Agradezco a Mar Iglesias, redactora de La Nueva Crónica, que me haya entrevistado, con motivo de mi próximo libro, 'Mapas afectivos', que estará a la venta, en kioscos y librerías de la provincia leonesa, a partir de este miércoles día 10 de agosto.
También quiero agradecerle a Valentín Carrera sus palabras escritas en el prólogo, a Julio Llamazares por las suyas en la contraportada, y a David Rubio, el dire de La Nueva Crónica, por el lanzamiento del libro. Hoy mismo vuelve a aparecer publi.
Acabo de enterarme de la muerte del gran Gustavo Bueno, a quien cito en esta entrevista, antes de saber de su fallecimiento. Qué mierda.
Esta entrevista está publicada hoy mismo en La Nueva Crónica, en la página 5 del suplemento de verano.
«Se aprende mucho en cada viaje, si uno desea abrir su mente al mundo»
Abrazado por Valentín Carrera y Julio Llamazares, que inician y cierran
su nuevo trabajo, al que le pondremos cara el día 10 con el impulso de
La Nueva Crónica, Manuel Cuenya nos invita a un viaje único al que sólo
se llega desde las páginas de sus ‘Mapas afectivos’.
:: L.N.C. Estambul, uno de los paisajes que nos presenta Cuenya en su libro.
– Desde el inicio del libro, un recuerdo a su padre en la dedicatoria por esa enseñanza «de volar»… ¿eso es lo que hace a esos mapas ‘afectivos’?
- Este libro se lo dedico en especial a mi padre, que tanto me enseñó. Mi padre era una persona afectuosa, sensible, entrañable, que sigue alumbrándome. Y lo seguirá haciendo hasta el final de mis días. Él, que pudo cruzar el charco rumbo a las Américas, me mostró esos mapas afectivos. Él me ayudó a volar. A mirar al horizonte. A descubrir que hay al otro lado de la Sierra de Gistredo.
– Recorre Europa, América, África… ¿qué ha aprendido de cada viaje?
- Cada viaje es un aprendizaje. Sólo hay que viajar con los cinco sentidos, dejarse empapar por lo desconocido, lo sorprendente, por aquello con lo que uno no está del todo familiarizado. Se aprende mucho en cada viaje, si uno desea abrir su mente al mundo. Recomiendo viajar y leer de un modo intenso, acaso porque viajando y leyendo se orea el alma y se espabila el entendimiento.
-En España se queda con el paisaje berciano (Salientes, Matavenero, Cuevas de Valporquero), además del gallego ¿por qué?
- Esos son algunos de mis mapas afectivos. Hay más, sin duda. El Bierzo es un gran mapa afectivo, que no me canso de recorrer, de admirar. Es mi ‘matria’, mi memoria afectiva, mi caverna, como diría el filósofo Gustavo Bueno, el lugar al que siempre vuelvo. Y miña terra galega es como una prolongación del Bierzo. Me encanta.
– ¿Con qué sitio de todo ese encaje de puertos a los que ha llegado, se queda y por qué?
- Me quedo con todos porque todos me han dejado huella, por unas u otras razones.
:: L.N.C. Estambul, uno de los paisajes que nos presenta Cuenya en su libro.
– Desde el inicio del libro, un recuerdo a su padre en la dedicatoria por esa enseñanza «de volar»… ¿eso es lo que hace a esos mapas ‘afectivos’?
- Este libro se lo dedico en especial a mi padre, que tanto me enseñó. Mi padre era una persona afectuosa, sensible, entrañable, que sigue alumbrándome. Y lo seguirá haciendo hasta el final de mis días. Él, que pudo cruzar el charco rumbo a las Américas, me mostró esos mapas afectivos. Él me ayudó a volar. A mirar al horizonte. A descubrir que hay al otro lado de la Sierra de Gistredo.
– Recorre Europa, América, África… ¿qué ha aprendido de cada viaje?
- Cada viaje es un aprendizaje. Sólo hay que viajar con los cinco sentidos, dejarse empapar por lo desconocido, lo sorprendente, por aquello con lo que uno no está del todo familiarizado. Se aprende mucho en cada viaje, si uno desea abrir su mente al mundo. Recomiendo viajar y leer de un modo intenso, acaso porque viajando y leyendo se orea el alma y se espabila el entendimiento.
-En España se queda con el paisaje berciano (Salientes, Matavenero, Cuevas de Valporquero), además del gallego ¿por qué?
- Esos son algunos de mis mapas afectivos. Hay más, sin duda. El Bierzo es un gran mapa afectivo, que no me canso de recorrer, de admirar. Es mi ‘matria’, mi memoria afectiva, mi caverna, como diría el filósofo Gustavo Bueno, el lugar al que siempre vuelvo. Y miña terra galega es como una prolongación del Bierzo. Me encanta.
– ¿Con qué sitio de todo ese encaje de puertos a los que ha llegado, se queda y por qué?
- Me quedo con todos porque todos me han dejado huella, por unas u otras razones.
– ¿Qué pretende trasladar al lector al escribir sobre ello?
- Lo que me gustaría es que los lectores y lectoras sintieran que lo que cuento está escrito con las entrañas. Y que, una vez leído el libro, deseen viajar, conocer esos sitios de los que hablo.
