CÉSAR GAVELA 26/02/2012
Gistredo al fondo |
Essaouira |
Cuenya paseando por las calles del centro de Buenos Aires, bajo la sombra de Borges o de Cortázar. Cuenya en las bellas ciudades europeas, la patria de los cafés con periódicos, violinistas y croissants. Donde florecen los escritores raros, que suelen ser los mejores. Y las bellas mujeres que habitan la mejor provincia del mundo.
Ermita de Colinas del Campo |
Manolo convierte sus viajes cortos o largos en un racimo de páginas frescas, en una calle de palabras, en un parque con adjetivos y una estación del ferrocarril con verbos; las plazas sustantivas.
Es el vivir, es el ser. Cuenya camina por el mundo, cuenta, evoca, sugiere, es feliz escribiendo y se le nota. Cuenya tiene lo principal: la mirada limpia, la inocencia del hombre bueno. Luego lo junta todo en su fragua de Furil, el lugar desde el que contempla la vida, y lo convierte en un libro. Y en libertad.
Él sabe muy bien que no se puede ser cosmopolita sin ser de un lugar, arraigadamente. Es imprescindible una atalaya concreta, querida y firme. En Cuenya es Noceda y es el Bierzo. Desde ahí escucha y reflexiona. Y cuenta lo que del planeta conoce, que ya es mucho.
Vancouver |
Y mientras el libro zarpa, Cuenya prepara su próximo viaje. O ya está viajando. El destino siempre es Noceda pero la ruta bien puede pasar por la India o Mozambique.
http://apliweb.uned.es/comunicacion/prensa/ficheros_ver.asp?ID=7270412
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