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martes, 21 de diciembre de 2010

Loterías, belenes y otras ilusiones

           
            En cuanto llega  la Navidad, y se alumbran las ilusiones festivas en las poblaciones del Bierzo, nos crecen los turrones bajo las sobacos, se me hace un nudo en la garganta -no lo puedo evitar- y  traigo a la memoria a Larra, al gran Mariano José, cuyo espíritu me nutre de romanticismo y me invita a tomarme unas copas de cruda reflexión.

En este caso la Cruda Reflexión podría ser un licor “espiritoso”, de esos que te hacen entrar en calor y te refriegan el pecho de las neuronas. La verdad es que bebo con gusto su romanticismo,  que entronca con eso que se ha dado en llamar “malditismo”. Confieso mi devoción por aquellos autores que figuran entre los “malditos”, que no malvados, pues maldito, a mi sano entender, es quien ha tomado conciencia profunda del mal en la existencia. Y Larra podría incluirse en esta lista de seres desarraigados, que hacen de su sufrimiento una extraordinaria obra de arte. Quede claro que uno no se siente malvado en ningún caso.

            Como en Navidad no acostumbro a jugar a la lotería, ni monto belenes, me da por entrarle a la lectura. Me sumerjo en la lectura como quien va al Caribe a darse un chapuzón en los cenotes sagrados. Y hago que el surrealismo flote en esta cloaca hiperdesarrollada de infamias y consumo superfluo. Es entonces cuando Larra y su criado se me aparecen cual divinidades llenas de provocación, con chispeante filo-sofía. Me siento cómodo, relajado, al amor/calor del brasero, del "llumbre" y comienzo a leer y aun releer “La Nochebuena de 1836”, que es un artículo hermoso y a la vez brutal, en el que Larra entierra una esperanza. Unos meses después de escribir este artículo, Larra se suicida. Cosas de la vida o de la muerte.
Al parecer, uno necesita creer en algo, y cuando no se encuentran verdades en que creer, algo que ocurre con frecuencia, lo más adaptativo es creer en mentiras. Y zampar mentiras cual si fueran mazapanes. Si uno aspira a vivir en sociedad, en medio de la especie, es conveniente y hasta necesario creer, creer en lo que sea, pero el asunto es creer. La creencia como algo que te ayuda a soportar la existencia, la tuya y la de tus semejantes. Sin embargo, no creo que me toque la pedrea, ni que el Gordo del Niño, ni siquiera de la Niña, se asome a mi recámara o cuarto oscuro del subconsciente a espiar mis sueños. Para sincerarnos, no creo que pueda hacerme rico a través del bombo de la suerte. ¡A lo mejor ustedes sí! Felicidades.
           

1 comentario:

  1. Citar al gran Larra que está totalmente vigente tiene mucho mérito. Y más con tu prosa chispeante y sarcástica.
    Ah, por cierto yo tampoco juego a la lotería, por si acaso.
    Sigue así.

    Saludos, Eduardo G. F.

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