Vaya racha que llevábamos este añito. Mi padre en abril (el 21, fecha que jamás olvidaré) y mi otro padre espiritual ayer mismo (7 de agosto), porque Gustavo Bueno fue un maestro y un padre, una autántica revelación/rebelación, una luz en este camino espinado, un hombre sabio, que nos despertó al mundo, con su lucidez, con su pensamiento potente, con sus análisis, con su oratoria, con su chispa y energía, con su mirada crítica, irónica, capaz de hablar durante dos horas, sin papeles, de pie, ante un auditorio, como sólo él podía hacerlo. Un genio de la palabra hablada y escrita, que por ende es pensamiento, de la Filosofía.
Tuve la fortuna de asistir a sus clases, a algunas charlas, siempre magistrales, la última, creo recordar, en la Uned de Ponferrada. Incluso tuve la suerte de verlo y hablar con él hace años en la Fundación de Oviedo. Aún así me queda el pesar de no haberlo visto recientemente en esta Fundación porque había quedado con Pablo Huerga para hacerle una visita al autor de 'El animal divino' y 'El mito de la cultura', pero esa visita nunca tuvo lugar. La vida es muy breve, incluso viviendo hasta los 91 años. Y no se puede dejar para mañana lo que uno pueda hacer hoy. Hay que vivir el aquí y el ahora. Carpe Diem. Este me lleva inevitablemente a una peli grandiosa como 'El club de los poetas muertos'. Ahora Pablo Huerga me cuenta que está en Santo Domingo de la Calzada, de donde era originario el gran Gustavo Bueno, y el lugar en que enterrarán al maestro.
Uno, en su ingenuidad (qué naif es uno, santo cielo) creía que Gustavo Bueno sería eterno (lo mismo pensaba acerca de mi padre). Pero la muerte se impone, una vez más, como una apisonadora. No deja títere con cabeza. Aquí, en este valle de lágrimas (teñido en ocasiones por risas y sonrisas) no va a quedar nadie/naide/naides para "cresta de grallo" (así dicen en mi útero, quizá sea cresta de gallo, pero uno lo ha escuchado así, y de este modo lo escribe).
Gustavo Bueno se nos ha ido pero permanecerá su gran obra. Y por supuesto su espíritu, plasmado en sus libros y los cientos o miles de artículos que escribiera y publicara en revistas como 'El Basilisco', entre otras.
Bueno ha creado escuela, academia postplatónica, como a él a buen seguro le gustaría decir. Este extraordinario pensador, acaso no tan reconocido como se debiera en este país cainita, pasará a la historia como el mejor filósofo de todos los tiempos, capaz como ha sido de construir un sistema filosófico, la teoría del cierre categorial. También deja grandes discípulos, entre los que se encuentra sin duda el amigo Pablo Huerga, quien por cierto está invitado a participar en el Séptimo Encuentro Literario que haremos en Noceda del Bierzo el próximo viernes día 12 de agosto.
Recuerdo que Huerga -paisano de Benavides de Órbigo, y afincado en Gijón donde vive e imparte clases de filosofía-, aplicó, con valentía y gran acierto, la teoría del cierre categorial al cine en un libro imprescindible, 'La ventana indiscreta: una poética materialista del cine', en el cual su autor sostiene la tesis de que el cine es no sólo un arte (el séptimo) sino una ciencia humana.
Pablo, el próximo viernes estaría bien que tú le rindieras homenaje en mi pueblo a tu maestro, a nuestro maestro.
Manuel: ¡Qué suerte tienes! Dos padres y a cada cual mejor. No te aflijas, antes al contrario. Cada vez que rememoras a tu padre o a Gustavo Bueno, y son muchas me consta, estás reviviendo el alma de cada uno de ellos. Por tanto, siempre estarán vivos, al menos, para ti. Por ello, debes considerarte, sin duda alguna, un ser afortunado. No todos llegamos a tener dos padres tan brillantes.
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