París árabe
París, ciudad de la luz, bella urbe, espacio artístico, otrora capital del mundo, sueño y realidad, incluso surrealidad artaudiana, se ha convertido en los últimos años en un hervidero de violencia. El hedor agresivo late con fuerza no sólo en su periferia, como ocurriera y ocurre, por ejemplo, en la comuna de Saint-Denis, sino en el centro mismo de la ciudad. No hay más que darse una vuelta por la histórica calle de Saint-Denis, o bien por lugares como Pigalle o Barbès, que es en verdad un barrio árabe, una auténtica medina, que respira a ritmo islámico, con el muecín como oración musical de fondo. Me da la impresión de que París, cuyo Instituto del Mundo Árabe está albergado en un impresionante edificio, es también una ciudad mora. Y lo árabe puebla e impregna cada uno de sus rincones. No en vano, el provocador e iluminado escritor Houellebecq está convencido de que el próximo presidente de la República Francesa será un musulmán, aunque también haga hincapié en que «el Islam es la religión más gilipollas del mundo». Toda una bomba de relojería.
Tras su apariencia monumental, histórica, engatusadora, se esconde una fiera xenófoba que vomita rabia y pólvora por su entrepierna. Quizá en otra ocasión me atreva a contar algunos desaguisados que viviera durante mi estancia en la capital francesa en los noventa.
Aquel París bohemio e intelectual de Henry Miller, tranquilo y romántico, al que iban a parar artistas y enamorados de todo el orbe, además de españoles/españolas currantes, y aun muchos exiliados en busca de liberación como el Premio Cervantes Juan Goytisolo, se ha ido transformando con el paso de los años en una ciudad jodida, con el rostro agriado y amenazador. El mito del París mestizo y plurirracial, en el que convivieran en paz y armonía gentes de diversas procedencias, se está derrumbando. O ya está roto, habida cuenta de lo ocurrido recientemente con los fanáticos que se cargaran a sangre fría, de un modo brutal, a varios periodistas del ‘Charlie Hebdo’, el semanario francés que, según algunos islámicos integristas y sanguinarios, ridiculizaba la figura de Mahoma. Un atentado terrorista, planificado sin duda, contra la libertad/vida, el bien más preciado de cualquier ser humano, contra el sentido del humor, que es síntoma de sana inteligencia. Una barbarie que, a partir de ahora, desatará aún más el miedo y las iras entre su población (y a buen seguro de las poblaciones de otros países), lo que lamentablemente tendrá consecuencias inimaginables. Como el recrudecimiento de la ultraderecha Le Peniana e islamófoba en Francia. Qué peligro.
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