– Cuando uno escribe de sus vivencias en los viajes ¿siente una nostalgia especial?
- La nostalgia especial, acaso el síndrome del que hablara Stendhal, la he llegado a experimentar en varias ocasiones cada vez que viajo a Salamanca, una ciudad en la que viviera, como estudiante, momentos de plenitud. Soy berciano y por ende algo morriñoso. La saudade siempre está presente. Pero también me gusta vivir el presente, el aquí y el ahora. Y cada vez más, sobre todo cuando uno es consciente de la finitud de la vida, de la brevedad. En mi ingenuidad llegué a creer que mi padre sería eterno. Y, aunque en cierto sentido lo es, porque su espíritu pervive, dejó de estar con nosotros hace unos meses. Qué mierda. También hace poco me contaba un señor de Noceda, Tomás Nogaledo, que la vida se le ha pasado como un suspiro. Se me ponen los pelos de punta, parados, que diría un hispanoamericano, al recordarlo. Este hombre tiene ahora 95 años.
– Dice Sabina que no debemos volver al lugar donde hemos sido felices ¿hay muchos sitios a los que no volvería?
- Contrariamente a lo que dice Sabina, me gusta volver a los sitios donde he sido feliz, al menos a esos lugares en los que he sentido buenas vibraciones. Me encanta volver a mi útero materno, Noceda del Bierzo, siempre que puedo. Acabo de estar en Holanda, país hermoso, bucólico, que siento como un jardín o huerto tranquilo. Y Ámsterdam me sigue pareciendo una de las ciudades más líricas de Europa.
– Y ¿en cuáles se quedaría?
- Los mejores sitios del mundo son aquellos en los que uno acaba encontrando la temperatura afectiva adecuada. Sin duda. Y uno se quedaría en estos lugares.
– ¿Recorre más de treinta destinos, pero ¿ha echado en falta alguno del que le gustaría haber hablado?
- Siempre se quedan fuera del tintero algunos destinos. Es inevitable. Pero prometo hablar de ellos en otra ocasión, si el tiempo me lo permite.
– ¿Escritor y viajero ¿es casi necesario casar ambos conceptos?, ¿Dónde se encuentra Cuenya ?
- Me gusta viajar y contar lo que he visto, vivido, sentido en cada viaje. Me parece esencial, además de instructivo, estimulante, saludable, incluso. Y escribir puede resultar terapéutico. Un modo de poner en orden las ideas, de entender mejor el mundo en que vivimos.
- Lo que me gustaría es que los lectores y lectoras sintieran que lo que cuento está escrito con las entrañas. Y que, una vez leído el libro, deseen viajar, conocer esos sitios de los que hablo.
– Cuando uno escribe de sus vivencias en los viajes ¿siente una nostalgia especial?
- La nostalgia especial, acaso el síndrome del que hablara Stendhal, la he llegado a experimentar en varias ocasiones cada vez que viajo a Salamanca, una ciudad en la que viviera, como estudiante, momentos de plenitud. Soy berciano y por ende algo morriñoso. La saudade siempre está presente. Pero también me gusta vivir el presente, el aquí y el ahora. Y cada vez más, sobre todo cuando uno es consciente de la finitud de la vida, de la brevedad. En mi ingenuidad llegué a creer que mi padre sería eterno. Y, aunque en cierto sentido lo es, porque su espíritu pervive, dejó de estar con nosotros hace unos meses. Qué mierda. También hace poco me contaba un señor de Noceda, Tomás Nogaledo, que la vida se le ha pasado como un suspiro. Se me ponen los pelos de punta, parados, que diría un hispanoamericano, al recordarlo. Este hombre tiene ahora 95 años.
– Dice Sabina que no debemos volver al lugar donde hemos sido felices ¿hay muchos sitios a los que no volvería?
- Contrariamente a lo que dice Sabina, me gusta volver a los sitios donde he sido feliz, al menos a esos lugares en los que he sentido buenas vibraciones. Me encanta volver a mi útero materno, Noceda del Bierzo, siempre que puedo. Acabo de estar en Holanda, país hermoso, bucólico, que siento como un jardín o huerto tranquilo. Y Ámsterdam me sigue pareciendo una de las ciudades más líricas de Europa.
– Y ¿en cuáles se quedaría?
- Los mejores sitios del mundo son aquellos en los que uno acaba encontrando la temperatura afectiva adecuada. Sin duda. Y uno se quedaría en estos lugares.
– ¿Recorre más de treinta destinos, pero ¿ha echado en falta alguno del que le gustaría haber hablado?
- Siempre se quedan fuera del tintero algunos destinos. Es inevitable. Pero prometo hablar de ellos en otra ocasión, si el tiempo me lo permite.
– ¿Escritor y viajero ¿es casi necesario casar ambos conceptos?, ¿Dónde se encuentra Cuenya ?
- Me gusta viajar y contar lo que he visto, vivido, sentido en cada viaje. Me parece esencial, además de instructivo, estimulante, saludable, incluso. Y escribir puede resultar terapéutico. Un modo de poner en orden las ideas, de entender mejor el mundo en que vivimos.
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