que más me han gustado en mi vida: ‘The seven Pillars of Wisdow’, traducida en España como ‘Los siete pilares de la sabiduría’ del arqueólogo, soldado y escritor T. E. Lawrence. En efecto, al igual que el paisaje para el autor galés es algo más que accidentes geográficos, cargándose de sentimientos, así en Manuel Cuenya ocurre lo mismo. Su primer libro ‘Viajes sin mapa’ ya nos da una muestra de esas ciudades y lugares que le acompañan en el corazón y que de alguna manera lo han llamado: Lisboa, Marrakech, El Cairo, La Habana... se convierten así en pasajes de su propia alma: «Hay que aprender a viajar, aunque sea hacia el desequilibrio y en un vagón de segunda, porque en el viaje está el deleite y la emoción del mundo».
Lo mismo ocurre en ‘Trasmundo’ que, aunque es un libro de cuentos, en el fondo también es un viaje por algunos pasajes de la mejor Literatura de ficción y de misterio. De hecho, la portada es muy significativa: una niña a caballo. ¿Acaso no podemos permitirnos imaginar que esa niña es el propio espíritu del autor en ese símbolo perpetuo del movimiento que es el caballo?
Pero Manuel Cuenya es mucho más. Es un divulgador cultural y un enamorado de la cultura. Su ‘Vocabulario de Noceda’ y su ‘Guía de Bembibre’, la curiosa obra ‘El Bierzo y su gastronomía’, permiten descubrir a un estudioso, una personalidad inquieta que gusta de nuevas experiencias y que, además, las comparte. De ahí que se sienta a gusto en diversos campos de la cultura como el cine, su otra gran pasión. Completa esta gran labor con la participación en la revista cultural ‘La Curuja ‘y con su libro de artículos ‘La fragua de Furil’, que lo acredita como columnista sagaz, convirtiéndose con este bagaje en un personaje imprescindible en la escena cultural de la comarca del Bierzo.
Pero es su último libro, ‘Mapas afectivos’, el que me parece más interesante hasta ahora, de los publicados por Cuenya.
(Podéis seguir leyendo este artículo en la Nueva Crónica: http://www.lanuevacronica.com/lawrence-del-bierzo)
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